Ulises y Takaynamo en altamar de Bethoven Medina (Cajamarca: UPAGO 2012) es un libro atrevido y casi irreverente.
La aventura poética a la que nos invita es casi impensable: la apropiación del
mito de Odiseo para traerlo a los lares del mundo y darnos una universalidad merecida. Cierto.
Pero quien es el poeta Bethoven Medina.
Empecemos hacer evidente un problema que la crítica
contemporánea aún no asume. Cuando hablamos de literatura en el Perú, no podemos
seguir hablando de la literatura peruana
sino de las literaturas peruanas. Esto tiene serias implicancias pues pondera
los diversos escenarios que la actividad literaria tiene en el país. No se
trata solo y exclusivamente de la literatura que se produce en Lima ni las
consagraciones que las mediáticas ni las escasas estadísticas que se hacen de
las ventas del libro de creación, sino hay que volver sobre los procesos y los
sistemas literarios y ubicarlas dentro de lo que reconocemos como lugares de conflicto
y pugna por la representación en los espacios simbólicos. No solo es el asunto
del canon.
De esta suerte habría que advertir
los circuitos y sistema de literaturas regionales que, en los últimos 30 años,
vienen dando cuenta de un momento importante en la configuración de nuestras literaturas. Se trata de producciones localizadas y que no
necesariamente están dialogando con el centro, pues su centro es la
región. Cierto. Esto trae un nuevo
problema como trabajar las relaciones entre literatura regional y literatura
nacional, sistemas literarios como quechua
o aymara respecto al sistema literatura en español, etc. Lo que interesa aquí es remarcar como se
vienen produciendo proceso cuyos referentes apuntan a otros circuitos y cuya
representación están siempre en la escena. Este es el caso de la poesía de
Bethoven Medina Sánchez que resulta uno de los poetas, si no el mayor
representante de la poesía de los 80, en el norte del Perú y del país, si
Trujillo lo ve crecer como poeta, se afinca luego en Cajamarca. Ambas ciudades lo asumen como su poeta, pero
esta misma representación se hace extensiva a todo lo que podríamos llamar en líneas
generales el Norte del Perú -no como región política- si no como trazo
cultural. A ello hay que agregar un ruta
cultural que permite el desarrollo de la poesía en el Norte, me estoy
refiriendo principalmente a la movilidad social de los creadores a ciudades como
Guayaquil y Bogotá como lugares de diálogo
poético.
Dicho esto, debemos anotar que la
poesía de Medina Sánchez está caracterizada por un continuo perfeccionamiento
de su palabra. La ternura se ve afectada
por las miserias humanas y más recientemente por los problemas que vive el
mundo actual y en esta ocasión, hay un dialogo que trama su universalidad. Si su coloquialismo se colma muchas veces de
imágenes sorprendentes que mimetizan su anclaje prosaico, esto lo lleva a un
uso preferente del verso libre. El trabajo laborioso de orfebre de nuestro
poeta lo lleva a experimentar diversas formas que llevan a dísticos, aunque hay
en toda su poesía un uso paralelo de verso extenso y el verso breve. Todo con
tono crítico. Así lo denuncia sus poemario Volumen
de Vida, Y ante niegues su luces
y su reciente
Ulises y Takaynamo en altamar resulta una atrevida aventura, un desafío. La voz poética apela
a una historia que hizo leyenda y fue inscrita en la letra con el nombre del
aeda Homero. El poeta imagina a Ulises por los lares del mundo moche, como
viajero que llega a estas tierras y por momentos dialoga con el héroe local:
Takaynamo. Es una lectura en segunda
instancia a pesar que se retracte la historia del héroe llegado por los mares.
Si el poeta hace el elogio al mar y a
su héroes (Ulises, Takaynamo), este es un homenaje al hombre sencillo de los
mares. Pero para hacerlo, asume que su voz tiene que transformarse, y
posesionar de tres tonos que le permitan la interlocución entre los héroes y la
voz del yo poético. Este último se instala como una suerte de locutor que media
entre la historia de la travesía de Odiseo y la que secunda el hombre que vino
por los mares a Huanchaco. Estas voces
hacen un concierto polífono. La voz de
Takaynamo es evidente, declarativa, aunque renovada y hasta asombrada de su
propia travesía: “Aparecí sobre las olas” (20), más adelante:
Ahora, superados los siglos,
Yo, Takaynamo simbolizado por el
hombre común/ sobrevivo en la estirpe de pescadores
y, majestuoso,
navego al mar
en mi brioso caballito de totora.
(21: Takaynamo).
El poemario se divide en cinco
secciones “Ulises y Takaynamo en altamar”; “Frente al mar”, “A la mar”;
“Entusiasmados en el navío” y “Descubrir el cielo en el mar”, las misma que
develan la travesía de Ulises y que al mismo tiempo se disputa con el canto
homérico, al recrear la travesía de Odiseo y como parte de esa disputa está el
mito de Takaynamo que por momento aparece con nitidez y deja de ser una voz que
acompaña al Ulises. El poeta, asume que
no todos conocen la historia del norte, entonces, redefine su propuesta poética
y aparece como pórtico un paratexto y poema que actúan como marco. El primero
explica lo que llama cultura chimú y al héroe Takaynamo: “Vino del mar y habita
entre nosotros. Estos poemas obedecen a su valoración en el tiempo”; la segunda
es la cantata para ambos: “El hombre, desde el origen / consideró al mar fuente
de vida” (16), para al finalizar expresar: “Ulises o Takaynamo, con cualquier
apellido, / es hombre común y actual // Esta cantata es para ellos, / para los
hombres con pies en tierra/ y que vence en altamar” (16). A
esto debe agregarse que la estructura del libro está precedida por epígrafe que
hacen alusión al mar, al héroe, las estrellas y la vida misma, van en notas de
Fraz Grillparzer, Thomas Eliot, Salvatore Quasimodo, Willian Wordsworh, Willian Shakespeare y Víctor Hugo. A lo que
debemos agregar la predilección del poeta por lo clásico, en este caso, por
remedar sus títulos en latín.
Pero el paratexto más importante es
la fotografía que Cristóbal Campana ofreció al poeta de los frisos de Chan
Chan, estas fotografía resumen un detalle, es el detalle de la travesía de
Takaynamo que registra el mito. Hay
hasta tres elementos que podríamos rescatar: el primero se trata la pareja
originaria, pero su actitud no es la fiera, sino la sonrisa, la de celebración
de la alegría. La segunda, es la idea de movimiento y travesía que está
presente en el friso, esto como parte de la comprensión de la vida como
continuidad dinámica; y tercero, el mundo emergen desde el mar, por eso se ve
tres referentes, la del centro, que implica la presencia de la divinidad misma,
y los dos cuadrante referidos al mundo marino en que se habita. Es posible que este tenga en la extensión de
friso otra dimensión indicada como movimiento y complementariedad, que tiene que ver con la estaciones, en la
fotografía solo se deja ver un movimiento y no el movimiento a la inversa. En
todo caso, quería anotar este hecho porque el registro de la memoria de este
friso resulta singular y es lo que el poeta finalmente canta como apego a la
memoria, pero la legibilidad apela a un referente clásico que se apropia para
poetizar a Takaynamo.
Ulises y Takaynamo en altamar afirma con magia extraordinaria su legado poético. Todo el
poemario está hecho de palabras que tienen ritmo, es una cantata. La
musicalidad de sus versos es lo que advierte rápidamente. Luego, un manejo
libre de distintas formas versales, adecuadamente labradas, para dar ese
sentido de contemporaneidad que se les suele reclamar a los poetas que no viven
en Lima. Si el poeta recorren las instancia homérica, por ejemplo, la
invocación a los dioses: “Con otro alfabeto vengo desde lejos/ Existencial es mi son. // Insto
a cantar nuevas albas, / a optar por el ascenso.” (24); que más tarde se
traduce en incursiones cotidianas como “¿Veis a la cabrilla arrodillada/ y al
lenguado asustado?” (62; también en Sostenidos), cuya realización formal
entrecruza la historia conocida y un conceptismo inevitable, hasta su tono existencial: “El
hombre / es tronco viviente/ ante la tormenta” (76) hasta el elogio terrenal y
divino, de la belleza y la vida, en nombre de la heroína identificada
(Penélope) y la otra, la del mito (La princesa Chimú)
Un libro, como dije atrevido, anclado
en el mito clásico, de los himnos homérico, al mito modesto, local, que se
universaliza en virtud de la poesía, de la travesía del mar, que al final, como
dice la voz del poeta, es el canto al hombre sencillo, pone a la poesía de
Bethoven Medina entre más representativa del Perú.
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