Gonzalo Espino: ZAFRA por José Gabriel Valdivia

No me queda claro exactamente que ocurrió ni si José Gabriel publicó la nota sobre mi poemas de Zafra. El hecho es que hace unos minutos me encuentro con algo que Mauro Mamani me había comentado; a veces, la nostalgia me lleva a revisar mi viejo correo y acaso responder a destiempo algunas de esas comunicaciones.  Comparto la nota que escribió el poeta y crítico José Gabriel Valdivia (2017), maestro de la Universidad San Agustín de Arequipa.

Gonzalo Espino: Zafra

José Gabriel Valdivia

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En aquellos años juveniles, junto a Nilton del Carpio y las revistas Polen de Letras o La Gran Flauta, se ubica la figura de Gonzalo Espino (La Libertad, 1956). Se nos presentó con sus plaquetas de poesía, entre las que recuerdo Qantu. Pero además nos dejó la impresión de un poeta “bolche” sobre la planicie limeña. Y efectivamente poseía una fuerte simpatía por el movimiento obrero y el mundo  proletario. Escribía poesía sin dejar de ser consecuente con esas aficiones y convicciones que llevaba en su morral de campaña.
Gonzalo Espino provenía del sólido norte, pero no era aprista sino más bien socialista, comunista, y dirigía también una revistilla a mimeógrafo, Prensa obrera. Por ese entonces trabajaba en Tarea y estudiaba Literatura en San Marcos. Hoy se proclama un ciudadano “moche”, como para llevarnos a los comienzos de nuestra civilización prehispánica en la costa norte del Perú e inscribir un auténtico sello de su identidad.
En esos años le pedimos unos poemas para publicarlos en la revista Polen de letras y luego en La Gran Flauta. En la memoria habita uno, cuyo título era Paulina, de tono lírico y de corte prosaico.

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Desde aquel lejano 1981 no lo volví a ver. Nos reencontramos dos décadas después, ya en pleno siglo XXI con otras preocupaciones y con los años de la seriedad a cuestas. El se había convertido en un especialista sobre literaturas orales y populares, en los que ha aportado metodologías y ensayos importantes.
Este saber le ha permitido dictar conferencias y cursos fuera de su alma máter sanmarquina, llegando a México, Brasil y otras latitudes latinoamericanas. También pasó por San Agustín, en la que participó en un diplomado de investigación literaria.
Pero la poesía parece que siempre la siguió cultivando y seguro que con mayor asiduidad desde que asumió compartir el Taller de Poesía en la Escuela de Literatura de San Marcos. En una de sus visitas a nuestra ciudad, nos dejó sorpresivamente un poemario amoroso, aparte de sus libros de ensayo y crítica literaria. Pero sus publicaciones poéticas -en formato libro- fueron tardías y algo alejadas del momento de la tensa década de violencia política.
El primer poemario orgánico de Gonzalo Espino fue Casa Hacienda (1991), el segundo Mal de amantes (2002) y el tercero Quinto (2013). Esta periodicidad de sus publicaciones no impide que forme parte de la poesía del ochenta, porque estuvo vinculado a esta generación desde el año 1978, con la que se identifica bajo la sugestiva denominación: “los otros del ochenta de la poesía peruana”, junto a los sanmarquinos de entonces: Roncal, Escribano, Zapata. Todos ellos se han caracterizado “por su marginalidad envolvente, su tono de protesta y una inusitada persistencia en el hiperrealismo”.

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La cosecha poética, Zafra, de Gonzalo Espino, contiene –en 196 páginas- la totalidad de su obra  escrita hasta el 2016. Trae cuatro apartados que corresponden a sus libros orgánicos, además de una Introducción escrita por Alejandro Benavides Roldán, una Presentación, hecha por Luciana Días, docente de la Universidad Federal de Minas Gerais, Belo Horizonte-Brasil, y una sección aclaratoria sobre el origen de los textos, Inevitables.  
Esta publicación forma parte de un proyecto editorial trujillano muy ambicioso que aspira editar cien títulos y conformar una Pequeña Biblioteca de Literatura Regional. El libro de Gonzalo Espino es el número 17 de la colección que, en un simpático formato bolsillo, ha difundido a las voces importantísimas de todo el norte peruano. En este sentido, Benavides Roldán, promotor del proyecto, enfatiza que la literatura peruana moderna para crecer tiene que mirar hacia dentro del país, porque resulta anacrónico, el viejo vicio centralista de considerar que Lima da pauta y bendición.
En la Presentación, la docente brasileña, Luciana Días, destaca que la poesía de Gonzalo Espino posee una voz polifónica que habla de amores, caminos, luchas y fe y concluye que Zafra es un libro hecho de palabras, coincidencias, ficción real y comunión.

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La organización de su poesía reunida se inicia con los poemas juveniles que obtuvieron el premio nacional de poesía Fernando Lozano y aparecieron en Lima,  1982, en una muestra de la poesía proletaria, promovida por el CIED. Me referiré brevemente a esta sección, que nunca apareció en libro propio, por ser la más genuina en relación a la poesía peruana del ochenta. Sus posteriores libros cobran un giro interesante hacia una lírica del exilio interno, la memoria del migrante o la ya difundida parábola del retorno. De ello me ocuparé en un estudio más prolijo y exhaustivo.
El título de este apartado, Siete poemas de ficción real, nos lleva a ubicarlo en lo que alguna crítica ha llamado hiperrealismo y que la expresión “ficción real” lo alude antitética o paradójicamente. 
Una preocupación fundamental de los jóvenes poetas de los ochenta fue tratar de escribir sobre la conflictiva realidad urbana limeña e intentar representarla en sus   poemas. Los logros fueron disímiles. En el caso de los textos de Gonzalo Espino, esta representación alcanza más lo político que lo social. En sus versos más logrados,  propios de la versificación explosiva, el prosaísmo hegemónico del momento y la intención narrativa del poema, como el caso de San Fernando y Trabajo honrado, trata -desde una perspectiva popular- los desencuentros que provoca en sus moradores el caos urbano de la ciudad Lima: prisa, violencia, desorden, sobrevivencia, desconcierto, y finalmente resignación.
En los demás poemas, la obviedad de los sucesos políticos descritos o narrados, como la masacre de los mineros de Cobriza o la toma de tierras de Ocongate, unidos a un soporte ideológico de interpretación, no desmerecen la importancia de los hechos como un testimonio del convulso momento social de fines de los setenta, pero sí nos alejan de los recursos poéticos innovadores para el tratamiento político.
En este sentido, ciertos jóvenes adoptaron en los inicios del ochenta una forma de compromiso social (tal vez político) en el marco de una lírica coloquial, exteriorizante, con ciertos arrestos de captar lo popular, pero de manera diferente al inmediato y anterior proyecto horaceriano del mejor Enrique Verástegui de sus dos primeros ibros. Este conjunto de poemas que abren, Zafra, poesía reunida de Gonzalo Espino Relucé, parece refrendarlo con sustancial lenguaje y actitud comprometida.
Foto: Gonzalo, Flor y Flora, en Lima.


1 comentario:

Francisca dijo...

Zafra tiene un contenido exquisito que te mantiene enlazado.Felicitaciones Gonzalo.Que sigan los exitos.