Hawariyninchis, nuestra poesía contemporánea quechua (Introducción 2) por Gonzalo Espino Relucé


Los resultados nuestra investigación circularán este año.  Dentro de poco, en el portal de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas - UNMSM podrán acceder a mi Narrativa quechua contemporánea (edición virtual) y estará a disposición como libro impreso por Pakarina Ediciones.


Hawariyninchis, nuestra poesía contemporánea quechua
Introducción

Gonzalo Espino Relucé
EILA-UNMSM[1]


¿Problemas teóricos?
La poesía quechua tiene como marco de referencia, la diversidad lingüística y cultural y las desigualdades que socialmente la acompañan, así como una historia zigzagueante e inesperada. Estas producciones se contextualizan con las literaturas que se producen en el país, hablamos así de diversos sistemas en un espacio definido como heterogéneo tal como nos lo hacía ver Antonio Cornejo Polar (1983) y como lo ha precisado Carlos García-Bedoya (2014). Al mismo tiempo reparamos en los ejercicios de poder que se producen en la esfera de las representaciones simbólicas que han terminado por reconocer y validar aquella literatura que se produce en español y que margina a las otras literaturas. Cuando se habla de literatura en toda América Latina siempre se hacen referencias a las lenguas dominantes y oficiales, esto, porque en los tiempos de la lucha emancipadora las elites criollas asumieron como la lengua del poder aquella que gozaba del prestigio colonial. Las antologías nacionales son una clara muestra de la prevalencia del monolingüismo castellano, no las incorpora y se extendió a las colecciones de poesía indígena realizadas en el siglo XX, si bien cumplieron la función de evidenciar su existencia, difundieron la poesía quechua en español. [5] Entre tanto no debe perderse de vista que una literatura participa del juego tenso y desigual de las hegemonías culturales y que, en los tiempos actuales, aparece bajo la inofensiva asepsia de la categoría canon instalada por el mercado internacional del texto.

No hay duda que la expresión estético literario tiene como material básico el lenguaje y la lengua. La historia es más o menos común, tiene obviamente que ver con el prestigio social de las lenguas, es decir, aquella que se imponen. Es la lengua del poder la que subordinada a los otros idiomas, aunque estos sean de dominio amplio. La escritura terminó por asumir el rol protagónico del ego positivista que adscribía para las literaturas nacionales. La lengua inicial de estas literaturas será el español, o el portugués, obviando los idiomas utilizados por la mayoría de la población nativa, que se continúa hablando y en la que se expresa la sensibilidad indígena. De esta manera las posibilidades de una literatura quechua permaneció, groso modo, a las esferas ilustradas del poder y a las elites locales, que dieron lugar a un vasto legado en el teatro colonial, el teatro cuzqueño y ayacuchano de fines del siglo XIX e inicio del siglo XX (Meneses, Itier, Durston), pero no se aventuraron a un ejercicio mayor que disputaran espacios letrados y preferencias poéticas.

Es en la primera mitad del siglo XX que los quechuas raptan la escritura. La escuela aculturadora, que occidentalizaba al andino, al verse desnudado y entrenado en ropaje del manual de Carreño, el sujeto percibe que en su lengua, el quechua, puede expresar vivencias y sentires comunales; sentimientos, sueños, contingencias y lo más íntimo de sí. Fue un proceso similar entre los quechuas cusqueños y ayacuchanos, cochabambinos y quiteños, que empiezan a experimentar una escritura que se inicia en la lengua del otro, el castellano y cuyo aprendizaje les valió para la escritura poética quechua.  De manera que, postulamos que la literatura quechua contemporánea será una poesía que se ubica entre el legado indígena quechua y el intertexto occidental que, por cierto, afectará las formas poéticas tradicionales.

La poesía quechua amalgama dos fuentes: el ánima andina y el idioma. El poema quechua será resultado de la experiencia lírica que viene de su comprensión del espíritu andino quechua, que los especialistas llaman cosmovisión o, simplemente, cosmovivencia. La lengua será clave para la organización del hecho poético y no se limita al uso idiomático, sino como la escritura poética quechua repara en las sutiles maneras de la expresión lírica andina. La poesía escrita quechua se manifiesta como práctica de una familia lingüística: la lengua quechua que se expresa en sus diversas variantes. No es la superioridad del idioma quechua para expresar sentimientos, sino la elaboración de una textualidad poética que imbrica lengua y al mismo tiempo sentido, va más allá del elogio que hacen diversos escritores al idioma (Espezúa 2017: 433-462, Huamán Manrique: 73 ss.).

Nuestro estudio organiza la poesía quechua contemporánea a partir de tres conceptos operativos: proceso, rapto de la escritura y zona literaria. El proceso se corresponde con la historia y con ello la configuración escritural quechua como de larga duración. Indagamos procesos, porque nuestras referencias son diacrónicas y basadas en el largo tiempo, entendida como espacio temporal en el que socialmente ocurren hechos de transformación significativos.  Como se apreciará no se trata del taki, es decir, la canción ni composición tampoco transcripción de la tradición oral a la letra. Esta pesquisa cubre el periodo que va de 1904 a 2017, es decir, del primer poema escrito en quechua y divulgado en el siglo XX hasta el último publicado en junio del 2017. Con el concepto rapto de la escritura grafico cómo los poetas decidieron escribir en quechua, una lengua que no solo arrastraba el estigma del indio, el símbolo del atraso y la discriminación social. El rapto será la característica que comportan los poetas y sus poemas  a lo largo del siglo XX y XXI, con especial atención a la primera mitad de siglo XX. Será esa extrañeza que convierte al sujeto quechua en el mundo occidental, que para entonces, lo acepta  y sabe las reglas de urbanidad, entre ellas la de hablar el idioma de la ciudad y la desborda al empezar a escribir en la lengua del indio. El concepto zona literaria lo asocio a lo que Claudia Rodríguez Monarca (2017: 33 ss.) identifica como diversas relaciones que establece una literatura no canónica e instala una movilidad respecto al canon. Es decir, procesos que permiten que un texto –poema, poemario- circule de un sistema a otro y viceversa, al tiempo que suele trasgredir el orden establecido. En nuestro caso, cuestionamos la periodización que hace coincidir fecha de nacimiento con publicación y que propician un momento de época. El proceso al que aludo no crea ese nexo epocal porque se mueve en otro sistema, en el que se publica, casi siempre, tardíamente y se la entiende como hecho aislado y en el mejor de los casos, una curiosidad de letrados sobre los indios, salvo notables excepciones (Arguedas comentando la poesía de Kilko Warak’a; Manuel Baquerizo la poesía de Dida Aguirre, Fredy Roncalla Hawansuyo). Mejor aún, se sabe que existe, que circula, pero se la oculta (Guillén 2016; Espezúa 2017), se la obvia e invisibiliza.

El rapto de la escritura supuso desplazamientos en la forma como se compone las canciones andinas y la propia poesía que tuvo que reimaginar la situación del indio y el mestizo (Arguedas [1938] 2012), empezando por un asunto básico que se conecta con la modernidad de occidente: el tránsito del ñuqanchis, sujeto colectivo, a un sujeto individual, ñuqa, en el enunciado poético. Entonces, ¿cómo se expresan las miradas colectivas, cómo las manifiestan? La poesía quechua escrita contemporánea se arraiga en el legado quechua que supone memoria y concepción andina del mundo y al mismo tiempo reinvención de formas tradicionales (dístico semántico, humanización de los objetos, etc.); y en el mejor de los casos, la situación de enunciados que representan el sentido colectivo y se manifiestan, a sí misma, de manera autónoma o el posesionamiento de una voz singular e íntima.

Quechuas: ñuqayku/ ñuqanchis
Como toda antología, la nuestra no escapa a los sistemas de valoraciones y los criterios de selección, que en este caso obedece al espesor de la producción poética quechua. De hecho confrontamos varias dificultades que paso a encararlas a partir del desarrollo desigual de la poesía quechua que termina por visibilizar a unos y a otras confinarlas en el olvido. Estas a su vez vinculadas a polos de desarrollo de las aldeas letradas, sobre todo en los años cincuenta del siglo pasado cuando las élites asumen que la lengua de prestigio es el castellano e inversamente empiezan a recurrir al quechua, especialmente en Cusco y Huamanga, como gesto identitario y como reinvención regional.  Si esto aparece como lo más expresivo, anotamos que podemos imaginar también los desarrollos tardíos en espacios como Huaraz, Huancayo y Huánuco lugares donde se habla quechua ancashino, huaylash o huanuqueño. En las que, en efecto, encontramos escasas producciones, destacan de manera especial el núcleo ancashino que en los noventa aparecen con algunos textos hasta tener actualmente una representación que bien merece nuestra atención.  Distintos serán  los casos donde el quechua quedó como expresión básicamente oral, aun cuando las escrituras experimentales estén circulando, estos son los casos de Cañari-Cajamarca,  donde casi todo pertenece a la tradición oral. Y lo es todavía más difuso, si se trabaja con el quechua amazónico[6] donde lo que encontramos son muestras que pertenecen a las tradicionales culturales del acervo oral y que han sido compiladas y que aquí de manera excepcional las incluyo. Amén de las posibilidades de acceder al texto, sea por compra, intercambio o localización en repositorios bibliográficos, dada el carácter artesanal de las publicaciones.

Vuelvo sobre un asunto expresado anteriormente. Tenemos por cierto que el aprendizaje poético parte de una práctica de escritura y publicaciones en castellano. La experiencia literaria viene subyugada por la ciudad letrada, antes de hacerlo en quechua la mayoría de poetas primero publican en español.[7]  La poesía quechua acusa una doble dinámica como parte de la conciencia poética. Expresarse solo en la lengua (ñuqayku) o hacerlo en esta y al mismo tiempo tender un puente para el hablante castellano (ñuqanchis). Pongamos algunos ejemplos, tanto Andrés Alencastre como César Guardia Mayorga publican sus primeros textos en español y quechua:  el primero escribe dos poemas en diciembre 1941 que se publican como “Puma” en Waman Puma (1941) y “Ayacucho yo te saludo” Huamanga (1942), que  viene en castellano y quechua, firmado como Kilko Waraca; con lo cual evidenciamos que en los inicios la poética de Alencastre tenía presente las posibilidades de comunicarse con el lector-no quechua. Es a partir de 1955 que su poesía será solo en quechua. Lo propio hará Kusi Paukar, cuando en 1956 publica “Modalidades expresivas del kechwa” en la Revista Cultura, ensayo que reivindica el quechua como lengua literaria y utiliza el español como vehículo para teorizar. Los poemas César Guardia Mayorga  llegan en quechua chanka, me refiero “Jarawikuna”, que se reitera en Sunqu harawikuna… (1961)  y solo a partir de 1975 traduce sus poemas y circulan en  ediciones bilingües (Cf. Huamán Águila, 2017). Lo que me invita interrogarnos si al escribir los poetas quechuas ¿traducen, recrean o trascrean sus poemas? En general, la condición de hablantes quechuas permite la escritura en la materna; sin embargo, cuando hacen suyo el ñuqanchis, tienen que poner su poemas en castellano. El término que mejor se ajusta es trascreación, es decir, la creación de un nuevo poema a partir de un texto otro, de allí que resulta difícil seguir una traducción literal, que por demás sería aburrida.

Continuará...
[1] Esta antología forma parte de los resultados del proyecto de investigación  Proceso de la poesía quechua contemporánea (2017) y lo comprometido en el Proceso de la poesía quechua contemporánea II Educación y poesía (2018) que dirijo como coordinador de EILA, ambos proyectos financiados por Vicerectorado de Investigacion y Posgrado UNMSM.
[5] Las tres más importantes antología poéticas del país: Poesía Peruana, Antología de la Poesía Peruana de Alberto Escobar y la Poesía Contemporánea de Gonzalez Vigil no incluyen a los poetas quechuas. Vigil lo hará recién en este siglo en Poesía Peruana del Siglo XX (Lima: COPE, 1999, t. I), en ella incluye a los tres poetas fundadores de la tradición quehcua contemporánea, me refiero a Kilko Warak’a, Kusi Paukar y José María Arguedas. Las antologías de poesía quechua dudan sobre la pertinencia de la lengua, proponen una imagen histórica y de los poetas contemporáneos que casi siempre se detienen en Kilko Warak’a y José María Arguedas, Cf.: Poesía quechua (1965) de José María Arguedas; Poesía y prosa quechuas (1968) y Literatura quechua clásica (1986) de Francisco Carrillo; Poesía quechua de Sebastián Salazar Bondy (1978) y la ya mencionada Literatura quechua (1980).
[6] El quechua amazónico comprende a los “Quichua,  Lamas  y  Kichwaruna  las  que agrupan un total de 36 mil 163 habitantes”, Cf. Familia Lingüística quechua, Censo 2007 <http://proyectos.inei.gob.pe/web/biblioineipub/bancopub/Est/Lib0944/cap04.pdf> (2.2.2018).
[7] Véamos algunos casos: Willian Hurtado de Mendoza, Ecos de mi pueblo (1967) y Poesía prohibidas (1968);  Dida Aguirre, Arcilla (1989);  Odi Gonzales, Juego de Niños (1988), Antonio Effio Sulca,  Entre molles y campanarios (1986) y Cantipoemas  (1987); Wilbert Pacheco Álvarez, Madrigales a orillas del llanto (1989); Ugo Carrillo, Baladas de un perro sin pelos en la lengua (2008), etc.

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