Los
cuentos de Macedonio Villafán Broncano se caracterizan por su condición moderna.
La palabra –sea español o quechua- se asume como una ficción que reinventa la
vida cotidiana, los vicisitudes de la histórica y su apego al mito, las celebraciones colectiva, los procesos de migración y la intensa reiteración
que cubre como tejido la vida de los runa de Callejón de Huaylas. Esto último
como parte de las percepciones indígenas o lo que de común llamamos, tradición
andina, así esta tiene varios nexos con la tradición oral y por ello en la
mayoría de sus textos, la memoria jugará un papel central para la realización
del texto. No interesa si los relatos se dicen en primera persona, lo que
importa aquí, no es solo la forma como el narrador nos cuenta, sino como
realización de esa modernización en la que es posible solo en su doble
relación: una marca del lenguaje andino y de otro la preferencia por la
memoria.
La dualidad sistemática es la que
acusa sus relatos: así la modernidad del relato va acompañada por la emergencia
de la memoria. El soporte de la memoria no es gratuito porque el proyecto
narrativo involucra lo que, en otra instancia, ha analizado Elena Altuna, una
retórica del desagravio. Es decir, las opacidades o silencios de la historia
oficial, entra en clara tensión con las historias imaginadas y divulgadas por
la colectividades indígenas; de esta suerte, la memoria aparece como una
retórica del desagravio que los runa, al apropiarse de la escritura traducen como
evidencia de esta y que por momentos –en el relato- se instala a como documento
(testimonio, escritura, legajo) que casi siempre se confunde con la ficción. La memoria es el mejor elemento que permite la constitución y logro
narrativos. Si el par dialecto opera
como estrategia a su vez este edificio será posible porque la voz se asume como
parte de la retórica del desagravio (Altuna). La narrativa de Villafán Broncano
está interesada en descentrar el maniqueísmo indigenista para dar cabida a la
bruma y a los conflicto en diversos niveles.
Sus
cuentos quechuas y andinos son frescos, poblado por momento de rabia y
sutileza, pero también de humor. La producción de Macedonio Villafán Broncano
se concentra en dos libros de cuentos que lo definen con narrador andino
publicados en 1988: Apu Kolkijira y Los hijos de Hilario. Su escritura está poblada de apoyaturas
propias de la narrativa contemporánea. La del narrador aparece como una voz que
asume la primera persona y se instala como voz autorizada para informar o dar
cuenta de un evento, no solo la historia como tal sino aquella que puede
corresponder exclusivamente al goce o pulla (“Ichik kwentukuna”) y a la memoria
colectiva (“Apu Kolkijirca”, “Hilario Llanqui, mañana te fusilan”; “Réquiem
para Miguel Broncano”).
Apo Kolkijirca
(1998) escrito en quechua, está
conformado por este cuento de largo aliento y siete relatos breves. Entre el
cuento (willakuy) y el relato breve (ichik kwentukuna) se diferencia por el tratamiento. “Apo
Kollkijirca” concentra su acción narrativa en la memoria como proceso histórico
apegada al mito, y por ello alcanza, la propia historia de la comunidad indígena
de Cutacancha. Alrededor de este relato
aparece un par contradictorio: lo que permanece y lo que cambia, así mientras
que tayta Apo Kolkijirca se instala en la permanencia en el tiempo; los eventos
que registran, cambian y transforman el mundo de los cutacanchinos –Itier
(1999) recusa su condición letrada.[1] Transformaciones que no han beneficiado a los
indígenas, en general, lo que ha traído es desaliento y tristeza (“Kay
pachachooqa llakishqan keekayana llapaakunapis” (:99) [2], que a su vez tiene que ver con la
racionalidad que confronta el Kolkijirca. La segunda sección está conformada,
dijimos ya, por siete cuento breves y
será la segunda sección del libro de 1998: Ichik
kwentukuna que lo asocio a una larga tradición de relatos orales breves,
cuyo eficacia está poblada de humor y sarcasmo, del cual, su mejor representante
se localiza en los andes norteños, con los cuentos del Tío Lino, tal como aparece
aquí para hacer escarnio de la soberbia, la delincuencia, palanganería, etc. o simplemente para
evidenciar las confusiones que se
producen palabra quechua y la escritura en español. Pienso, en el relato
referente al retorno de migrantes: “Pekenapaqqa manipis allaaapa qopu qorush,
qechuapis sasa parlakumanshi, waynu musikapis llutash, choolokupapaqshi;
kamtsatapis, ima jurutaq tsee kallanachoo pintikachan, mamay, nishpash
tapukuyan” (:117)[3],
por lo que el relato recuerda la canción que las avergüenza a esas nuestras
paisanas que vienen con la ciudad y olvidan la comunidad.
Los hijos de Hilario apareció
dos años después de haber ganado el Premio Nacional de Narrativa Quechua,
correspondiente a 1997. El libro lo conforman relatos que amplían el imaginario
y el itinerario de los personajes. Los
hijos de Hilario está conformado por siete cuentos. Todos ellos vinculados a la memoria y
tradición oral, entendida como el recuerdo que aflora en el espacio de la
cultura y aquella que se trasmite en el mundo del ahora. Si bien el tema de la
memoria sigue siendo un eje principal,
en general, los relatos aparecen vinculados a una memoria que tiene como
referente un sujeto, pero al enunciarse trasiega su condición colectiva. Si
espacialmente sigue localizado en el callejón de Huaylas, en Pilpay, Huaras, etc.,
ahora el desplazamiento es migratorio, sea por la situación extrema pobreza o
como producto de la guerra interna y violenta como “Sueños y viajes en la
quebrada”; o relatos donde la historia de amor aparece como estructurador del relato
(“Tantas amarguras por ella” o “Cómo
árbol sin fruto”). Los hijos de Hilario nos acerca al
universo indígena del Huaylas, no son los indios tristes ni el indio básico de
la leyenda indigenista que defiende la tierra, el tiempo es ya
del despojo y el sujeto de habla es parte de mundo quechua, no es el intermediario ni el
ventrículo.
Referencias:
Villafán Broncano, Macedonio. Los hijos de Hilario. Huaraz (Perú): Ediciones UNASAM-Río Santa
Editores, 1988.
-----. Apu Kolkijirka. Ed.
bilingüe. Lima: Universidad Nacional Federico Villarreal, 1998: pp. 54-117
(Premio Cuento. Premio Concurso Nacional de Literatura Quechua, 1997)
Gonzalo Espino Relucé
(junio 2012)
[1]
Kunan timpupiña liwrukunamanta chay rimaykuna hamuptinpas manam Macedonio
Villafánqa yanqa yanqallatachu willawanchik qhuya llamkaqkunap kawsasqanmanta.
Allintachus-hinam riqsin kawsayñinkuta.
[2]
“En el mundo de aquí estamos tristes todos” (:98)
[3] Se
trata del cuento “Limapeq kutimoq
chinakupaq | Para las muchachas que vuelve de Lima”. El autor traduce: “Dicen que para ellas el
camino es muy escabroso, que el quecha es muy difícil de hablar; que el huayno
es una música corriente, para cholos; para el maíz tostado, preguntan diciendo,
qué gusanito es ese que salta y brinca en el tiesto de tostar, mamá” (Villafán
1998: 116)
En la foto: Macedonio Villafán Broncano tomada por Julio Noriega en el II Encuentro Intercultural de Literaturas. Palabras de los pueblos amerindios (22 de junio 2012)
1 comentario:
violeta milla jara: me parece muy bueno este cuento xq es sencillo y facil de entender
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