Gerson Paredes o el retorno de la guacas, por Gonzalo Espino



La reciente realización del coloquio Efraín Miranda, más allá de los márgenes y silenciamiento, puso en primer plano la presencia de la poesía andina y en especial de la poesía quechua en voces reconocidas como Eduardo Nimango Malqui y Dante Gonzales Rosales, que hablaron en la lengua de los runas. Ciertamente, el hecho no es un asunto aislado, en mayo de 2008 se presentó el libro Runa Harawikuna, Poesía andina de Ciro Gálvez y en octubre, en el evento organizado por el Gremio de Escritores del Perú, Alida Castañeda Guerra, nos entregó Qayni kanchay qillpa/ Astillas de luz, cuestión que no es exclusivamente de las letras sino de un necesario y tolerado reconocimiento a las culturas andinas que pasa por la dedicación y fineza de cantantes como Damaris (Tusuy Kusun) y el exotismo de nuestras platos típicos.

De esta suerte podríamos estar de acuerdo que vivimos un momento de eferverescencia de nuestras culturas andinas. Cultura que por cierto, desde este espacio no se identifica necesariamente con la arcadia inca, sino como los rastros y la continuidad de cultura indígena. Es en este contexto que llega a nuestras manos el poemario Ceremonia del retorno de Gerson Paredes (Lima: Primera edición, 2008), libro que, desde cualquier ángulo, es el retorno de la guacas. Me explico, producida la derrota Vilcabamba, los sacerdotes indígenas lanzaron una consigna: la huacas vuelve y vencerán a los dios de los wiracocha. Esto hizo remecer la cosmovisión y fue un momento de recuperación de una identidad cercenada para reinventar al inca como metáfora de la unidad de los pueblos indígenas.
Gerson Paredes llega con este libro como una haravicu que, desde su condición de migrante, es capaz de establecer coordinadas simbólica que permiten que la lengua no sea un obtáculo, sino más bien un canal posible para la comunicación. En esta andanza sin duda, habla como comunero, moderno, hecho a la letra, hecho a la vida y como integrante de un ayllu en la ciudad: Pachatec, como tal asume la palabra y su palabra poética será intersección de lo moderno con la tradición. No para asumirla como un elemento acrítico si para captarlo en su violencia y apropiarse de cada símbolo en la batallas cotidianas y simbólicas. Así entonces, será el reclamo del retorno a las huacas en un punto en el que la gente está dispersa en diversos espacios, comarcas y ayllu, incluido los cibernéticos.

La propuesta poética de Gerson Paredes se reúne en tres secciones: Velada de media noche (Chaupi tuta velacuy), Gran día (Hatun muyu) y Cura Cabeza. Esto tres núcleos están unidos por el trazo de una escritura tensionada por la necesidad de enunciarse en quechua o solo, hacerlo en la lengua general de los tiempos actuales, casi siempre cuando el poeta se aleja de los sentidos rituales y míticos del texto. Y de otro, lo que ya dijimos, las huacas retornan, pero entendidas desde la lengua poético como limpieza del alma para enfrentar el mundo de desigualdades y como purificación del runa, una purificación todos, del nokayqu.

Desde esta perspectiva, tendríamos que recuperar para la poesía de Gerson Paredes su condición ritual. La ritualidad de la poesía se desarrolla como necesaria para su enunciación, alejada por cierto de cualquier vicio exótico. El primer canto será una realización ritual, imposible imaginarlo solo en el texto, aún cuando la disposición gráfica del poema así nos lo indique. Es más bien una invitación a pasar de la instancia autárquica del texto a la instancia societal de la voz, es decir, volver, retornar a la legibilidad de la palabra hablada. Así al menos hay que imaginar el primer poema que abre el poemario: "Apu Kon" (13). En el mismo sentido, la presencia del sacerdote, intermediario con el mundo visible con el mundo no-visible, pero percibido por los runakuna:

Laica, no ha dormido, pero brilla como la nieve
Detrás del cementerio, hacia el sur del camino en cruz, aguarda
En su Wali wasi casa de los espíritus lugar de encuentro
De los limi maquis
Se ha vestido con su unko, tejido de lana de carnero blanco.
Ajusta su cintura con faja de colores y una waraka
Sin decir palabras se ha acercado hacia una piedra grande
Y ha pedido permiso. (32)

Este tono ritual lo encontraremos en todo el poemario. Tono que se enriquece por una lógica poética que reinventa el mito. El mito se vuelve invención para la vigencia de la guaca, o si se desea, constatación de la existencia de los dioses indígenas. Una revelación silenciosa y sincera: “Kuyakuy wawí: ¡Kaanchiklami” / querido hijo, existimos todavía! (65-66). El poemario concluye con un tono de duda, que es la del migrante, más no del comunero.

Haylli, wayki haraviku Gerson, haylli.
Ver también video de la presentación del poemario:

2 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Interesante apreciacion acerca del repunte de la Lengua madre,sin dudas es invalorable la importancia ke tiene n estos dias , pero es aun poco el esfuerzo ke se hace por hacer de este lengua un emblema patrio, pero bueno, con personas como usd y sus colegas empeñados en una kausa tan correcta esperemos que el Quechua, en todos sus aspectos, poemas o canciones, artisticos o politicos, en el campo intelectual y en el popular, repunte.

J. Richard B.H. in loved to Fio