Gonzalo Espino Relucé
(IIH-Literatura/FLCH-UNMSM)
Aun la crítica literaria no ha dicho su palabra sobre la narrativa de Pedro
Lovatón, no ha sido justa con sus
trabajos. Maestro apreciado y querido por muchas generaciones, docente y
antropológico, comunicador de primera, innovador, colega en la Facultad de Letras de la
Universidad Mayor de San Marcos. Su
producción, la que hoy revisaré está asociada a la antropología, a las
tradiciones culturales, cuyo foco de atención es la comunicación. Ha producido ya varias entregas, entre las
que destaca La jerga en el Terminal Marítimo
del Callao, El waino en la sierra central: caso de Huariaca y su reciente Waskasuaísmo que representan ya un
autor consolidado y que con Raje de Leña
alcanza, en nuestra opinión, el magisterio de una maestro que encandila con sus
propuestas.
Raje de leña. Comunicación y
tradiciones andinas (2014)[1]
es un libro cautivante que nos invita a recorrer todos los elementos que hacen posible su
realización. Si está definido como el espacio privilegiado para la conversa y
la sabiduría, las creencias y devociones,
al mismo tiempo, se asocia a la Fiesta de San Juan. El sub título nos precisa de
qué trata, de que nos hablará. El “raje de leña” será revisado desde su
urdiembre comunicacional y como parte de las “tradiciones andinas”, es decir,
la locación de su habla será desde lo que ocurre en las tradiciones ancestrales
que se trasmite en el ahora, aunque focalizada, en la comunicación.
La escritura de Raje de Leña es sencilla, directa, lineal; no ofrece complicaciones
sino más bien parece una partitura de la dialogía continua de Huariaca (Pasco).
Esta sencillez sin embargo propone un asunto que debemos revisar: el tipo de texto. Empezando porque el título
invita inmediatamente a pensar en el peruanísimo raje, es decir, en la conversa desproporcionada que suele hacerse
sobre alguien o algo, y que nuestro autor lo devela en todas sus acepciones
(:65) ; aunque en este caso se trata, efectivamente, de la leña, es decir, trozos de un árbol que
luego se deja secar para su uso y a partir del cual se moviliza la comunidad.
En quechua lo identifica Yantacuchuy. El subtítulo aclara las intenciones de
autor, se trata de Comunicación y
tradiciones andinas.
Ambos enunciados suponen una ligera tensión que tiene que ver con la tipológica
textual: se trata de un texto narrativo y a la vez de ensayo. Entonces, ¿cómo
caracterizar un trabajo como este? En lo
que respecta a nosotros se trataría de un tipo de narrativa moderna que da cuenta de la raíz cultural
pero que habla desde la experiencia vivencial, en que poesía y documento se
entrecruza. Raje de leña es un libro
que se revela contra la distancia epistémica reclamada por las investigaciones
de las ciencias duras y las indexadas.
Este mismo yo representa a su vez una perspectiva, una mirada
generacional, de las tradiciones,
teniendo en cuenta al sujeto de enunciación es a su vez un migrante (Pedro
Lovatón) que retorna a su comunidad, y que ha construido –heredado- un visión
del mundo. Esta perspectiva u horizonte
de escritura, se asocia a su voz con un elemento que corresponde a las
pertenencias identitarias, por ello, herencia cultural. Así esta voz singular
se transforma en un yo-plural, de allí las resonancias colectivas que aparecen
a lo largo del libro. Lo que hace de Raje
de leña en un libro experimental donde el relato, cuento y anécdotas,
poesía configuran una textualidad desafiante o insubordinada, en la que
confluyen el testimonio de una cultura que continua vigente y donde la mirada
etnográfica aparece en primer plano, aunque el autor opta por resolverlo en
torno un tipo de etnografía que aquí llamaremos participativa.
Este recuento sería insuficiente esta si a ella no agregamos tres
características más: el dato, la fuente, en torno, que permite contrastar lo
que se dice con aquello que ya ha sido estudiado por otros investigadores, pienso
en la idea de fuego y la leña, alrededor de la humanidad, las informaciones
sobre la sacralidad del árbol en el mundo andino o sobre la ritualidad de
yantacucho (cf. 16-19, 57-58, 62). Dos,
la voces que van autorizando a Raje de Leña, frases tradiciones, milagros, compromisos,
etc., las conversas informales, etc.:
“El año pasao no has estao, no tey viso-responde otro paisano” (:15), “Permiso taita Jirka,
porque vamos a tomar tus palos para nuestra fiesta” (51) etc. Y, tres, el tono
didáctico con que finalmente nos va recordando que ha ocurrido a lo largo de
las anécdotas, experiencias, relatos, descripciones, etc., v.g.:
Claro que, este caso histórico [Pachamama, Jirkas],
en Huariaca coincide con la veneración católica del 24 de junio: San Juan
Bautista, conservándose en su nombre muchas actividades ancestrales. La
reciprocidad aún se expresa en: a) la participación de la comunidad campesina,
b) la participación de las instituciones urbanas, c) la participación de una
familia afincada o visitante, d) la participación de una persona simpatizante o
devota, e) en el lenguaje y otras manifestaciones de tiempos prehispánicos.
(:54)
(Al que agregaremos el tono inventivo, un yo que va matizada por los
recuerdos y una historia que atrapa al lector, que nos hace sentirnos parte de
la comunidad, porque estamos a la expectatva de ls amores de Ishaco Ricra y
Ricardina).
He hablado de una voz plural, un yo que hace colectiva, la que registra lo
que ocurre en el raje. Esta voz
colectiva a su vez vuelve al yo como queja
ya este da cuenta de las transformaciones de las costumbres (“Los cambios son
inexorables”: 31), sin embargo visualiza como ellas, a pesar de todo, continúan
vigentes y se han extendido a la urbe (:79-81).
Una de las articulaciones centrales de este hermoso trabajo es su reflexión
entre lo que contemporáneamente significa la fiesta del viejo, de San Juan, y
el homenaje que se rinde a la tierra, a la Mamapacha y el recuerdo, de un
olvido, en los tiempos mítico de la Rawana: “para que la fiesta del Taita San
Juan salga bonita y la Pachamama no se
resienta, como la Raywana que una vez se nos molesto” (:34). Es decir, como una
fiesta contemporánea alcanza fuertes resonancias en torno a poética de la
memoria andina, a la identidad cultural, y esta se verá ahora articulada con el
Trukay: “El Trukay significa cumplimiento, responsabilidad e identidad con las
costumbres” (33), las formas como la comunidad se compromete con la fiesta –y desde
ella- rememora y reconstruye su memoria y su tradición contemporánea y
ancestral.
En esta misma lógica sorprende la idea una etnografía que tiene la virtud
de ser un texto casi novelado, un libro experimental.
Si su trabajo en sí es una propuesta sublevante y testimonio colectivo de
las tradición cultura de Huariaca, es también el punto en que se reclama la
continuidad de ésta en el centro de una nueva configuración: el Día Grande tras
el cual aparece soldada Pachamama, a la que se le rinde culto –junto con las
jirkas o dioses lares- y al mismo tiempo la memoria remota del enojo de Mama
Raywana. Tras esto, aparece el documento sublevante que reclama, que demanda
equilibrio ecológico. Y en el centro de las tradiciones la comunicación, ese
aprendizaje necesario para continuar siendo, y seguir participando del Raje de
leña, hoy y mañana, siempre. Un libro, ciertamente, cautivador, que llega
en el momento preciso, en la hora que desaprendemos, para reclamarnos –sin
nostalgias- volver sobre nuestra raíces. Gracias, Pedro Lovatón Sarco, vale.
[1] Llama la atención la política editorial de
nuestra UNMSM. Este libro se edita en la Imprenta de nuestra Universidad, pero
no le autoriza el sello.
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