Zorros: fronteras: del héroe al torpe y perdedor





Fronteras: del héroe al torpe y perdedor
Los relatos de tradición oral suelen trashumantes. Viajeros incontrolables, salen de sus lugares donde se dicen. Sobrepasan las fronteras. Pero, ¿cuál es la importancia de las fronteras culturales? Partamos de un hecho concreto: una cultura es a lo que su lengua, aun cuando esta haya desaparecido y se encuentre adherida a la lengua dominante –pienso en las percepciones moches que hay en el castellano del norte. Tal vez los mapas lingüísticos den los mejores contornos porque han establecido una fotografía útil para el trabajo cultural. Desde esta perspectiva los relatos quechuas del sur andino pueden ser confrontados con otros espacios, los mismos que facilitarían repuestas a algunos problemas que, desde la fragilidad del relato oral, en especial, si se sospecha de cambios significativos.
         He postulado en Etnopoética quechua que el zorro tiene ancestros míticos, un personaje mediador entre humanidad y los dioses, y entre los hombre de arriba y los de abajo, por lo que resulta sospechosa la forma como se vienen relatando los cuentos sobre el zorro: la habilidad convertida en torpeza.  Se trata de imaginar espacios de enunciación y de extensión y pensar cómo los trastornos sociales fueron sucesivamente alterando sus sentidos originarios -y no hablo de autenticidad indígena-. Cuestión que me lleva confrontarse con la guerras civilizatoria –del estado colonial o el estado republicano- que fue despojando a la tradición oral de todo aquello que le resultara sospechosamente incómodo para el poder (por ej., el zorro como personaje mediador y del orden en que vive un falso Vilca, Manuscrito de Huarochirí).  Y que en los relatos de la tradición oral sobre el zorro aparece, no solo como historias fuertemente fragmentadas sino que han convertido al héroe indígena en un personaje de permanente burla.
          Aquí la frontera cultural funciona porque es posible advertir una inestable permanencia ya que la frontera se ubica en la distancia lejana y en inicio de otro momento. Las fronteras culturales preservarían formatos arcaicos que ya no están vigentes o han dejado de ser legibles en el centro. Este sería el caso del Noroeste de Argentina a donde llegó el quechua colonial y donde es posible advertir un fuerte contenido quichua y aimara en Salta, Catamarca, Tucumán y Jujuy. En el mismo sentido, podría volver sobre lo que ocurre en otros tejidos culturales donde el mismo personaje interactúa, me refiero al pueblo Mapuche, cuyos espacio enunciativos provienen de Chile y Argentina. Me he pregunto si del zorro siempre ha sido burlado o si, aparece como actante burlador.
          Voy a referir a relatos recogidos entre los 50 y 60 en la zona aludida y que pueden ser contrastado con versiones de fines de lo siglo XX.[1] El zorro establece relaciones de compadrazgo y jerárquicas, y como en toda buena historia, tiene enemistades.  Esta son tigre-zorro, zorro-quirquincho, zorro-zuri. En general la "picardía" de don Juan permite derrotar al tigre; entre quirquincho-zorro comparte aventuras en las que generalmente el zorro termina perdiendo por su torpeza, aun cuando este haya ofrecido solución  (cree que puede hacer una  bola resistente como el quirquincho, ha ofrecido a un solución); al zuri siempre lo vence, porque es vanidoso o vanidosa según sea el caso. El único que lo vence y le teme de sobremanera es al perro.
Varias de las historias de engaños son aplicadas por el zorro. Me voy a detener en una serie, el tigre- zorro.  Empecemos por determinar que en la memoria de los relatos del norte argentino el zorro es sobrino del tigre  esta característica estable una relación de jerarquía. . "Y como el tigre era más poderoso, él comía bien y el zorro se moría de hambre" (Chertrudi 1964: 254). El zorro aparece como ayudante del tigre en la cacería, pero este no le ofrece nada a cambio, le da siempre migajas. El zorro paciente espera que el tigre llegue al hartazgo, por lo general, le encarga que lleve parte de presa a la tigresa. El zorro suele vengarse: no solo come parte de la presa sino que desea a la pareja del tigre (o, suele decirle que el tigre a ordenado que se acueste con él). Pero el tigre no lo vence, suele escaparse.  Sigo aquí un relato de procedencia aymara recogido en 1954:
“Y no le ha querío dar nada y  él había comido lo mejor.
Y después, el zorro se ha desconsolado del todo. Y que ha comido el tigre y si ha dormido el tigre. Y entonce el zorro le agarró la vejiyá de la ternera y la había puesto al sol. Y había pillau muchas moscas y guanqueiros, y los había echau adentro. Y entonces empezaron a bramar adentro de la vejiya los bichos. Y después que le había atado en la punta de la cola al tigre, y recién le había gritau. Lo recuerda, y entonce le dice:
–¡Tío! –que le gritaba-, allá vienen unos cazadores. Parece que traen muchos perros.
Y se ha recordado el tigre y ha dicho, asustado:
–¿Son muchos?
–¡Son muchos, muchos! –le ha dicho el zorro, y ha disparao el zorro para que dispare el tigre.
Y ha disparao el tigre.”[2]
El tigre se dará cuenta “que lo ‘staba jodiendo el zorro”, lo persigue, “Y lo ha buscau y no ha podido dar con él” (255), cuenta Jesús Perea (50), de origen aymara.  El tigre decide hacerse el muerto con ayuda de carancho que han difundido su muerte, el “sobrino” va a ver al tigre muerto, pero, lo dice el narrador, “Y el zorro es muy descofiau.”, se acerca despacio al “muerto”, se da cuenta que no lo está y dice que los difuntos sueltan su ventosidad, el tigre, torpe hace: “–Dijunto que se péi no velo yo- y si ha disparu el zorro y hasta el día de hoy no lu han visto más.”
La torpeza del tigre aparece documentado en relatos mapuches.  El zorro siempre tiene hambre y preferencias, ya en contexto vinícola –por cierto-, tiene exquisiteces. Roba terneras, roba vino y el granjero, claro, se da cuenta que sus botijas están desabastecidas.  Esto en  “El zorro y el león” contado por  Bautista Linares () ddd y recogido por en 1988:
“Entonces pone una trampa, en la que cae el zorro, es un mono de brea, es atrapado. Pero el tigre “aparece” y pregunta:
-¿Qué le pasa a mi sobrinito que está atado?
-Usted sabe-dice el zorrito mentiroso- que me quiero casar con la hija del rey, y como soy tan chiquito no me dejan. Pero si me suelto delante del rey, sí voy  a poder casarme con ella. Por eso me tienen atado.
-Déjeme atado a mí, que yo soy más fuerte.” (Fernández 1999: 211)
Ya sabemos la historia: es la misma del zorro-cuy (o conejo) que come las plantas del campesino. El león será el castigado, pero éste no podrá nunca capturar al zorro: “Y esta vez también ganó el zorro.” (212)
Al igual que el  zorro el tigre teme a los cazadores (perro), asunto que aprovecha. Y se burla haciendo una chascada que simula la que al fin hay del entre cuy y atuq. El zorro es capaz de vencer al tigre cuando entra en una madriguera: suele engatusar a los aliados del tigre. En el mismo sentido, al igual que el tigre, puede ser vencido por los galgos (aquí funciona el perro como aliado del hombre, del colono o el blanco). Pero al fin, la astucia es una de las heredades del zorro a la humanidad, así lo dicen los relatos (“Por qué los araucanos son fuertes como los leones, astutos como los zorros y prolíferos como los yokones”; Koessler-Ilg: 105-):
         “La verdad es que la leche de la leona y de la zorra hizo de los araucanos seres fuertes, astutos y de buen carácter, mientras que los yokones dulces hicieron fecunda a la raza, porque los indios araucanos son, al igual que los yokones, cuantiosos como las arenas del mar. Y son más sobrios que cualquier raza, porque ninguna es tan noble como la de los araucanos. (Koessler-Ilg: 105)

No hay que olvidar, que el zorro es astuto, hábil, sabe sortear los enredos y sabe sobrevivir como hace el ser humanos (“es capaz de comérselo todo”) que sugiere a la par que puede hacer lo que realizan la gente.

Referencias:
Chertrudi, Susana. Cuentos folklóricos de la Argentina. Buenos Aires: Instituto Nacional de Antropología, 1964
Fernández, César A. (Ed.). (1995) Cuentan los mapuches. Antología.  2ª ed. Buenos Aires: Ediciones Nuevo Siglo, 1999.
Koessler-Ilg, Bertha. [1954]Cuentan los araucanos.  Mitos, leyendas y tradiciones. 5ª ed. Buenos Aires: Ed. Del Nuevo Extremo, 2000.
Vidal de Battimo, Berta. Cuentos y leyendas populares de la Argentina. Buenos Aires: ECA, 1980



[1] Expreso mi agradecimiento a los colegas que han compartido conmigo sus materiales. En especial a Elena Altuna (Universidad de Salta) y Claudia Rodríguez (Universidad Austral).
[2] Fue narrado por “Jesús Perea, 50 años, Cafayate, Aimara, Salta, 1954.” (Gertrudi 256).