
Si
para la década del 70 los libros sobre relatos orales -digo, mejor, de
procedencia oral- de La libertad se podían contar con los dedos de la mano; a
inicio de esta década, las publicaciones sobrepasan la decena. Recordemos que estos trabajo, en parte
lo debemos a las monografías o tesis que se presentaron en la UNT y a los
diagnósticos situaciones que, por entonces, se hacían. Sin embargo, son pocas las producciones que llegaron al formato libro. Esto evidentemente no quiere decir que los
relatos dejaran de contarse, ¡no! Recordemos que, independiente de la letra, la
tradición oral va a continuar. Aludo, ciertamente, a las formas cómo se registra nuestra cultura y cómo pueden servirnos para refrescar la memoria desde la
escuela.

Los
años siguientes llegan con una suerte de
silencio. No hay publicaciones que hayan merecido nuestra atención –en todo
caso, debo advertir las dificultades de circulación de los materiales- aunque
corresponde indicar que se produjeron algunos concursos como el que propició el
diario La Industria.
En
lo que va del siglo XXI, esta preocupación por incluir –e inventar- un tipo de
relato que aluda a la historia moche se ha hecho más evidente y ha ido
acompañado por los impulsos de nuestros autores y dinámicas editoriales
regionales, en especial, Papel de Viento. Este esfuerzo se reinicia el 2007 con la
segunda edición de Tradiciones de
Trujillo de Carlos Camino Calderón, que, como es obvio se refiere al
universo señorial de la ciudad central de la región. Le siguió Imágenes de arena de Rafael Mendoza
Bejarano, cuyos relatos descentra el escenario privilegiado de la ciudad centro
para ir a los márgenes, donde también se cuenta: El Porvenir. Al año siguiente,
Carlos Alva publica Sucedió en Trujillo…
Anécdotas de Trujillo (2008) apuntes rápidos que le saca
ventaja a la anécdota que se repite y que pertenece a la fabla popular, de allí
que resulta interesante estas versiones.
El encuentro de la sacerdotisa de
Moro con el gran señor Moche, leyenda mochica (2007)
escrita por César Sifuentes Robles, ancla su trama en el mundo moche, reinventa
una suerte de memoria moche de una supuesta sacerdotisa de Moro que visita el valle
de Moche, circunstancias en que
Chiqen conoce a joven moche
Chumir, prometida del heredero de reino. En el duelo muere Chiqen en manos de
futuro gobernador moche Chiputur y la princesa es sacrificada a los dioses. La
sacerdotisa, que según el relato era la más poderosa de la costa Norte, muere con el recuerdo de su hijo. La calificación de
popular hace referencia a la historia moche contada por un narrador de estirpe
moche. El mismo asunto ha sido acogido, también en una colección de relatos
reinventados, aunque tiene parte de la memoria oral, me refiero a la colección
de relatos que aparece como El ceramista
y otros cuentos (2012) que se incluye precisamente “El ceramista”
(firmado por una extraordinaria narradora-esperamos que así sea- María Concepción Valle-Riestra
Fontela), la historia evoca a la Señora de Cao como personaje verosímil, relato
lineal y de tono costumbrista[1].
Este es, pues, el recuento de lo que la letra ha capturado de la voz, de la palabra que se sigue contando en los arenales de la playa, en las noche de ciudad, en los valles poblados de cañaverales, en las ribera de los ríos o la serranía nuestra, cerca al fogón. Simplemente, como solía decir, Simón Robles, "cuento es cuento" y se sigue diciendo.
[1] A propósito de esta colección, dejo constancia
que se trata de relatos que toman nota de la tradición oral o de la vida
cotidiana o son parte de las costumbres locales de la región, que los
estudiantes han llevado a una escritura libre, propia de cuento.
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