Cuando el profesor Ernesto Cruz Sánchez me llamó por
teléfono y me invitó a esta mesa redonda (13 abril 2012)[1],
le advertí que estaba totalmente desconectado del tema, que definitivamente
parece ser una tontería lo dicho por un representante del capital y que en los
pasillos de la Universidad San Marcos, no ha tuvo impacto. Le confié que no soy
ni vallejista ni vallejiano, eso me da ciertas ventajas. Me interesa el autor como
sujeto productor de una poética universal, tal como puedo leer a otros poetas que
traspasan las contingencias del tiempo. Dicho esto puedo pasar ya a leer mis notas:
I
La idea de un César Vallejo tristón, meditabundo y
pesadamente melancólico no solo obedece a lo que en su poesía aparece como
referente, sino y sobre todo, a una fuerte carga colonial -acaso desapercibida-
que acompañó a la invención del poeta como un sujeto nostálgico y triste,
semejante al indio. Así, la crítica lo imaginó provinciano, cholo e indio. Esta
misma imagen sería reforzada por las fotografías tomadas en París y toda la
iconografía que acompañó a la misma de un Vallejo pensante y tristón.
II
El maestro Alfonso Reyes, Experiencia literaria (1942), enseñaba que hay que tener la
suficiente sospecha ante las declaraciones de los creadores. Decía que sí había
que creerles que sospechemos, porque al fin y al cabo la poesía es ficción. Es
la sociología de la cultura, en los años 60, que nos recordó la azarosa
dinámica entre la cultura y la realidad, que se presta, que se ayuda, sí, pero
a partir de relaciones, exactamente, zigzagueantes. Con toda razón los
formalistas rusos reclamaron la autonomía del texto (literaturidad). Los esquemas marxistas nos han llevado establecer
esas dinámicas escurridizas entre la realidad y la ficción. Pierre Bourdieu, el
de los campos culturales, propuso distinguir los diversos carnés del creador,
las diversas maneras de ser de un intelectual. Si la obra lo es en sí misma, entre
autor y obra no hay relaciones causalísticas. Se trata de hilos
invisibles de contigüidad; esta no siempre coincide con la vida. En el
caso de Vallejo, hemos llegado al tope de la insistencia de un hombre amargado
y sufrido. Mito creado exprofesamente para dar lugar al héroe cultural que en
estas tierras ha dado a la humanidad. Tal mito alimenta un viejo vicio de
estudiar la vida del poeta y hacerla coincidir con su producción. Esta varita mágica
está apolillada. Necesita, en efecto, establecer relaciones que puedan ser
reales o virtuales entre el "yo histórico", el sujeto biográfico, el
sujeto cambiante, el sujeto real, el sujeto que vivió y el "yo
poético" que se ha instalado en la obra poética de César Vallejo. Si la biografía nos
sirve para contextualizar el objeto creado, trasladarlo mecánicamente entorpece
la riqueza de cualquier proyecto poético.
III
El mito al que estamos aludiendo tiene que ser repensado. Basta recordar
aquí tres imágenes. La primera la difunde Georgette de Vallejo, nos recuerda que cuando retornó el poeta a Trujillo en 1913:
"Muy rápidamente es adoptado por intelectuales y artistas quienes, muy
numerosos, forman un grupo inquieto, turbulento y audaz, cuya bohemia no es en
Vallejo sino un hábito; publica sus primeros versos de origen didáctico imponiéndose
por el dinamismo y los rasgos humorísticos de su fuerte personalidad
intelectual y artística". No precisamente aparece como triste y apagado,
sino como un sujeto que sonríe y pone la pauta a lo que hace. La misma la
asocio con las dimensiones de creador que innova y a su condición de iconoclasta.
La segunda la asocio al Vallejo impresionado por la miseria
humana del enganche en la hacienda azucarera de Roma (Tulape, Moche). Asunto
que, según don Joaquín Díaz Ahumada, el que escribió Historia de las luchas sindicales del valle Chicama, ponía en
discusión. Decía que el poeta era ajeno a la situación social, que era indiferente
a lo que pasaba con los trabajadores y que mi abuela lo recordaba como joven
bien vestido y de modales pulcros, que los domingos iba a degustar su patasca o
su frito -claro que esto es invención mía (ver: http://gonzaloespino.blogspot.com/2014/02/dos-anecdotas-sobre-cesar-vallejo-en-la.html).
La tercera, y más interesante, resulta ese muchachito
irreverente y de "abundosa melena", como decía Ciro Alegría, que
sacaba a los niños del colegio a caminar. Según ha contado uno de sus alumnos,
nuestro otro universal, me refiero al autor de El
mundo es ancho y ajeno, que cuando fue llevado a la escuela se preocupó por
saber quién iba a ser su profesor. Cito a Ciro Alegría:
El anciano por poco dio un salto
y luego dijo, muy excitado: - ¡Mi señora!, esa ya no es cuestión de colegios
sino de buen sentido... ¿Sabe usted quién es el profesor de primer año en San
Juan? ¿Lo sabe usted? Pues ese que se dice poeta, ese César Vallejo, un hombre
a quien le falta un tornillo...
- Al fin y al cabo... para
enseñar el primer año... -dijo mi abuela tratando de calmarlo.
Mas nuestro visitante estaba
evidentemente resuelto a salvar del peligro a un pobre niño indefenso como yo,
y argumentó:
- No, no, mi señora... Ese
Vallejo, sino es un idiota, es cuando menos un loco. ¿No podrían ponerlo en
segundo año? Al entrar me sorprendió ver que el niño estaba leyendo el
periódico...
La otra imagen es la que se viene rehaciendo,
reescribiendo, y que tiene que reinscribirse como uno mismo. En ello han
aportado la propia Georgette de Vallejo, Julio Ramón Ribeyro, Reynaldo Naranjo,
Jorge Díaz Herrera. Y a propósito de ello, Naranjo confesó algunas cosas en una
entrevista, que aparece, precisamente, en el diario que se ha citado hoy día.
La investigación que hace Reynaldo Naranjo dice lo siguiente:
"Hay una distorsión sobre
Vallejo, que lo vuelve una víctima [...] Todo eso fue delineando una
personalidad que fue difundida en el Perú. Y todos: 'pobrecito Vallejo
olvidado'. Cuando el que hacía chiste era él. Los inventaba. Era encantador,
bailaba huainos. Afable. Muy vinero (le gustaba el trago). No soy vallejiano,
pero sí vallejista: busco rescatar a este hombre que ha sido maltratado tantos
años en el Perú como si fuera un pobre desdichado."
Si hay que volver al mito, reinventémoslo despojado de la amargura,
del sufrimiento, del "pesimismo" y pongamos en primer plano la foto
tomada en Paris, donde el poeta aparece brindando y sonriente, mejor aún esa en
que el poeta aparece con una mirada serena y plena de optimismo, apegado a la
vida.
IV
La universalidad de César Vallejo cada día se afirma en
el tuétano de la palabra. Una palabra poética que tiene de clásico e
iconoclasta. En todo el proyecto poético vallejiano observamos la vitalidad de
la existencia. La voz de César
Vallejo nos acoge en la trampa del poema de tono existencialista que resulta
ser sarcástica. Una suerte dialéctica de opuestos, si los golpes de "Los
heraldos negros" son explícitos, correspondería preguntarnos por su
opuesto, acaso caricia, terneza, alegría. En el poema “Hallazgo de la vida”
dice lo siguiente el poeta:
Mi gozo viene de lo inédito de mi
emoción. Mi exultación viene de que antes no sentí la presencia de la vida [...] Nunca, sino ahora, ha habido vida.
Reivindico lo iconoclasta, la irreverencia, la innovación
cautivante del poeta santiaguino. En todo caso, como ha recordado recientemente
Germán Peralta, intelectual fino, leal investigador, de confesión aprista, el retrato que hace Don
Haya de la Torre del poeta, recordando al prologuista de Trilce; había muerto ya
Rubén Darío y estaban celebrando el nacimiento del nuevo genio, el genio que hoy día celebramos también.
Antenor Orrego:
Tú eres el genio. Yo te proclamo
el genio de la poesía americana, y por eso sufrirás mucho. (César Vallejo
lloraba). Te proclamo yo, humildemente, sin que nadie nos oiga, aquí en
V
¿Qué nos enseña Vallejo? Nos enseña a ser humanos. Esa
es la principal condición de su ser como poeta universal, sin la cual no es
posible imaginar a un escritor si no trasciende, no es capaz de hacer vivir humanidad. Yo me he vuelto a leer a Vallejo después de tiempo, cuando he
concluido la lectura en las alturas del Incahuasi, paso quechua, quedé
conmovido por el poema XV, España aparta
de mí este cáliz, y con ello respondo a la pregunta. Yo no sé si es pesimista
o agnóstico o dogmático. No podemos leer a la poesía descontextualizada. Nos
perdemos. Mi propuesta es reinventar el mito de Vallejo, un Vallejo sonriente,
el Vallejo que es capaz, desde Los
Heraldos Negros, decir que tiene “alma hereje”; en Trilce, que quiere “carcajear, secando mi metro y mi bolsillo”, o
el que nos recuerda giros muy cotidianos. A propósito, no se ha hecho
investigación específica sobre la lengua de Vallejo, la lengua norteña, la
lengua del Norte e incluso, para ser más precisos, el arraigo de culle en el
habla de Santiago. Y volviendo a la idea que planteaba el poema aludido, exclama Vallejo: “¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto hasta la letra en
que nació la pena!”
0
Esta demás. La descalificación por un neoliberal
no hace sino mostrar el rostro de alguien que lee poemas sueltos y no la obra poética de César
Vallejo. Si se trata de un debate lo que tendríamos que estar discutiendo acá
es el proyecto neoliberal y la cultura, eso es lo que tendríamos que discutir. Entonces,
hubiera sido mejor que vengamos a una mesa a discutir cómo el proyecto neoliberal ataca Vallejo por su "pesimismo" y ahí responderíamos con un Vallejo que sabe de la virulencia del
capital, de su consistencia revolucionaria,
de su humanismo transparente y su genialidad sin límite.
Gonzalo Espino
Gonzalo Espino
(Tulape, abril 2012)
[1] Se publicó con el título de Mesa redonda: El pesimismo en
la poesía de César Vallejo: entre falacias y desencuentro (Trujillo: Universidad Nacional de Trujillo, Departamento de Lengua Nacional y Literatura, 2012). Se transcriben todas las intervenciones Juan Paredes Carbonell, Luis Eduardo García, Gonzalo Espino Relucé y Hermes Rubiños Yzaguirre, esta mesa se realizó en los salones de la nacional el 13 de abril 2013. La versión que presento tiene algunas precisiones a la transcripción.
2 comentarios:
Lo que no entiendo es ¿cual es problema si hubiese sido pesimista?. Realmente vivimos en una dictadura de los "optimistas".
considero que no era pesimista, sino más bien realista ante lo que ocurría.
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