La poesía de Dina Sánchez Baca por Gonzalo Espino


Notas para la antología de la poesía liberteña

El carné de Dina Sánchez Baca (Trujillo, 1947) se confunde con un primer poemita publicado en La Industria de Trujillo contra los olvidos del alcalde de entonces. Aprende a declamar y cuando llega a la universidad es el tiempo en que los Trilce están publicando, pero no participa de la bohemia entonces. Se dedica a estudiar, luego se irá una temporada a Santiago de Chuco, donde participa de la vida intelectual, para concluir en las escuelas de Trujillo. Es una maestra muy respetada y querida.

La publicación de su primer poemario se produjo en 1999, Canción del azahar y otros poemas no tuvo la fortuna de ser comentado por la crítica local, menos aún por la canónica. Sus poemas andan hace algún tiempo en antología de literatura infantil, en especial, de la APLIJ. Su poesía es sencilla, no quiere exhibir la complejidad, sino la claridad del arroyo. No es poesía mayor, su escritura no ha sido imaginada para la trascendencia, sino para una sensibilidad terrenal, con apego sincero a una creencia: la de ser más humanos cada día. Esto explica porque sus referentes son inmediatos y localizables; y, en rigor, sus versos son tradicionales, sin mayores exploraciones formales. Leamos: “Sólo tengo mis manos para darle” (Sentida) o “Qué será de mis pasos / cuando crezca/ la hierba del camino, / cuando moje la lluvia / al pensamiento” (Incógnita)
(1)

Poesía para niños y jóvenes

Su poesía más conocida es la que dedica a niños y jóvenes, ha escrito otros poemas donde la sencillez se ve acompañada por un profundo humanismo (“El día perfecto de la rosa” ) (2) . A nivel formal, en general, se pueden leer en voz alta. Son poemas pensados para la lectura oral y la recitación, de allí la necesidad de utilizar una estructura rítmica en la que la rima es importante para atrapar la repetición y el alargamiento sonoro. Sus construcciones son sencillas, sus temas modestos, están los niños y las niñas del campo, los modestos paisajes, los espacios de significación cultural que en estos tiempos comienzan a ser revalorados (Santiago de Chuco, Moche, Huanchaco, Ascope), y, por cierto, asuntos cotidianos. Pero lo que llama la atención en su poesía es una cierta continuidad en la incorporación de formas identitarias en las que la poeta registra características propias de la población liberteña. Este es el caso de “Quiyayitas” (3) donde la voz poética logra representar los movimiento de la danza santiagina; lo mismo ocurre con el poema “Y en Moche aún estaban las puertas abiertas” (4), con el que ganó Primer Concurso Femenino de Poesía "Estrella Arroyo de Guedes" (1994). El poema es un elogio a la vida sencilla, aparece el mundo cotidiano de la vida mochera, su trazo es limpio y rítmico, y su palabra parece imitar la hospitalidad de los pueblos del norte. Es el poema que mejor representa a Dina Sánchez Baca:
Ay, Santa Lucía,
Mochera de estrellas.
Ay, Santa Lucía, Patrona
de los pies descalzos,
bendice las huacas del Sol y la Luna
y siega la ronda
de pasos gentiles.
Conduce hasta el surco sagrado del tiempo
la mano labriega
y al son de campanas
bendice tu tierra
porque hasta hoy en día
en Moche se encuentran las puertas abiertas.

Por su producción poética asocio a Dina Sánchez a la tradición poética para niños cuyos representantes están en la ladera de Luis Valle Goicochea y Gerardo de Gracia Velázquez, y algunos tonos, al siempre recordado poeta Manuel Ibáñez Rosazza. Insisto, su poesía se caracteriza por la sencillez y por el apego a una sonoridad que busca la transparencia de la palabra poética:


Coda fuera de escena

Lo escrito hasta acá me sugiere un problema que se traduce en la pregunta: ¿Cómo entender la poesía liberteña desde la idea de región y su relación con la capital? Y a la par preguntar: ¿qué reflexiones que podemos desarrollar en torno a los problemas que se suscitan las relaciones entre costa-sierra y el posesiomiento de los migrantes del espacio urbano de representación de la poesía liberteña? Haré un brevísimo esbozo: Respecto a lo primero, la hipótesis sugerida por Jorge Cornejo Polar sobre doble carácter de la poesía de La Libertad como textura que se adviene al universo costeño y como poesía que deviene del mundo andino, necesita ser revisada ante nuevos problemas que se advierte en la poesía de este lado del Perú, a fin de explicar la tendencia popular y la diversidad en la producción artístico y los desniveles –casi siempre formales- que se pueden advertir en la poesía liberteña. En relación a lo segundo: la representación poética de La Libertad termina siendo compartida por migrantes que se posesionaron del espacio liberteño y que imprimieron un ritmo a la ciudad letrada trujillana, especialmente desde lo que significó para la cultura norteña la Universidad Nacional de Trujillo y los periódicos El Norte y La Industria. Asunto que nos lleva a discutir la idea de región como representación y al mismo tiempo su condición de imaginada.


Bibliografía básica:
Sanchez Baca, Dina.
------. “Hermanito César”, “Versos de Arcilla”; “Canto a Vallejo” en Norte, º 13, rev. Instituto de Estudios Vallejianos, UNT. Trujillo, enero-diciembre 2007; p. 81; 82.
----- Canción del azahar y otros poemas. Trujillo: Agrupación de Escritoras Norteñas del Perú, 1999.
-----“Esta es mi vida” y “El día perfecto de la rosa” en Transcripción de la luz. 90 poetas contemporáneas. III Encuentro Nacional de Poetas Federico Barreto, Tacna. Selección de José Guillermo Vargas. Lima: Ed. Maribelina, 1990; p. 140, 141.
Referencias:
(1) Poesía. Agrupación de Escritoras Norteña. Trujillo, s/fecha. (Plaquette). (1)
(3) "El día perfecto de la rosa", ibídem.



Foto: En la Librería de Kike Placencia (Trujillo, enero 2011).


(c) Gonzalo Espino Relucé. Enero 2011

Dina Sánchez Baca, dos poemas: "Quiyayitas" y "El día perfecto de la rosa"


Antología de la poesía liberteña por Gonzalo Espino Relucé

Quiyayitas


A las quiyayitas
Yo escuché cantar
Tristezas de viento,
Penitas de azahar.

Y su canto triste
Como una oración
Se quedó llorando
En mi corazón.


De Canción del Azahar y otros Cuentos (1999)



El día perfecto de la rosa

Hoy,
es el día pefecto de la rosa
Es el día perfecto de su tallo,
de su espina y su hoja.
De sumisa gota de rocío.

Aire contiguo: satúrate de aroma
Ojo humano:
Ven, bebe su hermosura.
Hoy es el día pefecto de la rosa.

Jardinero del mundo: ¡Estremécete!...
La rosa está llorando...

Hay un niño sin pan. Sin madre,
que le brnde calor en su regazo.
Y la rosa,
La rosa por él está llorando.
La rosa está llorando.
Y su espina y su hoja están llorando
Y su gota sumisa de rocío
y su tallo perfecto están llorando.

¡La ROSA está llorando!...
llanto de rosa:
Puñal entre mis manos.
Jardinero del mundo,
te pregunto:
¿No era el día perfecto de la Rosa?

De Transcripción de la luz. 90 poetas contemporáneas (1990)

Aproximaciones a Walinto de Graciela Huinao por Dante González R.



La poesía mapuche es una de las más intensas y reveladoras. Los últimos 30 años ocupa su lugar en poesía chilena, no es posible leer la poesía del Sur sin hablar de la poesía mapuche y, obviamente, se puede rastrear las distintas maneras en que los pueblos amerindios han hecho de la palabra un acto ternura cautivante y una forma irresistible para la demanda por el territorio y la expresión del cuerpo –y sus entornos- que siente, percibe, atrapa y necesita ser comunicado. El año pasado compartimos con los poetas mapuches poesía, experiencias y vivencias, fue ocasión para ir reconociendo esa patria grande llamada Amerindia. Con Dante Gonzalez -poeta, estudioso de la memoria y el animador de Pakarina Ediciones-, estamos trabajando una antología de poesía mapuche. De manera que en nuestro blog aparecerán notas de lo que en el futuro será nuestra antología. (GE)







Aproximaciones a Walinto de Graciela Huinao
Dante Gonzalez Rosales
Universidad de San Marcos



Walinto es el lugar donde se reúnen los patos wala, hoy inmersos en un proceso de extinción. Por esa razón, Walinto (1) no es solo un testimonio de vida, es ante todo el encuentro con la memoria de un pueblo, aquel que se va perdiendo en los laberintos de la “modernidad”.

Si bien es cierto que los poemas dejan trascender desde sus versos la autobiografía de su autora, advierten la historia de los Mapuche-Williche que se desarrollaron en Walinto. Esa comunidad oriunda, signada por el Abuelito Wenteyao y el río Rahue, y ubicada al sur de Osorno que “…hoy duerme / como un perro echado/ a los pies de la cruz del sur”.

La instancia poética que habla en los poemas se instala en un ahora, haciendo lo propio con nosotros, y utilizando el recurso del racconto, nos remite a la génesis de su vida para desde ahí llevarnos por una retrospectiva familiar y la del pueblo Mapuche-Williche. Se trata de un “yo poético” que es consciente de su condición de poeta por designio natural, también del ejercicio de la palabra y de la instrumentalización de esta. Designación de la que vive “Agradecida de la naturaleza, desde el vientre de / mi madre que me dio el poder de escribir”, el mismo que se encuentra inscrito en sus manos y del cual la gitana parafrasea: “No tienes líneas en tus manos, tienes versos”. Entonces, contemplamos la autobiografía de este “yo poético” que trasciende lo individual para plantearnos la vida familiar que es la memoria colectiva del williche. No se trata de un caso representativo que se postula como metáfora del grupo al que pertenece. Su experiencia individual es el punto de partida para alcanzar esa instancia colectiva que es el pueblo Mapuche-Williche.

Ejercer la tecnología de la escritura convierte a la palabra en acto, en alegato y denuncia:
EN LENGUAJE INDÓMITO
NACEN MIS VERSOS
DE LA PROLONGADA
NOCHE DEL EXTERMINIO
adjudicando a su vez a la poeta la condición de luchadora por la libertad y los derechos de los pueblos oprimidos, de sujeto comprometido con la reivindicación territorial de los williches y del pueblo Mapuche en general, defensora de la memoria y de su historia en la que aún cree: “y en tu historia / sembré la confianza”.
La historia que recorren los versos en Walinto, nos instala, entre otros, en el tópico de la infancia: “EN EL PAÍS DE MI INFANCIA” al decir de Graciela Huinao, la misma infancia que José María Rilke denomina como la patria del poeta. Acudimos entonces a la feliz confluencia del sujeto del enunciado con el sujeto de la enunciación en la persona de Graciela Huinao y por su mirada nos instalamos en esa infancia nostálgica e intermitente que se presenta como ese ayer resistiéndose a desvanecerse, contrario a ello se erige como el espacio-tiempo liminal desde donde se dialoga con el pasado y el futuro:
Era mi país
el de mi infancia
dónde empecé a encumbrar las ideas
sostenidas por el hilo invisible
que se enrollaba
en el alma de mi padre.

Estrechamente ligado al tópico de la infancia se encuentra la imagen del fogón. Aquel espacio articulador de la familia que se construye dentro de la ruka (vivienda). Esta figura del fogón y el rol que cumple es común a los pueblos oriundos de estas latitudes, su razón de ser en el mundo andino, por ejemplo, es el mismo que el de los Williche. Ese fogón es un espacio dinámico por excelencia, es el lugar de la conversa familiar, uno de los espacio (si no el espacio) endoculturador, donde se realiza la retransmisión de la génesis y de la memoria de una generación a otra:
La primera escuela de mi raza
es el fogón
en medio de la ruka
donde arde
la historia de mi pueblo.

Walinto llega como un ancestral Ngillatun, aquel que hasta hoy en día se realiza en Pukatriwe ante la mirada y venia del abuelito Wenteyao, no solo para espantar el espíritu del hambre sino también para espantar aquel espíritu que intenta prolongar el silenciamiento del pueblo williche y el de sus reivindicaciones territoriales y por extensión de nuestro pueblo latinoamericano. En el afán de hacer eco en los rincones más alejados posibles, incluye 19 poemas cada uno de ellos en tres versiones, castellano, mapudungun e inglés.

Walinto es la prolongación del “mapuche tayültum” (o de esos cantares de esta parte del mundo). También podríamos señalar que Walinto de Graciela Huinao se convierte en heredero del ül, o cantos que representan manifestaciones de alegría, penas, emociones, sentimientos y transmiten conocimientos históricos.




(1) Huinao, Graciela. Walinto. Santiago, Cuarto Propio, 2009
En la foto: El poeta quechua Ugo Carrillo, el crítico Isaac Sanzana,
los poetas mapuches: Graciela Huinao, Lorenzo Aillapán, Leonel Lienlaf, Javier Milanca.
Sobre Graciela Huinao, su página: www.gracielahuinao.cl

La promoción de 1975


Para Jaime Quiroz Núñez, maestro de juventudes.


Pertenezco a esa generación de peruanos que todavía soñaba en el progreso, aunque la realidad demostró que no siempre ocurre así. En todo caso fuimos una generación que afrontó el dulce encanto de vivir. De allí que su signo sea la de un treintena de muchachos y muchachas que egresamos de la escuela secundaria de Roma-Tulape (1) con la esperanza de ser buena gente y siempre mejores, no necesariamente porque tendríamos un título o un grado académico, sino porque el sentido que le dimos a nuestras vidas, esa firme creencia en la magia de la vida y esa necesaria mirada social que muchas veces nos ha traído el desasosiego y descontento frente a la desigualdades e injusticias.

Recuerdo a Bertha izando la bandera en la plaza del distrito, pero no en cualquier momento, sino en uno singular. Ella fue la artífice de la celebración del Día Internacional de la Mujer, Marquina la representó en su condición de mujer y como dirigenta del Vaso de Leche en tiempos en que las autoridades querían quitarles cinco meses de ese derecho a los beneficiarios del valle Chicama. A Beba Soledad, maestra que es feliz enseñando y haciendo de su profesión un apostolado permanente. A José que trabajando estudiaba y tuvo que dejarlo porque la empresa no le daba las facilidades del caso, pero al mismo tiempo lo recuerdo como Maestro de Mecánica Fina, que renunció a esa especialidad y decidió ser un honrado y feliz trabajador del campo. A Goyo que desde siempre se ha peleado para que las cosas que se hagan bien y sin las cuentas por debajo. Cómo me voy a olvidar de Italo que fue a probar y probarse como hombre de trabajo y feliz con sus tres hijos y su pequeña nieta. A todos los amigos y amigas (Nora, Nícida, Bebe, Róger, Maritza),que han estado presentes en esta reunión de rencuentro y a los que no estuvieron. Y los recuerdo en sus firmezas y logros, en las formas de ser felices y en la memoria de lo que hacen por ser siempre mejores y felices.

Corresponde también decir que fuimos esa generación que decidió estudiar en el Perú, a diferencia de los que nos precedieron y cuyos destinos lo hicieron en Argentina y México, nosotros nos quedamos y fuimos a dar en las aulas de las universidades nacionales de Trujillo, Cajamarca y Lima. Más de la mitad ahora ejerciendo sus profesiones, sea como ingenieros, abogados, maestros o creadores, todos ellos dando la cara al Perú. Sin nostalgias, pero eso sí, con la sincera voluntad de pelearnos por lo nuestro, por estos pedacitos de Perú donde nacimos o vivimos. Y por ello no puedo dejar de mencionar a Elmer Salazar que desde la ausencia estuvo presente en la reunión y a Eugenio Trujillo –que llegó tarde, pero llegó- con quienes hicimos teatro y periodismo (igual tú Goyo Chuquiruna y tú Bertha Marquina).

Tuve –y tuvimos- los mejores maestros que fueron capaces de abrirnos los ojos para mirar más allá de nuestra pequeña aldea. La mayoría de ellos le pusieron un ritmo especial a nuestra enseñanza, eran maestros de vocación. Alentaron y contribuyeron a nuestra formación, allí están Mirian Balarezo, Elí Zevallos y Jaime Quiroz Núñez.

De Jaime, nuestro maestro y amigo, que fue el tutor de la promoción que optó por llamarse JAER (Juventud de Avanzada Estudiantil Romana), tengo los mejores recuerdos. Lo recuerdo en su sencillez y en su siempre renovadas sesiones de clases, hago memoria de los trabajos de grupo que hacíamos, de sus separatas que leíamos, de los experimentos en el gabinete de ciencia, donde manipulábamos los químicos de esa bendita tabla que jamás aprendí pero que pude observar en las clases de mi maestro –y claro, también imaginarlas- y por cierto, de esa curiosa manera de calificarnos: la autoevaluación que hacíamos sin tenernos piedad. He aquí la brevísima imagen de mi maestro Jaime Quiroz Núñez, un profesor de vocación y verdadero hombre de justicia.

Creo, finalmente, que ellos alentaron un imaginario, la ser justos y mejores, la de amar la vida. Pero ser sobre todo nosotros mismos.

Gonzalo Espino
(En Tulape)



En la foto:
Goyo, Róger, Gonzalo, Jaime Quiroz Núñez, Italo;
Beba, Bebe, Maritza, Bertha, Nícida;
y, Nora, José y Eugenio.


(1) Se trata de la promoción de escoleros que salió del Colegio Nacional Mixto Roma (Tulape, Trujillo, Perú) en 1975. Hoy se produjo una sencilla reunión de reencuentro.

Algarrobo



La casa hacienda suele ser mencionada como un referente histórico de la memoria de Tulape-Roma. En estos días ando por Tulape, al encuentro y caza de la poesía de estos lares de La Libertad. Ha comenzado la fiesta de la patrona, la Virgen de la Puerta.
Los que llegan a mi pueblo encontrarán junto a la casa hacienda un algarrobo. Como todos los días lo vemos, nos parece parte de la naturaleza, del paisaje y ya no damos razón de este viejo árbol que tenemos en el pueblo.

¿Por qué hablar del algarrobo?, ¿tiene algún sentido? Sí, claro que sí. El algarrobo ha sido testigo la historia de las luchas sindicales del valle Chicama. Era precisamente para el lado de la atención a los trabajadores donde estos realizaban la formación en la madrugada. Allí los obreros azucareros realizaban habitualmente sus protestas. Desde allí los trabajadores lanzaban sus reclamos a la patronal.

Ha sido testigo de los cambios de nombre de Tulape a Roma. Viejo testigo de las luchas de nuestros abuelos. Inevitable observador de las lluvias y sequías que asolan estas tierras. Callado y buen oyente de las penurias que trajo la estafa a los trabajadores cuando convirtieron sus derechos sociales en acciones. Atento testigo de los nuevos rumbos que el cabildo menor da a la población.

Tiene cerca de 90 años de existencia. Cuando mi padre era pequeño, lo vio crecer y cuando trabajador de la hacienda –era telefonista- lo regaba y cultivaba con entusiasmo. No se sabe exactamente quien lo sembró, imagino que fue uno de los últimos tupales que habitaban todavía estas tierras, que lo trajo y lo sembró al amparo, seguro, del viejo hacendado y filántropo don Víctor Larco Herrera. Y digo esto por curiosamente este solitario algarrobo se vincula con el bosquecito de algarrobos que está al costado del estadio.

El algarrobo no fue testigo de nuestros amores, pero si, de nuestra travesuras pata calata y del yantar de pequeños que corríamos bajo la sombra del algarrobo, como huachitos con hambre –que en realidad no la teníamos- para coger sus vainas y mascarlas como chivos de terrales desérticos. Y luego regresábamos a casa y en nuestros bolsillos socialistas, algunas vainas para compartir.

En fin, nuestro algarrobo se ha convertido en el mundo testigo de casi un siglo y merece nuestra tención. Ahora, como un testimonio de lo que somos.
Gonzalo Espino Relucé
(En Tulape)