Entonces, había que estudiar e imaginar cuáles son las historias que pueden llamar la atención sin que estas se disocien de dos condiciones básicas: la primera que sea literatura en el sentido de producción creativa –y por ello competitiva y conocedora de su tradición, y la segunda, cómo estas mismas entregas tejen identidades. Creo que esto es lo que ha ocurrido con sus novelas juveniles. Así ocurre con las aventuras de que se lee desde Nina la casa abandona, pasando Rumi y el monstruo del Ucayali, hasta la entrega del año pasado: El dios araña (2010), que vuelve sobre el ara de los moches. En El campeón de marinera (2011), nos devuelve a un acontecimiento nacional, el concurso de marinera que se realiza en Trujillo.
Para ser precisos, debe recordarse que en el caso de Trujillo y Lima, la marinera fue siempre visto con un asunto aristocrático, creo más por un prejuicio indianista que por un registro propio de la realidad, pues, se olvida la marinera que se hace en la familias norteñas –y a pie calato- o la invade las fiestas locales. Cierto que cuando se inicia este concurso tuvo ese gestillo aristocrático que propiciada por sus organizadores el Club La Libertad de Trujillo, que poco a poco tuvo que abrirse y dejar de ser una representación de los peones y chalanes que llegaban a exhibirse en la ciudad.
Virguez aprovecha una situación creíble. Pone en tensión dos espacio diferente. La situación de migrante y el espacio de acá, el concurso. Desde la situación de migrante, se trata de un peruano, trujillano, que fue a vivir en el país de norte, a New York, allí donde hace parte de su juventud. Allá, para nosotros el acá, se dibuja como una pulsión necesaria, para la identidad. Y esto sin melodrama, toda en una historia limpia. La historia de narrador-personaje Benito Tafur es similar a la de cualquier peruano que migra, de esos que se han ido para hacer Perú en cualquier lado del mundo.
Si esa es la anécdota que fábula, la otra es todavía más interesante, se trata de de la historia de sus amores. Asunto que organiza el nuevo hilo conductivo de la novela:
De pronto, alguien a lo lejos encendió una grabadora.
Los sonidos llegaron oídos a mis oídos.
Era “La concheperla” de la banda de músicos de la Guardia Republicana del Perú.
Era una marinera.
Mi corazón se detuvo y, de pronto, me inflamó de una manera extraña.
Este quiebre es identitario, la ficción hace posible que ocurre para se desenvuelva con claridad y precisión. Benito necesita retornar, y vuelve a Trujillo.
Historia que por cierto se suceden como líneas paralelas en el tiempo y que hace que esta sea versátil, sin que el artificio retórico le quite claridad al relato. Si la historia de sucede allá, está también se da en el acá. En el acá estamos en la academia de Manuel Chacón, primo de Benito, donde ensaya. De pronto llega a la escena Lucía Castillo, en cuya historia se cruza ese perverso perro llamado celos que hace que esta joven deje de bailar y de ser pareja de baile de nuestro héroe. Es el momento en que aparece un nuevo personaje, que inicialmente emerge con una historia desconcertante. Se trata de Jimena Diandera, que conocerá a Benito en momentos en que este baila una Contradanza de Huamachuco en la Academia. Y con quien finalmente danza, hasta convertirse en su pareja de baile y con la que ganará el concurso.
La novela en sí sería una más de esas que solemos leer, pero Ricardo Virhuez nos ha puesto sobre un hecho que tiene audiencia nacional: el concurso nacional de marinera. Pero al mismo tiempo nos ha ubicado en el año de nacimiento de José María Arguedas. Esto último queda refrendado cuando el personaje habla de su última lectura, Los ríos profundo, leído como peruano migrante, dirá:
“Esto no es una novela, es el Perú”
Virguez Villafane, Ricardo. El campeón de marinera. Lima: Ed. Pasacalle, 2011 (Novelas juveniles)
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