Tarmap pacha huaray, Adolfo Vienrich (xciv-cxxiv) ed. anotada por Gonzalo Espino


Tarmap Pacha Huaray
Nuna shimi chihuanhuay
Edición anotada por Gonzalo Espino Relucé
en Homenaje a Adolfo Vienrich (1867-1908)
Tarmap pacha huaray (6)



De Puno tenemos la siguiente décima, de origen moderno, debida al prefecto de ese departamento, señor M. M. Basagoytia[1] en honor del cura Juan Pablo Cabrera con motivo del cruzamiento de la alpaca con la vicuña:

[Mana caccmanta cachispa]

Mana caccmanta cachispa
Pachacamanccman riccchanqui;
Chiri‑llaquicpa raprampi
Pachata ccapac yachispa,
Huicuña alpaccac churinta
Tuta‑ppunchau yupipanqui,
Huatan huatan ñausay tampi
Tarinqui ccoric ccorinta.
Mana caccmanta cachispa
10. Pachacamaccman ric‑chanqui.

[Traducción:]


A un Dios imitas en su poder extenso
De la nada arrancando un ser viviente
Entre las auras crudas y soledad paciente;
Descorres de natura el velo denso.
Tú lo descubres rico valor... ¡inmenso!
En el Paco‑Vicuña que, tu afán presente
Ofrece de caudal cual una fuente,
Que de oro corre, hasta el mar inmenso.
Este tesoro que al mismo oro excede
Es el hallazgo de tu desvelo intenso
Entre tinieblas y entre luz naciente.
Para honra tuya a tu memoria quede
Que a un Dios imitas en su poder extenso
De la nada arrancando un ser viviente.

Como habrá podido notarse en el empleo de la l, sobre la que concentramos nuestra atención, esta letra debe buscarse en el Mochica, lengua de la costa o de los yungas y su frecuencia entre los huancas se debe a su contacto con los de Yauyos, única región donde existen los pueblos de Tupi, Cauchi y Huantan en que se conserva el Cauqui, idioma singular, en que piedra se dice kala; en tanto que nosotros decimos: kgakga si es peñasco; huanca, si es un pedrón grande; y, rumi, a las piedras sueltas, guijarros, etc. En ese idioma al arco iris [xciv] se le llama turumanya como entre nosotros, o tulumanya como dicen los huancas, y no kuychi o chuychi como los del Cuzco. La ch quechua se convierte en el sonido tsch nuestro: pachac, ciento, es patschacc; la s en sh, así dicen shonko, shimi como nosotros, no soncco, ni simi como los del Cuzco. Finalmente, los verbos están sujetos a la misma sincopación que entre nosotros los del quechua cuzqueño.

Así, en Cauqui como en Chinchaysuyo, nombre dado a nuestro quechua, se dice:

muná, amo por munani
apá, llevo por apani
purí, ando por purini
micú, como por micuni

El sufijo pi es reemplazado por la preposición chu: así rinripi, maquipi, dicen como nosotros: rinrichu, en la oreja; maquichu, en la mano.
[2]

El sufijo manta es de poco empleo y tiende a ser reemplazado por las partículas pi o pita; como nunapi o nunapita, por el hombre; chakrapita, de la sementera.

La elisión de la s en medio de dicción es frecuente: [xcv]

Koa, esposo por kosa
Quima, tres por quimsa
Puac, ocho por pusac
Ua, piojo por usa
Huay, casa por huasi
Cahua, vivo por causani

La sustitución de la n por la ñ:

nana, hermana por ñaña
noka, yo por ñoka
nattin, bofes por ñattin

La conversión de la z en un sonido de h aspirada, como en alemán:


Zara, maíz, decimos jara
Zaruy, pisar, decimos jaruy
Zamay, descanso, decimos jamay
Zacha, yerba, decimos jacha
Ziray, coser, decimos jiray

El sonido sh de la s va hasta los verbos, como en munasacc, apasacc, querré, llevaré, que en Cauqui como entre nosotros se pronuncia munashak, apashak.

¿Qué de estraño tiene todo esto, cuando aquí mismo, mientras unos dicen apamuy, trae, otros pronuncian abamuy?

El tiempo, dice Edkins, cambia [xcvi] tanto el sentido como el sonido de palabras.
[3]

Así mismo no debamos pasar desapercibida la confusión que es general en todo el Perú, de la o con la u, y el de la i con la e; confusión que en nuestra lengua va hasta la trasformación de las vocales a por i en las palabras:

Pis decimos por pas, aún.
Nipipis decimos nipipas, ninguno.
Pipis decimos pipas, alguno.
Pani por pana, hermana de varón.
Turi por tura, hermano de mujer.

Fenómeno muy natural, porque el idioma varía según leyes que los lingüistas han determinado; variaciones que pueden compararse a los paisajes de una nación, que difieren de provinica a provincia y de aldea a aldea. Razón que hace imposible la existencia de un diccionario completo de lengua alguna. Ni es posible su confección, por la imposibilidad material de formar un léxico con todas las formas de un mismo vocablo a través del área lingüística que recorre, pues que sólo algunas formas se utilizan y se fijan. En tanto que el resto, florece, muere y se renueva indefinidamente. [xcviii] Aún en las que perduran hay necesidad de fijar los sonidos por medio de signos especiales: como en cata que será kata, “el cobertor o manta”; khata, “una cosa espesa de consistencia gelatinosa”; kgata, “declive o ladera” y kkata, “turbio”. Otra: tanta, “viejo” o “reunión”; ttanta, “pan” y “una espina, especie de rhamnus”; y thanta, “andrajo”. Haca, “el cuy (Cavia Cobaya)”; Haka, “peces” y Hakga, “peñascos”. La pronunciación indistinta da lugar a falsa etimologías, como la de Carhuacata o carhuacatac, que traducimos [como] “manta amarilla”, siendo así que es “ladera”o “falda descolorida”, nombre que con más propiedad corresponde a esa meseta sobre el camino de Tarmatambo. El color amarillo le designan qquellu en el Cuzco, como en Aimará, y karhua equivale a nuestro oki, “gris plomizo o ceniciento”. De aquí Huanuqquellu o huanuquillu, “yerba amarilla hedionda”. Quillu, es “una mala yerba de flores amarillas”, que en Chanchamayo se propaga arruinando los potreros.

Como ejemplo notable acerca de la persistencia de ciertos vocablos, lo tenemos en nuestro sistema de numeración, con el nombre tchusko para [xcviii] el número cuatro. Veamos el cuadro siguiente:

Cuzqueño Cauqui Chinchaisuyo
1 Huc Maya Huc
2 Iscay Paha Ishcai
3 Quimsa Quimsa Quima
4 Tahua Tahua Tchusko
5 Piska Pishca Pichca
6 Socta Sucta Jogta
7 Kanchis Canchisa Kanchis
8 Pusac Pusaca Puak
9 Iskon Iscuña Eskon
10 Chunca Tunca Tchunca
100 Pachac Pachaca Patchac
1000 Huaranka Huaranca Huaranka

Aymará Puquina Mochica
1 Maya Pesc Onoec
2 Paya So Aput
3 Quimsa Capa Çopaet
4 Pusi Sper Nopoet
5 Piska Tacpa Exllmoe tzha
6 Socta Chichun Tzhaxlltzha
7 Pacallco Stu Ñite
8 Quimsacallco Quína Langoess
9 Llallatunca Checa Tap
10 Tunca Scata Napong i nassop
[4]
100 Pataca ‑‑‑‑ Napaloec
1000 Huaranka ‑‑‑‑ Nacuno

El Mochica o Yunga que sólo es [xcix] hablado hoy en Etén, lo han considerado como semejante al chino, sin duda por cierta pronunciación nasal. En Yunga: 20 se dice pac pong; 30, çog pong; 40, noc pong; 50, exllmoetzh pong; y así sucesivamente, agregando pong o ssop a los numerales.

Mas posibilidad hubiera en hallarle parentesco con el azteca o mexicano, cuyo sistema de numeración es como en el aimará, de uno a cinco, y desde este hasta el nueve inclusivamente
[5] se expresa el número por suma de cinco con uno, con dos, etc.

Mexicano Araucano Chino
1 Ce Quiñe Yat
2 Ome Epu Y
3 Ye Cula Sam
4 Nahi Meli Si
5 Macuilli Quechu On
6 Chicuace Cayu Loc
7 Chicome Relghe Sat
8 Chicuei Pura Pa
9 Chienahui Aylla Cao
10 Matlactli Mari Sap

Cosa curiosa: el plural del posesivo en Azteca se hace con la proposición huan, y en quechua huan es para el ablativo: nunahuan o nunacunahuan, “con él” o “con los hombres”.

Otra particularidad: el mal, se expresa como privación del bien, aqualli, exactamente como el quechua, en que no hay palabra propia, sino que se dice, mana alli, “no está bien” o “no es bueno”.

Como muestra y para comprobar la eufonía del quechua con la única lengua americana filosófica y literaria, la mexicana, copiamos a continuación la composición poética siguiente:

Tlauquechollaztalehualto tonatoc.
Ayahucoçamalotonameyotimani.
Xiuhcoyoltzitzilica in teocuitlahuchuetl,
Xiuhtlapallacuilolamoxtli manca.
Nicchalchiuhcozcameca quenmach totoma innocuic.

Cuyos versos traduce Carochi de este modo:

Está relumbrando con color encarnado como el pájaro Tlauquec hol.
Y está resplandeciendo a manera del arco iris.
El atambor de plata suena como cascabeles de turquesa.
Había un libro de anales escrito y pintado con colores.
Voy de mil maneras desatando mi canto como sarta de piedras preciosas.

Con una sola palabra compuesta se ha formado el segundo verso: Ayahuitl, niebla, perdiendo itl. Coçamalotl, arco del cielo, perdiendo tl. Tonameyotia, envia rayos de luz. Malli, [ci] está.

Pero difieren notablemente en el rico vocalismo del quechua, aunque aparentemente no haya sino tres vocales a, i y u. Esto que aparecería como pobreza de vocalización no es asi, pues [August] Schleicher, el que echó las bases de la lingüística moderna y muy en particular de la lengua común indoeuropeo, asigna a ésta tan sólo tres vocales fundamentales: a, i y u como en el quechua; vocalismo simple, que posteriormente por prefijación y sufijación ha ido desarrollándose y originando los demás sonidos. Más tarde [Friedrich von] Müller le agrega una cuarta al indio‑europeo. Pero en el quechua habría que ver en esa confusión de la i y de la e, y de la o y la u, nuevos sonidos, nuevos digtongos como ie i ou.

Las lenguas como llevamos dicho, evolucionan como todos los seres de la naturaleza, es decir, nacen, crecen, decaen y mueren; por consiguiente, están sujetas a leyes que las rigen; leyes que ninguno como Max Müller ha sabido formularlas considerando a los idiomas no como seres reales con vida independiente, sino que, íntimamente unidas a la vida del hombre siguen en su desarrollo el mismo [cii] camino que las sociedades humanas. Dice: Allí donde los habitantes de un vasto territorio, aunque perteneciendo a la misma raza, estén divididos en multitud de tribus iguales en fuerza e influencia, sin comunidad de acción e intereses, sin lazo político ni comercial que las aproxime, el lenguaje, dividido en tantos dialectos diferentes como tribus diversas hay, varía sin cesar y se renueva al avenimimiento de cada generación. Pero si en medio de estas tribus aparece un pueblo que poco a poco las reúne bajo su dominio, entonces los elementos indecisos y movedizos del idioma se fijan. Los idiomas extraños o desaparecen, o se dejan infiltrar por el idioma de los dominadores, en palabras y giros gramaticales, alterando su pureza y haciéndole perder su caracter primitivo. Esto ha acontecido con el quechua (palabra derivada de quechuma que significa arrebatar) al superponerse a las lenguas aimará, cauqui, puquina, chinchaisuyo, mochica o yunga, lamama, quiteño, etc.; y, a su vez, ceder el campo al castellano que no ha podido destruirlo por no tratarse de un dialecto nómade, sino de un idioma político y literario formado a [ciii] consecuencia de un movimiento enérgico interior.

De aquí también su supervivencia y su infiltración en la rica y hermosa lengua castellana. La l, la b, la d, etc. que han venido a dulcificar la pronunciación áspera del quechua no tanto las debe al castellano (sí para la b i la d) cuanto a las mismas lenguas autóctonas, donde hay la más suave ll y la y en mamallay, “¡madre mía!” (ni que, como quieran algunos, sean debidas al aimará por los mitimaes, colonias que acostumbraba el inca transportar de una región a otra, de pueblos indómitos o rebeldes). Caso sería éste, que reduciría las modificaciones a determinado número de palabras, sin ese carácter de generalidad y casi de ley que tienen. Más plausible sería convenir en dos corrientes migratorias de los aborígenes con su idioma matriz, de Norte a Sur, y otra de Sur a Norte con el quechua; pues cuando llegó Huaina Capac a Quito, a su conquista, se hablaba ahí quechua con asombro de todos y que perdura hasta hoy; habiendo desaparecido totalmente en Piura, Cajamarca, etc. que vienen a formar como pequeños oasis en la inmensa área del Perú quechua.

[civ]Ese idioma primitivo podría ser el aimará, por ser el más antiguo, más gutural, más pobre y más simple; con su numeración quinaria, como el cauqui en que los números 1 y 2 tienen nombres aimarás y los demás quechuas; con sus verbos compuestos raros; no así el quechua con su sistema decimal,
[6] sus 10 números con nombres propios y la frecuencia de los compuestos, tanto en sustantivos como en verbos, formados solo por sufijación i prefijación. Pero nadie ha estudiado a fondo este parentesco y hacemos estas someras indicaciones, para llamar la atención sobre un descubrimiento que el porvenir nos debe: el conocimiento de una lengua madre, común para toda la América, de la que han procedido todas estas lenguas afines.

Y no sería descaminado si interpoláramos una otra corriente migratoria, que penetrando del Atlántico, por el Amazonas y sus afluentes, haya podido llegar hasta el corazón del Perú.

Mas para eso habría que formar cuadros de aproximación, como el siguiente, con palabras, frases, giros, etc. y deducir su parentesco, señalar sus afinidades, hasta poder llegar a la [cv] lengua madre.

Antis Piros Coníbos Sipibos
1 Paniro Satipijio Guisso Avichu
2 Piteni Apiri Ravui Ravui
3 Maguani Jatpiri …… ……
4 Muguani Mapá …… ……
5 Ataguasini Hechú
[7] …… ……

Campa (Chanchamayo) Campa (Ucayali Alto)
1 Aparoni‑apañi Aparo
2 Apetí Apiti
3 Mahuá Maho
4 Apetí uacayé Ozequi, muchos,
5 Papacoro, pintachú bastante,

Machíganga
[8] Pano
1 Paniro
[9] Jachupi
2 Piteni rabué
3 Mahuani quimsa
4 Pasini mahuani
[10] rabué‑rabuè

Entre los salvajes la numeración apenas alcanza a 5; y en muchos no llega a 3; después de este número, dicen, “muchos”. Esto mismo se observa en las tribus de Asia, como en África, como en América.

En el Campa, por ejemplo la ll quechua se transforma en r, como en escopeta, a la que llaman rayo, iriapa, [cvi] del quechua illapa.

Entre tribu i tribu, la z, se cambia en ch: así, ozequi, “bastante”, “muchas veces”, se pronuncia en Chanchamayo ushequi.

Nos falta pues el Bopp que tuvo la gloria de señalar el parentesco y encontrar la forma común primitiva de las lenguas indo‑germanas como las calificó, o ario como también se le llama (de arya, noble, en sánscrito) que según Müller abraza ocho grandes ramas hermanas: grupo indo, eranio, helénico, itálico, céltico, germánico, eslavo, lético o lituánico.

Hay quienes creen que cediendo a la tentación de aproximar palabras, hacer comparaciones aventuradas y de seguir procedimientos adivinatorios, en una palabra, que entreteniéndose en juegos de imaginación como ciertos etimologistas, hacen verdadera labor de linguistas. La lingüística es una ciencia natural, y como tal regida por leyes que explican el parentesco directo o indirecto de las palabras, estudiando la fonética y estructura de las lenguas. Para el verdadero lingüista, el lenguaje nace del grito; la segunda etapa es la onomatopeya o el grito imitativo, en la que el lenguaje en[cvii]cuentra los materiales que van a elaborar la asociación de ideas y la metáfora. Para servirnos de un ejemplo, si quisiéramos dar la idea de un perro y si nuestro instrumento fuese un lápiz, trazaríamos el retrato del animal como lo que han hecho los inventores de los jeroglíficos: como han efectuado en la escritura ideográfica los chinos, los egipcios, los campas, etc. Si nuestro instrumento fuera el gesto, trataríamos de imitar alguno de sus actos visibles más característicos: como morder, mover la cola, caminar en cuatro pies, etc. como lo que hacen los sordos‑mudos. Si nuestro instrumento fuese la voz, diríamos bow wou, huau‑huau como los niños o como nuestros indios para el gato, que de miaú han hecho misi y los chinos y egipcios que le llaman maú.

A la facción etimológica, que no puede merecer crédito ni pretender un valor científico pertenecen los Padres Descalzos, autores de un Vocabulario políglota incáico
[11], con 100,000 palabras, que la prensa ha saludado como una obra monumental. El tal Vocabulario con su deficiente prólogo, donde no se mencionan los verdaderos [cviii]trabajos quechuas, como la gramática y vocabulario de Markham; la gramática y diccionario de Tschudi; los mismos de Onffroy de Thoron; los de Middendorff, ni la gramática de Anchorena; y sí, los artecillos de tres o cuatro frailes. Es deficiente y sin método. Es una obra que no requiere más trabajo que el consagrado a copiar de los diferentes léxicos, vocabularios y diccionarios el mayor número de palabras; esto es, la tarea de un copista amontonador de vocablos. Porque salirnos con que café (pág. 92), se dice en quechua cafe es una soberbia tontería; pues aquí los indios dicen cafuí, un barbarismo, desde luego. A la habichuela le llaman tarhui; tarhui son los chochos, o ulush, fruto de un lupinus, la Columellia obovata;[12] “le llaman también purutu”. Purutu es un frejol, blanco o amarillo, que no se encuentra sino en la costa, y en Chile, donde le llaman poroto; en la sierra, hay las llamadas apas, que cuando son alargadas se llaman huakrachus; si redondas y pintadas: muruyunya o murullunco; si de un color rojo o violado con el ombligo blanco, ñucnucha o niñucha, etc. “Halcón dicen huaman, ancca”; no es así: el “hal[cix]cón” es el huaman y el ancca es el “gavilán oque”. Y era tiempo de caracterizarlos con su nombre científico para evitar esas confusiones: Anca: Halioetus leucocephalus o Buteus melanoieuca; Huaman: Falco sparverius o Harpagus bidentatus. Nosotros no hemos hecho sino abrir el libro al azar y tomar al acaso algunas palabras.

Asientan también que en el centro y norte se hablaba el aimará “como lo indican los nombres de muchísimos pueblos de esas regiones del todo aymaras. Lo es Lurin, Lurini o Luriri (Hacedor), pueblo del distrito de Lima, y también lugar de Ica, que viene de Luraña (Hacer)”.
[13] Pero basta ver que Lima procede de Rimac (el que habla) para concluir que Lurín es corrupción de Rurin, “adentro, interior, lugar céntrico”, en quechua. “Lupi (calor o rayos del sol) aldea de Huarochirí, viene de Lupiaña (asolear o hacer calor)”.[14] ¿Y por qué no sería del quechua Rupai, “quemarse, abrazarse”, dada la tendencia de convertir la r en l? “Apata (llevado), pueblo del distrito de Jauja”; ¿por qué no sería de Apata, “andén, ladera, falda”, etc.? “Tayacaja (abra de mucho frío)”. Taya es un árbol de la [cx] cordillera y Hakga[15] son los “peñascos o terrenos pedregosos”; como en Kakas, un pueblo cerca de Junín; en Cajamarca, Huakga‑marca, lugar peñascoso; y, finalmente, en Kakgas, ciertos peces (Coetostoma loborhyncos) del lago Titicaca (titi, plomo y hakga) con grandes escamas anchas, como las estratas pizarrosas de ciertos terrenos. “Huari (vicuña) y todos sus compuestos como Huaripampa (llanura de vicuñas)”. ¿Y Huaricolca, significaría[16] granero de vicuñas? Huari era una deidad que simbolizaba la fuerza, el esfuerzo o el éxito. Huari, era también el sol entre los mitos quechuas. Por esto, hoy los yamiacas, salvajes de San Gabán, en Carabaya, al Sol le nombran huari y huayri al jefe de la tribu. Huari[17] es el espíritu que hace correr las aguas, es el que da éxito en las empresas y negocios, y el númen tutelar de los casados. Hualicho es el adoratorio del hauri entre los indios de las pampas de Buenos Aires.

¡Figúrense lectores nombres de lugares como hacedor, calor, llevado, abra de frío y vicuña! ¿No son más presumibles lugar interno y lugar céntrico; el hablador o bullicioso; lugar [CXI] abrasador, de laderas, de peñascos con tayas; y el de una divinidad, sin necesidad de remontarse al aimará?

Tenemos Lima y Rímac también Limatambo o Rimactampu; en este último lugar existía un templo con su sibila o pitonisa y era el oráculo de la región. De aquí rimac, el que habla, como en nuestras punas, se llama a una yerbecilla de flores blancas, rima‑rima porque es costumbre azotar con ellas en la boca a los niños para que hablen. En Ica hay dos barrios urin‑Ica i Anan‑Ica, como en el Cuzco los urin‑cuzcos y anan‑cuzcos; y a nadie se le ha ocurrido todavía decir: “Ica‑hacedor” ni “hacedores‑cuzcos”, sino, con arreglo a su origen quechua, los del barrio de abajo y los de arriba.

Véase pues por estos absurdos, el riesgo en que incurren los etimologistas que descuidan el conocimiento de la evolución natural de una lengua. Cosa que fácilmente se darán
[18] cuenta los que recorran las diversas composiciones que hemos tenido especial cuidado en trascribir. Se vendrá así en conocimiento del bastardeamiento del quechua: que no ha podido cristalizarse a causa de la carencia de una literatura escrita y ha podido [cxii] ser mayor en boca de conquistadores con su idioma más rico en vocales, agravado con su desdén por el habla de los dominados. Desdén que ha podido originar su total desaparición sino hubiera de por medio la resistencia y vitalidad de una gran raza, poseedora de una literatura rica y vigorosa, moral e ingenua, merced a la que ha podido resistir y desafiar por cuatro siglos, las injurias del tiempo y los hombres.

Casi es un axioma que sin la Divina Comedia de Dante, Italia sería o francesa o austríaca; y sin las Lusiadas de Camoens, Portugal sería España. ¿Qué serían Grecia y Troya sin la Ilíada y la Odisea de Homero?

Muchos estimarán las poesías, cuentos, juegos y fábulas que acompañan a este ya extenso prólogo, como puro dilletantismo. Pero a los ojos del sociólogo, del político, del filósofo, del estadista
[19] y del pensador vienen a ser[20] una luz, un faro, una guía para orientarse acerca de la capacidad e índole del indígena peruano. Y hasta para los detractores de la raza un medio de probarles que esas manifestaciones no son productos de un tipo inferior o degenerado, sino que esas nociones [cxiii] intelectuales corresponde a una raza pensadora,[21] hoy deprimida, más no incapaz de progreso. Atesoran concepciones elevadas de moral y elucubraciones propias y originales, que revelan una materia prima excelente para el futuro desenvolvimiento de un gran pueblo.

En todo lo que precede y lo que seguirá, sin gran esfuerzo descubrimos un pensamiento filosófico y un fondo de la más pura moral, que han debido necesaria e indudablemente reflejarse en sus costumbres, cuando no han sido su consecuencia. De lo primero hemos dado ya pequeñas apuntaciones, las que en el cuerpo de la obra se completarán. Y de lo segundo, ya a raíz de la conquista no han faltado rudos soldados que lo declarasen; de cuyas declaraciones, ningún testimonio más fehaciente ni más digno de mérito que el de Mancio Sierra de Leguízamo, el postrero de los compañeros de Pizarro, a quien tocó la imagen del Sol, en el reparto del Cuzco, la misma que jugó en una noche, i de aquí nació el proverbio: “Jugar el Sol antes que amanezca”.

Uno de los pocos aventureros que le cupiera la satisfacción de expirar [cxiv] tranquilamente en su lecho, como otros cuatro que cita Garcilaso, entre ellos a su padre. Así, pudo tranquilamente dictar su última voluntad, el 18 de setiembre de 1589, en la que no le basta dejar constancia del floreciente y maravilloso estado en que los españoles encontraron el imperio de los incas; no le basta atestiguar la pureza de las costumbres, la sencillez admirable de sus pobladores y que hacían del Tahuantinsuyo algo como el idilio de la historia y de las sociedades humanas. No se satisface con declarar ingenuamente que la conquista fue perniciosa y funesta, sin que sus fatales consecuencias pudieran cohonestarse por la sagrada bandera que llevaba. No sólo se confiesa el mismo culpable, pesaroso y arrepentido de haber contribuido a destruir y corromper un pacífico y bien organizado imperio, va aún más allá. Se declara culpable de haber tomado lo ajeno en la parte que le cupo del botín de guerra de la conquista y no sabiendo a quien restituir lo usurpado por ser imposible conocer a sus dueños, apela al recurso que en aquellos tiempos arbitraba la iglesia para casos semejantes, mandando que se tome bula [cxv] de composición hasta la cantidad de doce mil pesos de oro poco más o menos, suma que declara le cupo en los repartos de Cajamarca y el Cuzco, incluso el valor de la imagen del Sol (cláusula 12ª. del testamento). He aquí la parte pertinente del testamento o sea el proemario:
[22]

[Proemario de Mancio Sierra de Leguízamo]

"Yo el capitán Mancio Sierra de Leguízamo, vecino de esta gran ciudad del Cuzco,
cabeza de estos reinos del Perú, i el primero que entró en ella al tiempo que
descubrimos i conquistamos i poblamos este dicho reino, como es notorio: Estando
como estoy agravado de mucha enfermedad en mi cama i en mi seso, juicio i
entendimiento natural i cumplida memoria i temiendo la muerte por ser cosa tan
natural, que viene cuando no pensamos, otorgo i conozco que hago i ordeno mi
testamento, última i postrimera voluntad, i las mandas, legados i pías causas en
él contenidas, en la forma i orden siguiente para su santo servicio:
Primeramente, antes de empezar el dicho mi testamento, declaro que ha muchos
años que yo he deseado tener orden de advertir á la católica real majestad del
rei don Phelipe, nuestro [cxvi] señor viendo cuán católico i cristianísimo que
es i cuan celoso del servicio de Dios nuestro señor, por lo que toca al descargo
de mi ánima, á causa de haber yo sido mucha parte en el descubrimiento i
conquista i población de estos reinos, cuando los quitamos á los que eran incas
que los poseían i rejían como suyos, i los pusimos debajo de la real corona, que
entienda su majestad católica, que hallamos estos reinos de tal manera que en
todos ellos no habia un ladrón ni hombre vicioso, ni holgazán, ni había muger
adultera ni mala, ni se permitia entre ellos, ni jente mala vida en lo moral i
que los hombres tenían ocupaciones honestas i provechosas. I que las tierras i
montes i minas i pastos i caza i maderas i todo jénero de aprovechamientos
estaba gobernado i repartido de suerte que cada uno conocía i tenía su hacienda,
sin que ninguno otro se la ocupase ni tomase, ni sobre ello había pleitos; i que
las cosas de la guerra aunque eran muchas, no impedían
[23] a las del comercio ni estas a las cosas de labranzas i
cultivar de las tierras ni otra cosa alguna; i que en todo, desde lo mayor hasta
lo más [cxvii] menudo, tenía su orden i concierto con mucho asiento; i los incas
eran temidos i obedecidos i respetados i acatados de sus súbditos como a jente
muy capaz i de mucho gobierno i que lo mismo eran sus gobernadores i capitanes;
i como en estos hallamos la fuerza i el mando i la resistencia, para poderlos
sujetar i oprimir al servicio de Dios nuestro señor i quitarles su tierra i
ponerla debajo de la real corona, fué necesario quitarles totalmente el poder i
mando i los bienes, como se los quitaron a fuerza de armas: i que mediante esto
i haberlo permitido Dios nuestro señor, nos fué posible sujetar este reino de
tanta multitud de jente i riqueza a que de señores los hicimos siervos, tan
sujetos como es notorio. Siendo nosotros tan pequeño número de españoles como
entramos conquistándolos; i que entienda su majestad católica que el intento que
me mueve a hacer esta relación es por el descargo de mi conciencia i por
hallarme culpado en ello; pues habemos convertido jente de tanto gobierno, como
eran estos naturales i tan quitados de cometer delitos, ni excesos ni
exhorbitancias así hombres como mujeres, tanto que [cxviii ]el que tenía cien
mil pesos de oro i plata en su casa, i mas indios la dejaba abierta, puesta una
escoba o un palo pequeño atravesado en la puerta para seña que no estaba su
dueño i con esto, según su costumbre, no podía entrar nadie dentro, ni tomar
cosa de lo que allí había. I cuando ellos vieron que nosotros poníamos puertas i
llaves en nuestras casas, entendieron que era de miedo que teníamos de ellos que
no nos matasen; pero no porque creyesen que era posible que ninguno hurtase, ni
tomase a otro su hacienda; i así cuando vieron que había entre nosotros ladrones
i hombres que incitaban a pecar a sus mujeres e hijas, no tuvieron en poco; i
habiendo venido este reino a tal rotura, en ofensa de Dios, entre los naturales
por el mal ejemplo que les habemos dado en todo, que aquel estremo de no hacer
cosa mala, se ha convertido en que hoy ninguna o pocas se hacen buena, i
requiere remedio i esto toca a su majestad; i en cuando no le pusiere, corre
sobre su real conciencia i mía i de los que descubrimos i poblamos; demás de lo
cual aquellos que eran reyes i señores i tan obedecidos, tan ricos i de tanto
[cxix] gobierno, como eran los ingas, han venido ellos i sus sucesores a que su
necesidad i pobreza es tanta, que ellos son los mas pobres del reino; i no solo
esto; pero aún los quieren obligar a que nos sirvan en cosas tan bajas como es
cargar i llevar cargas de unas partes a otras, a que limpien i barran nuestras
casas i lleven la basura por esas calles cargados a los muladares i otras cosas
bajas. I para escusarlo, toman por remedio que viendo que el virrei don
Francisco de Toledo, hizo una ordenanza que los naturales que tuviesen oficio
público no sirviesen en estos oficios personales, se han puesto estos señores
ingas a aprender a ser zapateros i cosas semejantes; i lo usan porque mediante
esto, los escusan del servicio, que tiene esto mas fuerza que el ser señores
libres; i que son muchas cosas de estas las que se permiten; i es bien que su
majestad lo entienda i lo remedie por descargo de su conciencia i de los que lo
descubrimos i poblamos i dimos causa a ello. Advierto a su majestad católica,
que no soy parte para mas remedio del daño: i con esto suplico a mi Dios me
perdone mi culpa, que es la ocasión de [cxx] ello; yo confieso que la tuve i
tengo i me muevo a decirlo, por ver que soy el postrero que muero de todos los
descubridores i conquistadores, que como es notorio, ya no hay ninguno sino yo
en este reino, ni fuera de él de todos los que a ellos venimos; i pues en esto
entiendo que he descargado mi conciencia, empiezo mi testamento en esta
manera".
[24]


Y no se limitaba la ciencia de los incas acerca de la vida moral a simples nociones, sino que tenían un verdadero código, tanto político como moral, del que extractamos las siguientes máximas, que Blas Valera atribuye a Pachacutec:

[Máximas de Pachacutec]
[25]
La envidia es una carcoma, que roe i consume las entrañas de los envidiosos.
El que tiene envidia i es envidiado tiene doble tormento.
Quien tiene envidia de otro, a sí propio se daña.
El que tiene envidia de los buenos, saca de ellos mal para sí, como hace la araña en sacar de las flores ponzoñas.
La embriaguez, la ira i locura corren igualmente; solo que las dos primeras[26] son voluntarias i mudables, i la tercera es perpétua.
El que mata a su semejante, necesario [cxxi] es que muera.[27]
En ninguna manera se deben permitir ladrones; los cuales pudiendo ganar hacienda con honesto trabajo, i poseerla con buen derecho, quieren más haberla hurtando o robando; por lo cual es muy justo, que sea ahorcado el que fuere ladrón.
El varón noble i animoso es conocido por la paciencia, que muestra en las adversidades.
La impaciencia es señal de ánimo vil i bajo, mal enseñado i peor acostumbrado.
Cuando los súbditos obedecen sin contradicción alguna, deben los reyes y gobernadores usar con ellos de liberalidad i clemencia; mas, de otra manera, de rigor i justicia, pero siempre con prudencia.
El indio que no sabe gobernar su casa i familia; menos sabrá gobernar la república, este tal no debe ser preferido a otros.

¿Por qué prodigio habían llegado estos bárbaros a constituir una sociedad donde la moral más pura informaba el gobierno, la familia y hasta su intelectualidad? ¿Por qué la felicidad alcazaba a todos y la terrible plaga del pauperismo que abruma hoy al mundo no se conocía?

¡Únicamente por el socialismo!

"El sueño de los socialistas, escri[cxxii]be Markham, fue un hecho real y positivo bajo el sistema de los Incas, aquí creció i floreció, como quizá jamás se lo soñaron.”
[28]

Esta fue la herencia que los españoles recibieron. Un magnífico imperio densamente poblado por un pueblo dócil, inteligente e industrioso; dotado de las riquezas que la naturaleza con mano pródiga pudiera derramar y en el que regía un gobierno superior al suyo, y que llevado a la práctica dio admirables resultados.
[29]

Cuatro centurias de opresión y fanatismo no han podido destruir ni alterar profundamente esta raza que sufre como mártir, ni en su fisonomía de filósofos, ni en sus costumbres patriarcales y comunistas, ni en su lengua arrogante y concisa. Ha encontrado recursos y vida para resistir a la invasión española y a la maldad y perfidia de los manumisos criollos. El ayllu o la comunidad, subsiste como en los tiempos incaicos, y perdura como la base de su organización social. El idioma, en lugar de perder terreno, ha ganado, se ha impuesto a sus señores y conquistadores. Se le ama, se le habla entre amigos y en el interior de las familias. Cuando se [cxxii] canta, es el yaraví tierno y melodioso el que los conmueve. Ellos, lo ilotas del Perú, son instruidos, sobrios, hábiles como judíos en el comercio y las operaciones más difíciles de cambio, banqueros; oradores, poetas sentimentales; ingenieros, prácticos, viajeros, naturalistas, médicos; siempre taciturnos y activos como las hormigas. Modelos de amor doméstico y obediencia a la ley. El huágete o cambio de servicios, el do ut des, mantiene la cordialidad en sus relacioanes sociales. La minga, el trabajo sin retribución, es la forma de auxilio al inválido, a la viuda y al huérfano.

Ellas, ejemplares de fidelidad conyugal con el quipe y el hijo a las espaldas; la rueca en la mano, que no deja nunca, sea de paseo o de viaje, de visita o de fiesta, comparte con el esposo llena de abnegación y cariño los pesares y trabajos del campo y del hogar. Si soldado, por delante, con sus enormes atados recorriendo leguas de leguas; si arriero, tras él, levantando la carga y arreglando el ha[cxxiv]to; si en la pelea, ella dando el grito de estímulo, el ¡hapari! que le comunica ánimo y valor, y alargándole las piedras para su honda; si borracho, a su lado, velando por él; si majadero, soportando resignada sus maltratos e impertinencias. Y siempre en el hogar, siempre atareada, siempre ocupada en las labores domésticas; afectuosa con sus hijos y cuidadosa con sus enseres, y en todo, como la más tierna y fiel compañera: sacando la cara por él, si es necesario.

Vamos pues a resucitar parte de ese pasado incaico, que no percibimos al presente sino como el eco lejano de una civilización destruida. Al dar a luz hoy estos pequeños fragmentos ignorados y menospreciados, que suplen a los monumentos derruidos y al silencio de los historiadores; por ellos, mejor que por otros testimonios, apreciaremos el genio de la raza, adormecida, pero no extinguida, que no quiere percibir el mundo moderno, del que no ha conocido sino la avaricia, el orgullo y una ignorancia petulante y vocinglera.

Tarma, 27 de Octubre de 1905.

Pumacahua.
Notas

[1] Escribe Dionisio Anchorena: “Basagoytia antiguo prefecto de Puno en honor del plesbistero Dr. D. Juan Pablo Cabrera, por haber logarlo (sic) el cruzamiento del paco con la vicuña” (1874: 138).
[2] Prosigue en La Aurora de Tarma, iii, 117.
[3] Esta oración no figura en Lat. 117.
[4] Nota del autor: “[I] La primera forma se usa para contar hombres, objetos etc, como napong ñofoeñ, diez hombres; la segunda, para contar monedas: nassop xllaxl, diez reales; como entre nosotros que cuatro hombres decimos tchusco olkocuna, i cuatro reales: tushtun real. No así en Ayacucho i Cuzco, donde emplean tahua, i en Ancash, chusco.”.
[5] Sigue a partir del corte de palabra, “inclusiva-mente”, en La Aurora de Tarma, iii, 120.
[6] Continúa La Aurora de Tarma, iii, 121.
[7] Nota del autor: “[I] Vocabulario de Francisco Carrasco en los viajes por Huillcamayo i Ucayali (parte) en 1846.”.
[8] Nota del autor: “[2] Tribu del Tono i Piñipini, del vocabulario de Göhríng.”.
[9] Nota del autor: “[3] Está mal escrito o es una metátesis del Campa, paroni.” .
[10] Nota “[4] En Campa, pascini es más.”.
[11] Se trata del Vocabulario Políglota incaico / Comprende más de 12,000 voces castellanas y 100,000 de keshua del Cuzco, Ayacucho, Junín, Ancash y Aymará/ Compuesta por algunos religios Franciscanos Misioneros de los Colegio de Prepaganda Fide Peru. Lima, Tip. Colegio Propaganda Fide del Perú, 1905. Vocabulario políglota incaico. Quechua, Aimara, Castellano. 2da ed. Versión normatizada, bajo la coordinación académica de Rodolfo Cerrón-Palomino.Lima, Ministerio de Esducación, 1998.
[12] Sigue en La Aurora de Tarma, iii, 122.
[13] Políglota Incaico (ed. Cerrón-Palomino), p. xvii.
[14] Ibídem.
[15] Ibídem: Kaka.
[16] Lat. 122: sería.
[17] La primera acepción de huari, no va en Lat. 122: “al jefe de la tribu. Huari”.
[18] Tph, cxi: “la evolución natural de una lengua; cosa de q’ fácilmente se darán cuenta los q’ recorran las diversas composiciones que hemos tenido especial cuidado en trascribir, i se vendrá asi en conocimiento del bastardeamiento del quechua, el que no ha podido cristalizarse a causa de la carencia de una literatura escrita; i q’ ha podido”.
[19] Tph, cxii: estadística (sic).
[20] Sigue en La Aurora de Tarma, iii, 123.
[21] Lat. 123: “esas nociones intelectuales de una raza”.
[22] Prescinde en Lat. 123 de la sentencia: “o sea el proemario:”.
[23] Luego del corte, “impe-dìan”, en La Aurora de Tarma, iii, 124.
[24] Cf. Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales de los Incas.
[25] Cf. Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales. Lib.VI, cap.36 (Garcilaso 1985:270).
[26] Luego del enlace, “pri-meras”, continúa en La Aurora de Tarma, iii, 125.
[27] La edición de César Pacheco anota: “El que mata a otro sin autoridad o causa justa, a él propio se condena a muerte” (:270).
[28] Clement Markhan, El imperio socialista de los incas.
[29] Ambos párrafos, “’El sueño de los socialistas (…) dio admirables resultados.”, no figuran en Lat. 125.

© Gonzalo Espino Relucé, 2008
Todos los derechos reservados
La alforja de Chuque 14

1 comentario:

Anónimo dijo...

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