Literatura y educación, algunas miradas


He propuesto a mis alumnos y alumnas de la maestría Lengua y Literatura, del Posgrado de la Facultad de Letras (UNMSM) que abordemos nuestra relación con la literatura, esta con la educación. Lo vamos hacer desde nuestra experiencia. Entonces, dejo que se expresen, que fluyan las voces de los (las) maestros (a).

En breve, dejo este breve testamento. La magia de la palabra vive en mí. Mi abuela Juanita solía contarnos todos los días, y claro no sabía que eso también era literatura. Mi abuelo era un gran fabulador. Y mi padre, siempre enamorado de Nati solía –y suele aún- hablar en versos para encantar y seguir cautivando a mi madre. Pero fue en la escuela donde conocí que esas letras tenían una magia especial. Mi profesor de primaria era un hombre dedicado a su labor con empeño. Serio, como eran los maestros de la época. Pero tenía algo que lo hacía diferente cuando hacía sus clases de lenguaje. Estaba preocupado en que nosotros aprendiéramos la lengua culta y los modales de la cultura de occidente, que fue la que aprendí. Esas clases de lenguaje eran especiales. Una vez recuerdo leyó “Los motivos del lobo” de Rubén Darío. Recuerdo como voz hacía que esas palabras comenzaron a poblar el aula, se hacían realidad, veíamos al lobo, al pobre San Francisco hablando al hermano lobo. Entendí que la palabra, que la palabra de la poesía tenía es virtud, la magia de encontrarnos.
Gonzalo Espino
En la foto: fachada del Colegio, Actualmente Víctor Raúl Haya de la Torre.

25 comentarios:

Rosa Céspedes dijo...

Aprendí a querer a los libros desde muy pequeña, porque fueron mi mejor compañía. Porque me llevaban a mundos mágicos, desconocidos y misteriosos. A medida que crecía comprendí que la literatura no solo estaba compuesta de cuentos de hadas, con finales felices; sino que también reflejaba realidades crudas, amargas. Descubrí que la literatura era más que una palabra bella, comprendí entonces que era una voz activa. Cuando decidí ser profesora de Lengua y literatura sabía que no era una tarea fácil lograr que mis alumnos sientan un apego casi mágico por los libros, sobre todo en un mundo tan diferente al de mi infancia y adolescencia. Es por ello, que siempre antes de leer alguna obra literaria el primer día hago una animación a la lectura. Lo primero es enseñar al alumno que interactué con el libro, que vea que es un objeto maravilloso que espera ansioso ser leído. Para lograr eso realizó algunas dinámicas como leer al aire libre, aprovechando las aéreas verdes del colegio. Otra forma de motivación que aplico es haciéndoles un recuento de las partes más interesantes de la historia y les digo que si quieren saber el desenlace empiecen a leerlo. Creo que uno de los errores mayores que usamos con los primeros lectores es aplicarles un control de lectura, hay otras formas de evaluar sus avances a través de crucigramas, de infografías o invitando al autor del libro leído y que los alumnos preparen una encuesta sobre su obra leída.
Estoy convencida que si todos como buenos maestros contribuimos a formar lectores, el Perú del mañana tendrá más premios Nobeles en Literatura por celebrar.

Anónimo dijo...

Leonor Valdez.
Para despertar el amor a la literatura, el ejemplo de los padres y de la familia en general es básico. Difícilmente puedo recordar cuándo comenzó mi relación con los libros: siempre estuve rodeada de ellos y de la lectura. El ejemplo de mis padres y de mi abuela materna, gran aficionada a la poesía, fueron fundamentales, pues la lectura era parte de su vida y de la vida de la familia. Por eso no era extraño que, a pesar de ser seis hermanos, cuando éramos niños y adolescentes, en nuestra casa, normalmente ruidosa, hubiera momentos de mucho silencio porque todos estaban "metidos" en la lectura de alguna obra. Lo normal en mi casa era que todos estuvieran leyendo un libro. Desde muy chicos nos leían. Era maravilloso poder entrar en el mundo del libro, conocer las historias y los mundos que ahí se contaban. Me pregunto cuánto de lo que sé lo aprendí solamente gracias a la lectura y a la reflexión que produce. Pero no solo hubo esta literatura escrita, también se dio en nuestras vidas la literatura oral: durante nuestra infancia vivíamos en una hacienda y el cocinero de la casa contaba historias (¿inventadas?, ¿tradiciones orales?, no lo sé); a nosotros nos fascinaban, en ellas había elementos mágicos, de aventuras, de misterio..., historias que no se parecen a ninguna que haya leído después; no nos cansábamos de escucharlas.
Actualmente enseño Lengua Castellana, no Literatura, pero la lectura es también parte del programa que usamos. He visto gratamente que la mayoría de mis alumnos (estudiantes de carreras relacionadas con el mundo empresarial) leen las obras que se les indican y he notado que tienen especial interés en las que son escritas por peruanos. Desgraciadamente, algunos, los menos, afirman que nunca han leído un libro completo..., que en el colegio no los hicieron leer y que en su casa nadie lee. Trato de motivarlos hablándoles de los beneficios que la literatura les puede brindar, les digo que comiencen con cuentos de autores peruanos con los que puedan identificarse. Un gran peruano dijo que el Perú se levantaría sobre el polvo de una biblioteca, así lo creo...

Anónimo dijo...

Carlos Peláez.
Mi NANA.Sí, mi relación con la literatura tiene que ver directamente con mi NANA,así,con mayúsculas.Ella, sin duda, es la responsable de mi temprano estremecimiento literario.Quisiera decir también sexual,pero sé que este tema es de otro costal,o,mejor,de otra alforja.Sofía,mi NANA,me leyó cuentos y poesías hasta cuando se le quemaba el arroz.Nunca dejó de hacerlo hasta que mi padre la despidió.Sin embargo, no me sentí solo,pues ella,mi NANA,no solo me enseñó realmente a leer,sino,además, fue quien educó y refinó mi gusto literario.Es decir, me enseñó a disfrutar y gozar con los tres fascinantes misterios de la literatura:La palabra,la memoria y la imaginación.Por eso,no me sentí solo,al contrario,sigo con ella.Por eso,hoy,para mí,recrear artísticamente tanto la palabra como la memoria y la imaginación significa disfrutar del más noble y sensible placer.Discúlpenme el atrevimiento,pero sexualmente es como disfrutar de una erección sin remilgos.Mi NANA,entonces, fue quien,a través de su palabra humilde y sabia, me educó y enseñó que cada palabra debe ser una poesía, y cada frase, una caricia sensual.Ella,permítanme otra vez esta figura,me enseñó a hacer el amor con las palabras.Me enseñó a acariciar sus silencios,besar sus entrañas,entreoír sus gemidos,saborear sus tanteos,poseer desenfrenadamente sus ritmos.En fin,me enseñó a gozar en cada encuentro con las palabras.Pero,ojo,ojito,además,me enseñó también que la palabra es poderosa.Es decir,me enseñó que hay que usarla con con el poder que ellas tienen, pues una o dos de ellas pueden,por ejemplo,torcerle el cuello a algún dictador,mentarle la madre a la realidad, y hasta reventarle la puerta a la indiferencia.Con esto quiero decir que Sofía no solo educó,a través de la lectura, mi gusto literario,sino,además,me enseñó a expresarme exprimiendo las palabras,pues tantas veces me hizo recrear y reescribir lo leído.Yo debía modificar los versos de algún poeta, o cambiar el final de tantos cuentos.Además,mi Sofía me legó algo importantísimo que,felizmente,aún retumba en mis oídos como un retintín.Es decir, es su voz inquisidora preguntándome POR QUÉ a todo.Por qué,por qué y por qué.Por otro lado ¿Qué sería de la palabra sin la memoria y la imaginación?Nada.Por eso, gracias a mi NANA, hoy sudo,tiemblo,me estremezco,soy feliz cuando imagino.Mi NANA me enseñó que la imaginación es una bella contorsionista.Es decir, que con ella puedo crear y recrear lo que me plazca.Por ejemplo:Veranear con Borges en la luna;acostarme con Ana Karenina mientras Ribeyro distrae a Tolstoi;jugar lingo con Sartre,Dostoiewsky y Vallejo;discutir con Onetti si Dulcinea es virgen o San Agustín maricón y,por supuesto,resucitar a Julio Cortázar y torturarlo hasta que declare dónde mierda dejó a la Maga.En fin, mi NANA me enseñó a gozar de la literatura tanto como lo gozó Onetti cuando escribió:"A mí me gustan los grandes poetas. Los demás no me interesan. No hay término medio en la poesía"Por todo lo dicho, hoy intento seguir el ejemplo de mi NANA como educador.Es decir,intento ser el NANO de la literatura.O sea,revivir con mis potenciales alumnos académicos y de a pie, lo que viví y me enseñó mi NANA.Esto es,amalgamar la rigurosidad académica con el gusto y la pasión por la literatura.Cosas de la vida, mi NANA se hizo, con el tiempo,profesora de literatura y hoy,maldita sea, vive con un sueldo miserable de profesora casi jubilada.Gracias,Sofía.Gracias,mi NANA.

Anónimo dijo...

FRANCISCO TAVARA CORDOVA:
Confieso que de profesión soy abogado, y en alguna oportunidad ejercí también la docencia, y no cabe duda que la literatura es la creación sagrada que se piensa y se estructura a partir de los elementos culturales de las sociedades, hablar de literatura es reflejar no sólo el sentir y la sensibilidad de cada creador, sino que expresan una ideología de los pueblos, de la palabra de nuestros padres, los acontecimientos históricos y cotidianos, así como la concepción de belleza que vive en cada cultura.

Debo expresar que a menudo veo en mis sobrinos la falta de motivación por la lectura, pero la pregunta sería que deben leer, es decir que estrategia didáctica debe usar el maestro en los colegios para que amen a “la Odisea" o a la “Iliada”; pues el niño y el joven deben identificarse con el “Padre Homero”, a propósito dicho término fue acuñado por Mario vargas Llosa en un pequeño ensayo publicado en el Diario “EL Comercio”.
No cabe duda que hoy en día se debe apelar a la didáctica para hacer docencia, es decir que tipo de metodología debe utilizar el maestro para convencer al alumno para que se encuentre inmerso con cada obra que lee.
Recuerdo a mi profesor que a través de su palabra, tenía una concepción mágica del mundo, y que hoy confieso que: “… es una forma de vivir”, tal como lo profesa Mario Vargas Llosa en la obra “Cartas a un novelista”. En ese sentido pienso que los estudiantes deben estar atento a las señales de la esencia del mundo que muchas veces se manifiesta en la literatura.

Unknown dijo...

Deysi quito : Deseo confesarles algo bien importante, que obtuve , luego de leer las anécdotas de mis compañeros anteriores. Quedé maravillado con todo lo expuesto. Siento mucha admiración por ellos, y la forma en que, adquirieron, la inclinación por la Literatura.
En comparación de ellos, no fui motivada para la lectura; puesto que mis padres, no concluyeron sus estudios primarios, cómo han de motivarme si solo se dedicaron al trabajo para poder sustentar a sus siete hijos, en la que, como hija mayor tenía muchas responsabilidades. Ni siquiera obtuve una motivación en el colegio, ni en la Universidad. Los catedráticos que me enseñaron literatura, traían biografías de los autores, fechas, Historia sobre los movimientos y corrientes Literarios, resúmenes, etc. Cosas aburridas. Esto motivo que, no enseñe Literatura, puesto que no me sentía preparada para hacerlo y, opté por enseñar Ingles, que es, lo que me apasiona. Pero, ahora que estoy estudiando Maestría, me estoy dando cuenta que, es importante la lectura. Ahora que estoy leyendo obras, puedo darme cuenta de las maravillas que contiene una obra Literaria. Les confieso que, al inicio me daba sueño, que cuando estaba leyendo, y estaba en un pasaje importante, sentía que ya estaba dormida, cómo así se cerraban mis ojos, no lo sé, pareciera como que algún duendecillo jalara mis pestañas jejjee. Entonces pensaba luego de despertar en: Leonor, el Dr. Távara, Camus, en esa habilidad que tienen por la lectura. De todo esto, puedo deducir que, cómo maestros tenemos una gran tarea en las aulas de una Institución Educativa, el de, influenciar en los alumnos por el hábito, a la lectura.Carlos please, no me critiques.

Anónimo dijo...

LAURA DIAZ JESUS
Definitivamente, me considero una maestra apasionada. Una de mis pasiones es leer con mis alumnos, con ese juego de voces, capaz de transportarlos a distintos mundos, capaz de escarpelar su ser por la imaginación que provoca el hábito lector.

La última obra que les leí fue "Crónica de una muerte anunciada" Confieso que al principio tuve miedo por la temática. Pero no me equivoqué, qué tal impacto y cuántos aprendizajes se concretizaron. Luego les proyecté un video basada en la obra. Finalmente, convencida que debo desarrollar capacidades, les pedí establecer un cuadro de diferencias y semejanzas entre ambas. Cuando les pregunté qué les había gustado más, el 90% señaló la obra. Mis chicos fundamentaron que se frustraron al no ver dos momentos impactantes de la obra: la primera, la autopsia que le realizan a Santiago Násar; y la segunda, cuando Santiago Násar es asesinado, y su cuerpo puede seguir caminando con los intestinos fuera. Cuando yo les leí, esta dos escenas, ellos lo vivieron: su imaginación pudo más.

La última propaganda que estoy haciendo en el aula es a "Eugenia Grandet". ¡No tengamos miedo de acompañarlos en la lectura!¡Formemos hombres y mujeres apasionados por la Literatura.
Gracias, por ser mi maestro: Gonzalo Espino.

Unknown dijo...

Recuerdo que cuando era pequeño en casa, por las tardes, cuando oscurecía, me contaban la narraciones y tradiciones de Apurimaq que es de donde proviene mi familia. También recuerdo que alternaba esas narraciones tomando casi por asalto la pequeña biblioteca que un primo mío, mayor por varios años, tenía. Fue una combinación de la narrativa oral apurimeña y la lectura de Dumas, Verne, Vargas Llosa, Poe, Vallejo, Darío, entre tantos otros autores que devoraba con fruición la que me acompañó en esos años. Y eso fue lo que me hizo, poco a poco, que me motivara a escribir (tanto narrativa como poesía). Cuando terminé el colegio ya tenía mi derrotero a seguir. Ingresé a San Marcos y en ese trancurrir tuve la oportunidad de enseñar aquello que tanto me gusta. Descubrí, con pesar, la mala formación mis alumnos de entonces. Decir Literatura para ellos era hablar de biografismo, de leer fragmentos, en fin, les sabía a aburrimiento. Mi enfoque fue dejar de lado aquello y darles oportunidad a que mostrasen su creatividad. Y su acercamiento a lo literario se hizo más productivo. Ya no eran obligados a leer en estricto tal o cual obra, y sin embargo, nunca faltaba comentario sobre las obras que estaban leyendo. Luego mi andar me llevó por otros rumbos, no pude hacer un seguimiento si alguno de ellos en particular había seguido el camino literario, pero vi en ellas y ellos que cuando se les despertaba la parte creativa ganaban más que cuando solo se les hacía meros receptores de conceptos. Hace poco un ex ministro dijo, como máxima verdad, que el Perú necesitaba ingenieros desdeñando con ello cualquier otra disciplina y como si solo la técnica bastase para abarcar un país tan complejo y rico como el nuestro. Creo que la creatividad, desde cualquier oficio o disciplina, es la que nos va a dar ese plus que nos hará destacar. Y si en algún momento retomo la senda de la enseñanza de seguro me abocaré en despertar la parte creativa de mis alumnos.

Yulisa Huamán dijo...

Yulisa Huamán:
De niña, en vacaciones, solía distraerme con algunos libros de cuentos peruanos que papá guardaba en su multifacética biblioteca. No se imaginan la impotencia que sentí ante los abusos que se cometían contra el pobre Paco o la conternación que me causó Cunce Maylle imaginándome sus intestinos gruesos colgados en la entrada de su choza. Husmeando un poco más me atreví a leer La Odisea y luego La Ilíada, debo confesar que, aunque no entendí muy bien, por la mitología que aún desconocía, lloré junto a Aquiles que sufría por la muerte de Patroclo. Por su parte, mamá bordaba mi imaginación relatándome historias de aparecidos, gentiles, jirkas... En el colegio, recuerdo que, lamentablemente, los profesores no nos asignaban a leer obras literarias, sólo resúmenes o fragmentos.
Fue en la universidad, cuando mi prof. de Lengua Española me invitó a integrar un grupo literario, al que asistía infaltablemente los viernes para regodearme, junto a mis amigos, con las anécdotas de Neruda y sus inolvidables versos, las fabulaciones de Gabo o Mario Vargas Ll., entre otros (que no cito por espacio)a la vez que compartíamos nuestros primeros intentos de "escribir"...
Cierta vez trabajé en un colegio cuyos alumnos me recordaban que "no tenían gratas experiencias" con la literatura, al inicio fue un poco difícil mudar esa idea; sin embargo, los motivaba narrándoles algunas anécdotas de los escritores, seleccionando textos con temáticas en las que ellos se identifiquen. Empecé a notar un cambio de actitud en ellos, cierta predispoción hacia la lectura, a contagiarse por esa magia...

Anónimo dijo...

Lorena Fernández :
El gusto por la literatura y el amor a todo lo que pueda desbordar la imaginación, es responsabilidad de dos personas: mi madre y mi abuela, ellas desde pequeña hicieron que pueda crear e imaginar mundos posibles; con cada historia narrada me enseñaron que la imaginación no tiene límites.
Recuerdo que mi madre antes de dormir me contaba la historia de un monito, un zorro y la luna (ella podía convertir la luna en queso solo con sus palabras y para mí era cierto), recuerdo también la historia de una hermosa lúcuma encantada, cerca al río de Angasmarca, pueblo ubicado en la provincia de Santiago de Chuco, departamento de La Libertad (lugar de nacimiento de mis padres y abuelos)
Mi abuela solía contarnos la leyenda de la Zamparona, mujer que hacia beber de sus “chuchos” la leche amarga que de ella salía, esto lo hacía a los niños que no obedecieran a sus padres.
Todas estas historias que ellas me contaban hicieron que poco apoco me interese por la literatura, recordando El principito, El tungsteno, Tom Sawyer, Mi planta de naranja lima, primeras obras leídas en mi niñez, para luego en primer año de secundaria conocer a Valdelomar , Vallejo , Arguedas quienes hicieron que mi gusto se acreciente más.
Mi profesora de secundaria despertó en mí el gusto por la enseñanza, sus clases era motivadoras, y más aún con las obras que comentábamos en clase, recuerdo que todos los martes y jueves se convirtieron para nosotros en una tribuna para poder expresar nuestras ideas , gustos e intereses. En la Universidad conocí y leí mucho más, conocí gente más apasionada que yo en el gusto por lo literario de quienes aprendi mucho.Tengo la suerte de seguir conociendo gente que tiene los mismo intereses y gustos.
La tarea de los docentes es mucha, la clave está en la motivación que se les dé, como lo mencionó Gabriel, literatura no es biografismo ni leer simples fragmentos, es despertar en ellos su poder de imaginación, de creación literaria y conseguir que a través de la palabra nuestros alumnos puedan expresar ideas de interés general y permanente.

Renee Ivancovich Gamero dijo...

Renee Ivancovich Gamero.-
¿Cómo empezó el gusto por la literatura? ...mmm no sé si fue cuando estaba en primaria,cuando imaginaba historias incrébles y las contaba a mi madre- y le encantaban,siempre me lo decía.
Perdí el contacto con todo tipo de historias,hasta que mi maestra de Literatura,mi recordada profesora Elsa Delgado,nuevamente avivó en mí ese deseo ferviente con lo mágico y lo artístico.En un inicio,recuerdo que me aburría con algunas lecturas que mi maestra "obligaba " a leer,pero fue con el Quijote que me enamoré.Ella habia dejado una ficha de lectura,y yo me "encerré" en el cuarto de mi casa.No pasó más de veinte minutos y ya estba viviendo con los personajes,me imaginaba a Sancho con sus preguntas y reía a morir.
Ese contacto con los personajes con lo que estaban viviendo me hizo definir mi profesión.
Es tan difícil,pero no imposible recrrear en los alumnos las obras,animarlos a leer y que vivan con cada acción,hecho,suceso de las narraciones.
Sin imposiciones,ni restricciones,darle un nuevo enfoque a la literatura en la Educación Básica Regular es importante para que los estudiantes se sientan cautivados por ella.

Anónimo dijo...

Iris Bellido:
Diría que el regalo de un libro a los siete años fue mi iniciación en el mundo letrado, pero mi apego a las letras se dio por la hermosa manera de narrar de mi profesor de primer grado. Nunca olvidaré su histrionismo al explicarnos los hechos de la Guerra del Pacífico. Llegaba a casa y lo relataba a mis cuatro hermanos y a mi madre que quedaban fascinados con el relato. Luego, corría a mi Escuela Nueva, para enterarme más. Cada año me regalaban un libro. Estando en tercer grado hallé un libro enorme, ¡tantas letras! ¡tendrá mucho que contar! emocionada lo cogí y leí historias fantásticas sobre un dragón, trompetas y fin del mundo. Había encontrado una biblia y leía el Apocalipsis. No podía parar de leer. Mi padre había comprado una colección de libros: 12 tomos de Mi libro encantado.Lo devoré. Luego vendrían las interesantes historias sobre almas en pena y pishtacos que oíamos por parte de mi madre, aprovechando un apagón que permitía la unión familiar forjada a la luz de las velas. Al llegar a la secundaria ya no había nada que leer. La enseñanza se limitaba a datos. No lectura auténtica. La universidad me llevó por los caminos del análisis. La docencia me motivó a investigar más y a leer las obras enteras a fin de no quedar mal con mis estudiantes. Pero recién hace dos años me dediqué a trabajar de manera sistemática con mis alumnos este tema. Los reté y me reté a mi misma. Leíamos obras enteras, conversábamos sobre ellas. Muchos descubrieron con Julius que la lectura también traía diversión. Encontraron en Allan Poe mas suspenso que en las películas de terror, l, otros se llenaban de indignación con el final de Aves sin nido,una niña lloró con el final de María. De pronto estalló. Descubrí que también los padres leían. Cinco chicos hicieron competencias espontáneas de leer un libro entero hasta en una semana. Mi hija leyó Fausto en en seis días. Otra chica quería ser como Matilda.jaja. Tantas experiencias. La meta trazada fue leer libros enteros. Eso ya se estableció. Y al escucharlos en Mi novela favorita, ver una película alusiva, o simplemente charlar sobre esto, la experiencia se enriquece. NI qué decir de la emoción que se percibe cuando algún iluminado lee apropiadamente a Chocano, Bayli o Valdelomar ... En fin... Me introduje en este mundo, por el deleite del escuchar las narraciones de mi profesor del primer grado.

Anónimo dijo...

Iris Bellido
Ahhhh, error, horror, no quise decir Bayli(qué tal lapsus), sino Bécquer...

Fe de e-ratas (están de moda)

Anónimo dijo...

José Alexander CAMUS CUBAS:
Llegue a casa. Espere que se duerman todos, prepare un café y surge el contacto con los teclados, quienes son los confidentes de las siguientes líneas que paso a exponer: … Aún parece ayer cuando a muy poca edad mi madre (en adelante con el apelativo linda) me llevo a recitar en aquel jardín llamado la “Cruz Roja”, repitiendo mi primer poema: “Esta clase es un jardín, Cada niño es una flor: La maestra, el jardinero. Que nos cuida con amor”.
Mientras mi Padre trabajaba en el Ministerio de Educación, en aquel entonces llamado INIDE – Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo, trabajaba en la Sección de Artes Gráficas, y luego hacia sobre tiempo en el Editorial Monterrico, por ello nunca nos faltaba cuadernos y libros.
Inicial, Primaria y Secundaria estudie en un Colegio Estatal, donde era extraño que algún compañero recurra a leer obras literarias, sino fuera por linda creo que nunca hubiera tenido el apetito por la lectura, ella constantemente era energía y motivo para sumergirme dentro de la literatura. Además linda me enseñaba muy bien los números, pero aún no puedo explicarme porque aquél 18 de febrero, tuvo que abandonarme.
Fui creciendo y conmigo aún estaban algunos libros que linda conservaba en una biblioteca muy antigua, ahí estaba Crimen y Castigo de Dostoyevski, El Proceso de Kafka, y los Miserables de Víctor Hugo, entre otros; claro no era una Edición de Cátedra, Aguilar, o Colección Austral, pero me sirvieron las citadas obras para decidir por una carrera profesional: Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
San Marcos, no necesita mayor presentación, simboliza el Perú en toda su dimensión, como dicen algunos es todas las sangres.
Ya cuando cursaba mi primer año de estudios generales en la mencionada casa de estudios, recién escuche a mi Profesor de Literatura: “Bances”, hablar del Modernismo y del Pos modernismo de la Literatura.
De otro lado mis compañeros, se deleitaban hablando de novelas, cuentos y ensayos, es más se gozaban comentando no sólo de Marx y Engels, sino de José Carlos Mariategui y sus siete ensayos de interpretación de la realidad peruana.

Anónimo dijo...

José Alexander CAMUS CUBAS:
Llegue a casa. Espere que se duerman todos, prepare un café y surge el contacto con los teclados, quienes son los confidentes de las siguientes líneas que paso a exponer: … Aún parece ayer cuando a muy poca edad mi madre (en adelante con el apelativo linda) me llevo a recitar en aquel jardín llamado la “Cruz Roja”, repitiendo mi primer poema: “Esta clase es un jardín, Cada niño es una flor: La maestra, el jardinero. Que nos cuida con amor”.
Mientras mi Padre trabajaba en el Ministerio de Educación, en aquel entonces llamado INIDE – Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo, trabajaba en la Sección de Artes Gráficas, y luego hacia sobre tiempo en el Editorial Monterrico, por ello nunca nos faltaba cuadernos y libros.
Inicial, Primaria y Secundaria estudie en un Colegio Estatal, donde era extraño que algún compañero recurra a leer obras literarias, sino fuera por linda creo que nunca hubiera tenido el apetito por la lectura, ella constantemente era energía y motivo para sumergirme dentro de la literatura. Además linda me enseñaba muy bien los números, pero aún no puedo explicarme porque aquél 18 de febrero, tuvo que abandonarme.
Fui creciendo y conmigo aún estaban algunos libros que linda conservaba en una biblioteca muy antigua, ahí estaba Crimen y Castigo de Dostoyevski, El Proceso de Kafka, y los Miserables de Víctor Hugo, entre otros; claro no era una Edición de Cátedra, Aguilar, o Colección Austral, pero me sirvieron las citadas obras para decidir por una carrera profesional: Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
San Marcos, no necesita mayor presentación, simboliza el Perú en toda su dimensión, como dicen algunos es todas las sangres.
Ya cuando cursaba mi primer año de estudios generales en la mencionada casa de estudios, recién escuche a mi Profesor de Literatura: “Bances”, hablar del Modernismo y del Pos modernismo de la Literatura.
De otro lado mis compañeros, se deleitaban hablando de novelas, cuentos y ensayos, es más se gozaban comentando no sólo de Marx y Engels, sino de José Carlos Mariategui y sus siete ensayos de interpretación de la realidad peruana.

Anónimo dijo...

Francisco Távara Córdova:
En mis primeras letras existen recuerdos imperecederos: Mi madre fue educadora, maestra de escuela, y para ser aún más preciso, de escuela rural, en un caserío situado al interior del Departamento, hoy región Piura (a poco más de 1,000 m.s.n.m).

En dicho lugar aprendí, junto con niños campesinos, las primeras letras, sentados sobre rústicas carpetas, si así podía llamárseles a algunas improvisadas bancas, construidas por los propios padres de familia. El Estado estaba aún más ausente.

Se celebraban, cómo no, conocidas efemérides: Día de la madre, Día del Indio (24 de Junio, hoy eufemísticamente, Día del campesino), Día de la raza, del idioma, por supuesto fiestas patrias: y la maestra, léase mi madre, organizaba “veladas” memorizando y diciendo breves poesías o participando en sencillas representaciones.

Había bastante disciplina y la única docente en esta solitaria escuela, que se alegraba con el bullicio de los niños, cual pajarillos libres y cantores; era más exigente con sus parientes, “para que no crean que pasan por agua caliente” solía decir enérgicamente.

Por las noches, alumbrados por un “candil” o una “moderna” lámpara “Petromax” a kerosene, nos leía el catecismo o pasajes bíblicos, de textos impresos a colores y letras grandes.

Recuerdo también que el primer día de clase, como ocurría en toda escuela fiscal se nos entregaba un cuaderno y un lápiz de carbón, que debería durar para todo el año.

En la secundaria tenía un profesor de Castellano y Literatura que motivaba a leer las distintas obras literarias, alo que debo agregar que mis hermanos mayores estudiaban ya en la Universidad Nacional de Trujillo, quienes me remitían diversas obras literarias de variados géneros, como no recordar a José María Arguedas con sus novelas y cuentos, como el Yawar Fiesta y el Sexto, así como novelas carcelarias.

Todos estos antecedentes aunados a mi natural inclinación por la lectura que llega a convertirse en una adicción, claro esta en un buen sentido de la palabra, que explica mi presencia en esta Maestría, ya que soy abogado y magistrado de la Corte Suprema de Justicia de la República. Además soy consciente de que el abogado y en especial el Magistrado debe cultivar el arte en cualquiera de sus expresiones ya sea através de la literatura, la música, la poesía, la pintura, en fin estas disciplinas contribuyen a ser cada día mejores profesionales, y porque no decirlo es una expresión de sensibilidad que debe ser característica de todo ser humano, de todo profesional, y de todo abogados y con mayor énfasis de un Juez que resuelve diariamente conflictos sociales.

Anónimo dijo...

Francisco Távara Córdova:
En mis primeras letras existen recuerdos imperecederos: Mi madre fue educadora, maestra de escuela, y para ser aún más preciso, de escuela rural, en un caserío situado al interior del Departamento, hoy región Piura (a poco más de 1,000 m.s.n.m).

En dicho lugar aprendí, junto con niños campesinos, las primeras letras, sentados sobre rústicas carpetas, si así podía llamárseles a algunas improvisadas bancas, construidas por los propios padres de familia. El Estado estaba aún más ausente.

Se celebraban, cómo no, conocidas efemérides: Día de la madre, Día del Indio (24 de Junio, hoy eufemísticamente, Día del campesino), Día de la raza, del idioma, por supuesto fiestas patrias: y la maestra, léase mi madre, organizaba “veladas” memorizando y diciendo breves poesías o participando en sencillas representaciones.

Había bastante disciplina y la única docente en esta solitaria escuela, que se alegraba con el bullicio de los niños, cual pajarillos libres y cantores; era más exigente con sus parientes, “para que no crean que pasan por agua caliente” solía decir enérgicamente.

Por las noches, alumbrados por un “candil” o una “moderna” lámpara “Petromax” a kerosene, nos leía el catecismo o pasajes bíblicos, de textos impresos a colores y letras grandes.

Recuerdo también que el primer día de clase, como ocurría en toda escuela fiscal se nos entregaba un cuaderno y un lápiz de carbón, que debería durar para todo el año.

En la secundaria tenía un profesor de Castellano y Literatura que motivaba a leer las distintas obras literarias, alo que debo agregar que mis hermanos mayores estudiaban ya en la Universidad Nacional de Trujillo, quienes me remitían diversas obras literarias de variados géneros, como no recordar a José María Arguedas con sus novelas y cuentos, como el Yawar Fiesta y el Sexto, así como novelas carcelarias.

Todos estos antecedentes aunados a mi natural inclinación por la lectura que llega a convertirse en una adicción, claro esta en un buen sentido de la palabra, que explica mi presencia en esta Maestría, ya que soy abogado y magistrado de la Corte Suprema de Justicia de la República. Además soy consciente de que el abogado y en especial el Magistrado debe cultivar el arte en cualquiera de sus expresiones ya sea através de la literatura, la música, la poesía, la pintura, en fin estas disciplinas contribuyen a ser cada día mejores profesionales, y porque no decirlo es una expresión de sensibilidad que debe ser característica de todo ser humano, de todo profesional, y de todo abogados y con mayor énfasis de un Juez que resuelve diariamente conflictos sociales.

Anónimo dijo...

Alfredo Velásquez.
¿Por qué la relación con la literatura?En primer lugar, cabe mencionar que la literatura como producto humano manifiesta las conciencias sociales del hombre y, esto me trae un gran recuerdo o tal vez una herencia literaria; es decir, cuando mi padre, un hombre luchador iletrado,tenía entre sus colecciones una joya de la literatura universal, título ASÍ SE TEMPLÓ EL ACERO de Nicolai Ostrovsky.Entonces, cuando llegué a tener uso de razón y aprendí a leer,encontré en la obra la explicación de hombres explotados,de los hombres sin rostro y sin nombre;pero, llenos de fuerza,con una visión futura luminosa que nadie podría destruir.Las letras de Ostrovsky se impregnaron profundamente en mi alma y marcó en mi vida la inclinación hacia la literatura;es más, la vida que lleva PAVKA-PAVEL CORCHAGUIN,personaje principal de esta novela, víctima de maltratos por parte del Estado,se relaciona con la experiencia de mi pasado en un caserío,hoy centro poblado,donde la literatura se difunde en forma oral en el dialecto quechua,del cual me siento orgulloso.El maestro es un ente sencillo y a veces anónimo que realiza una labor de titán,profesional que enfrenta vicisitudes para defender una educación de calidad y para el futuro de los educandos conscientes de su sociedad.

SHEILA GENDRAU dijo...

Primera parte:
En este espacio quisiera narrar mi experiencia como docente del curso de Lecto Escritura en el semestre 2009-II de los estudiantes de la carrera Tecnología Forestal, incluida en la formación de los estudios de Pregrado de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia, en la ciudad de Leticia. El curso estaba organizado para mejorar las habilidades orales y escritas de los estudiantes. Cabe dar cuenta que la carrera de Tecnología es considerada como una carrera universitaria pero a diferencia de otras que son desarrolladas en cinco años, ésta dura tres años. Por lo mismo, muchas veces es vista como poca representativa de los estudios universitarios frente a la carrera de Ingeniería Forestal. En este contexto, el curso podía utilizar textos literarios para reflexionar o hacer ejercicios, como efectivamente se hicieron. Sin embargo, yo tenía la intención de acercarlos a la literatura de una manera que los involucrara mucho más, que los identificara. Por lo cual, pensé que sería interesante que los estudiantes trabajaran el género del Testimonio en la Universidad. Primero les pregunté cómo se sentían ellos en la universidad en relación a las otras carreras de pregrado de cinco años y frente a los estudios de postgrado como son las especializaciones y las maestrías. Los estudiantes reflexionaron y algunos dieron muestras que a veces no eran tan valorados como debería ser. Luego les comenté que a pesar de esta situación ellos formaban parte de una clase de personajes visibles en la universidad. En ese instante conversamos acerca de quiénes eran las figuras más visibles de la universidad, comentaron que los profesores, los estudiantes, los administrativos. A diferencia de otros personajes cuyo trabajo es importante en la universidad pero que no son tan visibles, personas que a veces pasan inadvertidas. Cuando les pregunté quiénes podrían ser ellos, respondieron que tal vez eran los vigilantes, entonces les pregunté si sabían sus nombres y si se relacionaban con ellos y si hacían bromas y si muchos de ellos tenían los teléfonos de otros trabajadores y estudiantes de la universidad y si se tuteaban con ellos. La respuesta general fue que sí. Entonces les volví a preguntar si hay otras personas que no son muy visibles, que a veces pasan a sus lados y no los saludan, además de no saber sus nombres, pero que ayudan a que la universidad funcione, entonces respondieron que eran los trabajadores de Servicios Generales. En ese instante reflexionamos sobre el papel de estas personas, ellos eran los que mantenían la universidad en buen estado, se encargaban de la limpieza, de la carpintería, de la cocina, de los jardines, de los árboles, de todo lo que hacía falta para que los estudiantes y profesores pudiéramos realizar nuestras labores docentes o de investigación. Algunos incluso afirmaron que a veces fueron descorteces con algunos de ellos.

Entonces, les propuse que hiciéramos un reconocimiento de estas personas a través del género testimonial. Les expliqué era el testimonio y cómo a través de él podíamos hacer que los trabajadores de Servicios Generales pudieran expresar sus voces y que así fueran más conocidos y reconocidos ante los demás miembros de la universidad.

SHEILA GENDRAU dijo...

Primera parte:
En este espacio quisiera narrar mi experiencia como docente del curso de Lecto Escritura en el semestre 2009-II de los estudiantes de la carrera Tecnología Forestal, incluida en la formación de los estudios de Pregrado de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Amazonia, en la ciudad de Leticia. El curso estaba organizado para mejorar las habilidades orales y escritas de los estudiantes. Cabe dar cuenta que la carrera de Tecnología es considerada como una carrera universitaria pero a diferencia de otras que son desarrolladas en cinco años, ésta dura tres años. Por lo mismo, muchas veces es vista como poca representativa de los estudios universitarios frente a la carrera de Ingeniería Forestal. En este contexto, el curso podía utilizar textos literarios para reflexionar o hacer ejercicios, como efectivamente se hicieron. Sin embargo, yo tenía la intención de acercarlos a la literatura de una manera que los involucrara mucho más, que los identificara. Por lo cual, pensé que sería interesante que los estudiantes trabajaran el género del Testimonio en la Universidad. Primero les pregunté cómo se sentían ellos en la universidad en relación a las otras carreras de pregrado de cinco años y frente a los estudios de postgrado como son las especializaciones y las maestrías. Los estudiantes reflexionaron y algunos dieron muestras que a veces no eran tan valorados como debería ser. Luego les comenté que a pesar de esta situación ellos formaban parte de una clase de personajes visibles en la universidad. En ese instante conversamos acerca de quiénes eran las figuras más visibles de la universidad, comentaron que los profesores, los estudiantes, los administrativos. A diferencia de otros personajes cuyo trabajo es importante en la universidad pero que no son tan visibles, personas que a veces pasan inadvertidas. Cuando les pregunté quiénes podrían ser ellos, respondieron que tal vez eran los vigilantes, entonces les pregunté si sabían sus nombres y si se relacionaban con ellos y si hacían bromas y si muchos de ellos tenían los teléfonos de otros trabajadores y estudiantes de la universidad y si se tuteaban con ellos. La respuesta general fue que sí. Entonces les volví a preguntar si hay otras personas que no son muy visibles, que a veces pasan a sus lados y no los saludan, además de no saber sus nombres, pero que ayudan a que la universidad funcione, entonces respondieron que eran los trabajadores de Servicios Generales. En ese instante reflexionamos sobre el papel de estas personas, ellos eran los que mantenían la universidad en buen estado, se encargaban de la limpieza, de la carpintería, de la cocina, de los jardines, de los árboles, de todo lo que hacía falta para que los estudiantes y profesores pudiéramos realizar nuestras labores docentes o de investigación. Algunos incluso afirmaron que a veces fueron descorteces con algunos de ellos.

Entonces, les propuse que hiciéramos un reconocimiento de estas personas a través del género testimonial. Les expliqué era el testimonio y cómo a través de él podíamos hacer que los trabajadores de Servicios Generales pudieran expresar sus voces y que así fueran más conocidos y reconocidos ante los demás miembros de la universidad.

SHEILA GENDRAU dijo...

Segunda parte:

Les comenté que este trabajo de Testimonio era electivo, que aquellos que querían participar podrían hacerlo sin ninguna obligación, que el trabajo no tenía nota, sino que era una forma de valorar a las personas. Asimismo, los incentivé porque ellos podrían editar los testimonios y ser también reconocidos por la comunidad universitaria. Sólo dos estudiantes no quisieron participar.

Hicimos un taller sobre qué es el Testimonio como género literario, revisamos dos testimonios peruanos (Soy Señora y Oía mentar la hacienda ) y el texto de de Margaret Randall titulado “¿Qué es y cómo se hace un testimonio?”. Luego hicimos un esquema temático para las entrevistas. Reflexionamos sobre qué preguntas podrían ser apropiados para cada tema que encontramos y la manera en que debíamos acercarnos a los testimoniantes, la sensibilidad que teníamos que tener y la actitud con la teníamos que enfrentarnos a las personas y a lo que iban a contar.

Después de esta actividad tuve una reunión con los señores que trabajaban en el área de Servicios Generales para pedirles autorización. Les expliqué en qué consistía el trabajo, discutieron entre ellos, algunos no estaban tan convencidos o no entendían bien, entre ellos mismos se explicaron un poco más y luego accedieron. Les indiqué que ellos podían contar lo que querían y si se sentían incómodos frente a alguna pregunta tenían el derecho de parar la entrevista.

Este proyecto fue una experiencia muy emotiva, otros profesores prestaron grabadoras y cámaras fotográficas a los estudiantes. Los estudiantes se compenetraron con las vivencias, las experiencias y también con las preocupaciones que manifestaban los testimoniantes. Las entrevistas se concretaron aunque la edición no fue hecha en su totalidad; por lo que en la actualidad me estoy haciendo cargo del trabajo final.

Esta fue la forma de acercar a mis estudiantes hacia el uso de la palabra a través de la literatura y hacia el reconocimiento de señores tan importantes en la universidad como don Calixto, Don Luis, don Nelson, doña Ilmer, doña Alba, don Fernando y don Manuel.

Anónimo dijo...

Delta Rea. Nací en "Ese puerto existe" de Blanca Varela. Más aún, me enorgullezco de que José María Arguedas haya entablado una estrecha amistad con mis abuelos, a raíz de las largas temporadas que este reconocido escritor pasaba en este rinconcito de ensueño en el cual crecí. Pero a pesar de todo ello, en mi hogar nunca hubo un mayor acercamiento con los textos literarios. Esta relación personal con la literatura empezó, por casualidad, a los nueve años de edad, una calurosa tarde de verano. Ese día, mientras paseaba con mi mamá en el malecón, observé en una casita de inicios de siglo, a un solitario señor de avanzada edad, delante de un estante lleno de libros. Todos lo llamaban "Don Manuelito". Era muy respetado en el lugar porque había inaugurado una pequeña biblioteca con los libros que había ido acumulando a lo largo de toda sus vida. Mamá se acercó a saludarlo y éste le comentó que se sentía decepcionado porque no había podido prestar aún, un solo ejemplar. Fue en ese momento, que decidí convertirme en una asidua concurrente a dicha biblioteca. Quizás sentí pena por este anciano tan amable, curiosidad, no lo sé.
El primer libro que me llevé a casa fue "La cabaña del tío Tom" Como olvidar este ejemplar. Era un libro viejo, voluminoso y de páginas amarillentas, en cuya portada se veía apenas la imagen de un niño con un esclavo negro. Hasta ahora recuerdo que lloré amargamente al terminar de leer la historia. Siguió luego la lectura de "Cuentos andinos", y quedé francamente aterrorizada con la muerte de Cunce Maille en "Ushanam - Jampi".Bueno, la lista de textos literarios leídos en el balcón de la casa de mis abuelos es interminable. La verdad, es que en ese entonces debí haber leído cuentos de hadas y princesas, pero "Don Manuelito" no contaba en su biblioteca con dichos ejemplares.
Actualmente, por cosas del destino, enseño Lengua y Literatura en un colegio, a pesar de que soy maestra de primaria. En esta institucíón educativa soy responsable de la celebración de los "Juegos Florales".Durante una semana los jóvenes participan en diversos concursos de cuento, ensayo, creación poética y declamación. Asimismo, busco invitar a los autores de los libros que leen los alumnos del nivel secundario. He tenido entre mis invitados a grandes escritores peruanos como Oswaldo Reynoso, Galadys Flores Heredia etc. Finalmente, solo deseo inspirar en los jóvenes de mi escuela, esa pasión inexplicable que siento al leer las obras literarias. Desearía ser como "Don Manuelito" que sin proponérselo me abrió las puertas de un mundo desconocido para mí, pero que al ingresar a él, llegó a fascinarme y a desear no salir nunca de ese universo único y mágico.

Anónimo dijo...

Alicia Manrique Andía
El gusto a la literatura nace cuando cumplí los 15 años o 16 no recuerdo bien. Una tía hermana de mi madre, me despertó el interés por las obras literarias, que las traía de una biblioteca de la casa de un amigo. En principio me resulto difícil habituarme a la lectura, ya que de niña no tenía esa motivación de leer, quizás porque mi padre murió cuando yo era muy pequeña y mi madre no tenía el tiempo suficiente para leerme porque trabajaba en provincia y yo solo vivía con mis abuelos. Fue sólo a los quince años, que recién empezó mi gusto por la literatura. Novelas románticas como aquella vez que leí, no se cuantas veces, “Lo que el viento se llevo”, como no olvidar a Charlotte Bronte con su novela “Jane Eyre”, sin dejar de mencionar a Isabel Allende con su famosa obra “Eva Luna” y “Amor entre sombras”. Por otro lado aquellas que dejaron huella en mi fueron las obras de Julio Ramón Ribeyro en especial su obra “Prosas Apátridas”, la esencia que una experiencia literaria filtra de su fidelidad a la vida.
Me sumergí en estas novelas, en aquellos tiempos, cuando azotaba en nuestro país el terrorismo y pasábamos horas sin luz por los atentados. En las noticias sólo se escuchaba de los coches bomba, de la muerte de personas inocentes, en fin todo el tiempo era sólo muerte aquí y allá, todo esto nos ponía en alerta y a la vez nos envolvía de pánico. Fue en esos tiempos que me aferre más a la lectura, que me alejaba de ese mundo temible y me transportaba a un mundo maravilloso. A pesar de todo no fue tan malo para mí, me sirvió para acercarme más a las obras literarias y encontrar en ellas un gusto especial.
La inspiración, que me llevo a ser docente de lengua y literatura, más de literatura que de lengua fue haber leído cada una de estas obras y la necesidad de transmitir estos conocimientos a través de la didáctica y desarrollar en los estudiantes las competencias que les permita incorporarse creativamente a la sociedad del conocimiento.
Hoy en día mi dedicación no es exclusivamente la enseñanza a alumnos de la educación básica regular, a pesar que me hubiera gustado solo dedicarme a ella, tuve que buscar otras alternativas como docente. El rol del maestro es muy sacrificado y muchas veces no reconocido tanto económicamente como profesionalmente. Escuchaba en una de sus declaraciones al Dr.León Trahtemberg decir que sino tenemos una idea del rumbo a seguir y sin un sentimiento de colectividad que comparte un conjunto de valores y una visión que articule todos los esfuerzos individuales en la misma dirección, no nos sentiremos parte de un proyecto educativo nacional compartido, en el que todos tengamos un lugar y saber hacia donde vamos.

Anónimo dijo...

GISELA SILVA ESCUDERO

Una mañana, cuando tenía 6 ó 7 años (la precisión cronológica ahora es complicada), encontré un libro sobe el velador que compartía con mi hermano. No supe cómo llegó hasta allí, ni si acaso era una de las lecturas que mi hermano casi nunca llegaba a terminar. Solo recuerdo que abrí las primeras páginas y la lectura me atrapó hasta que terminé la última línea, cuando mi madre me llamaba gritando para que almorzara. Desde ese día, con una que otra lágrima escurridiza, comenzó mi relación con la literatura, que perdura y se renueva cada vez que abro un libro.
Ahora, como profesora de un colegio particular, trato de inculcar la literatura que desafortunadamente a mí no me inculcaron, pero que aprendí con los libros que caminaron hacia mí. La escuela a veces es ingrata, y la adolescencia lo es aún más con los libros. Es difícil (no imposible) encontrar un lector empedernido en cada aula, sobre todo una secundaria acelerada y apabullada por los gustos modernos.
En mi caso, funciona mucho el plan lector implementado en nuestra institución. La metodología de lectua diaria permite una sistematización en el trabajo, aunque siempre permitiendo que, en un principio, la lectura sea libre, hasta que se pueda habituar cada alumno. Los cuentos breves son una buena iniciativa, siempre que exista una elección y una evaluación (no calificación) para mantener el orden del sistema de nuetsro plan lector.
La literatura es un camino abierto, y ahí tiene que enfatizarse la libertad de textos (siempre de acuerdo a una determinada edad), de lo breve a lo extenso, como en mi caso, con "Mi planta de naranja lima", breve pero consistente, que inició mi actividad literaria con unas lágrimas entrecortadas y con el entusiasmo de querer seguir leyendo siempre.

Anónimo dijo...

En el verano del 2003, me resultó especialmente reveladora una discusión que se generó entre mis estudiantes del VIII ciclo de la antigua especialidad de Lengua y Literatura en el IPP “Manuel González Prada” (Villa El Salvador). Se debatía la respuesta a la pregunta: ¿Para qué la enseñanza de la literatura?
Comprobamos que muchos consideraban evidente el noble fin de la transmisión de este saber, por demás valioso, e incluso veían con cierta sospecha la pregunta por irrelevante, puesto que suponían natural que la experiencia comunicada en las obras era sobre la “realidad”. De allí, -concluían- que era más que evidente “tener que enseñar” literatura, sino cómo se la arreglarían para conocer la “realidad” los alumnos. Por otro lado, también se fundamentó –no sin cierto desdén- que la “obra literaria”, en tanto nos comunica sobre la realidad, alimenta “nuestro mundo valorativo”, es decir, proporciona un conocimiento que nos explica las condiciones de nuestra sociedad con el objetivo de criticar a las clases dominantes. Luego, otro grupo interpretó que la literatura no necesariamente “tiene que alimentar nuestro mundo valorativo”, puesto que puede ocurrir perfectamente que el “autor” haya escrito para sí mismo, o sea, transmite en su obra experiencias que no tengan ninguna relevancia social, aunque sí personales. Entonces, quedó establecido el enfrentamiento encarnizado entre Abel y Caín: una literatura de importancia intelectual y social contra aquella que no es intelectual ni social, sino apenas emocional e individual.
La polémica quedó planteada en esos términos. Hay que recordar que son los inicios de la reforma curricular y corría el rumor de que el gobierno pretendía eliminar el curso de literatura por el de comunicación, como sucedió con filosofía que terminó desapareciendo del diseño curricular.
El debate fue enriquecedor y salí personalmente enriquecido. Aprendí que mis estudiantes manejaban un conjunto de ideas sobre la literatura. Pero lo más importante no era lo que pensara sobre ellas, sino cómo estas actuaban como obstáculo para poder comprender la posición del otro. Es decir, a veces como docentes pensamos que los conocimientos humanos o los de las humanidades son valiosos per se. Sin embargo, muchas veces estos conocimientos nos ocultan la "realidad".
Creo, como Gabriel y Sheila, que debemos promover prácticas escriturales en las que nuestros estudiantes tengan la oportunidad de descubrir los puntos de vista desde donde se conscruyen los discursos, es más de descubrir que nos movemos entre discursos interesados en que los asumamos como naturales,como evidentes y necesarios. A veces, aceptamos acríticamente los discursos de las humanidades.

Anónimo dijo...

Carlos Briceño:
En el verano del 2003, me resultó especialmente reveladora una discusión que se generó entre mis estudiantes del VIII ciclo de la antigua especialidad de Lengua y Literatura en el IPP “Manuel González Prada” (Villa El Salvador). Se debatía la respuesta a la pregunta: ¿Para qué la enseñanza de la literatura?
Comprobamos que muchos consideraban evidente el noble fin de la transmisión de este saber, por demás valioso, e incluso veían con cierta sospecha la pregunta por irrelevante, puesto que suponían natural que la experiencia comunicada en las obras era sobre la “realidad”. De allí, -concluían- que era más que evidente “tener que enseñar” literatura, sino cómo se la arreglarían para conocer la “realidad” los alumnos. Por otro lado, también se fundamentó –no sin cierto desdén- que la “obra literaria”, en tanto nos comunica sobre la realidad, alimenta “nuestro mundo valorativo”, es decir, proporciona un conocimiento que nos explica las condiciones de nuestra sociedad con el objetivo de criticar a las clases dominantes. Luego, otro grupo interpretó que la literatura no necesariamente “tiene que alimentar nuestro mundo valorativo”, puesto que puede ocurrir perfectamente que el “autor” haya escrito para sí mismo, o sea, transmite en su obra experiencias que no tengan ninguna relevancia social, aunque sí personales. Entonces, quedó establecido el enfrentamiento encarnizado entre Abel y Caín: una literatura de importancia intelectual y social contra aquella que no es intelectual ni social, sino apenas emocional e individual.
La polémica quedó planteada en esos términos. Hay que recordar que son los inicios de la reforma curricular y corría el rumor de que el gobierno pretendía eliminar el curso de literatura por el de comunicación, como sucedió con filosofía que terminó desapareciendo del diseño curricular.
El debate fue enriquecedor y salí personalmente enriquecido. Aprendí que mis estudiantes manejaban un conjunto de ideas sobre la literatura. Pero lo más importante no era lo que pensara sobre ellas, sino cómo estas actuaban como obstáculo para poder comprender la posición del otro. Es decir, a veces como docentes pensamos que los conocimientos humanos o los de las humanidades son valiosos per se. Sin embargo, muchas veces estos conocimientos nos ocultan la "realidad".
Creo, como Gabriel y Sheila, que debemos promover prácticas escriturales en las que nuestros estudiantes tengan la oportunidad de descubrir los puntos de vista desde donde se conscruyen los discursos, es más de descubrir que nos movemos entre discursos interesados en que los asumamos como naturales,como evidentes y necesarios. A veces, aceptamos acríticamente los discursos de las humanidades.