Marco
La poesía de Bethoven Medina Sánchez (Trujillo, 1960) es una
celebración de la palabra. Celebración como
resultado de la intensa labor de quien, desde sus inicios tiene conciencia de
trabajo poético. Las imágenes, las metáforas, los símiles, los versos truncos y
coloquiales, pueblan el conjunto de su
poesía moderna. Su coloquialismo se ve atrapado de una riqueza verbal que evoca
un espacio intermedio (entre la ciudad y el campo) que acoge los objetos de la
modernización. Esta característica de su poesía aparece soldada a un permanente
experimentalismo que lo encontramos a lo largo de todos sus libros. El poeta
transita del tema de la muerte a la magia de la vida, de la soledad a los efluvios sirenos del amor; si nos habla de la sencillez de lo cotidiano, el lar familiar y la casa, la voz del poeta sabiamente transita de estas
estancias a una voz que se sabe parte de una colectividad, aprehensión continua
de lo social y se realiza como una relectura poética de la historia como
proyecto mayor.
Quebradas las alas
Acogido por la Serie las
Primicias del recordado maestro y narrador Luis Fernando Vidal, el poemario
tuvo recensiones entusiastas de la crítica. Quebradas las alas (1983)
lo define como poeta vinculado a los 80, pese a que su actividad empieza muchos
años antes. Se trata de un poemario consistente, una realización significativa
para la escena poética del país. Son los
años en que publican también Róger Santiváñez, Dalmacia Ruiz Rosas, Pedro Escribano,
etc. etc.
Si los paratextos aluden desde el título (Quebrada las alas) a herida que impide
su vuelo, me pregunto si en ella no hay también una suerte desencanto respecto
a la palabra poética. Esta suerte de desencanto enfrenta la fragilidad de la
poesía, por eso, el libro marca una tendencia que define su poética: la
sensibilidad íntima y la percepción social, su íntimo lirismo y su apego a una
voz que desea ser testimonio y poesía. Los epígrafes a su vez declaran y recuerdan,
en líneas generales estas preferencia: aparecen César Vallejo y Alberto
Hidalgo, y la presencia de tres poetas del 50 Juan Gonzalo Rose, Francisco Bendezú y Alejandro Romualdo como
recordando la poesía como juntura: al mismo tiempo poesía íntima y poesía
social.
A lo largo de las cinco secciones encontramos una voz poética que fluye y se hace
acompañar por la nostalgia, atrapada por la cercanía hiriente de la muerte y el descontento que la voz poética reconoce
como el “teorema social”. Si sus versos sorprenden, no es por el magisterio de
la suficiencia que otorga el manejo de las técnicas poéticas, sino por esa voz
que juega con la ternura y lo paródico, con la palabra sencilla y rebuscada, con
los espacios intermedios entre rural y citadino y sus evocaciones
modernizantes, etc., por la forma como el poeta llega a su lector.
Si el poeta habla de la muerte, de la vida, del desamor, de
la estrechez social, hay un tono paródico
que define su coloquialismo al que se adhiere
el grafismo como experiencia. Pienso en Reflexiones
de un pájaro de cierta especie: en esta sección lo coloquial se hace
parodia, y explota el espacio en blanco:
ROMPA UD. UNA TIZA Y VERÁ LO QUE ES EL MATRIMONIO
O estos versos:
ESTOY FRIENDO PESCADO
Y COMO SLATA
PROBRECITO
AÚN MUERTO CÓMO SALTAN
Las formas gráficas y paródicas dominan el tono coloquial. La
importancia del espacio ocupa un lugar privilegiado, así el enunciado poético
tienen a ser una significación en sí misma:
LA VIDA
viene con el fresco olor de las olas y éstas como manso
bueyes
El azul infinito sin
pájaros, se anuncia
como una sección de ausencias, sin el hogar, la casa era de las ternezas,
parece anunciar la condición de un poeta que testimonia, no elige la palabra
poema sino un título extenso (enunciado conceptual) que semejan títulos de
secciones de crónicas: “Novela de los trigos que aún no crecen”, le interesa el
“teorema social”, de allí que se puede leer algunos de estos textos como el
testamento de la época, en que la queja aparece cercada por la situación social: “No se puede vivir
cuando los zapatos están encadenados a los muro”. De tono social, declarativo, de celebración
de la metáforas e imágenes.
(Anoto que la idea de la muerte recorre todo el poema,
seguramente “Remolque de diciembre en la soledad hablada por la guitarras” sea
uno de los más expresivos y explícitos).
Los cuadernos cuarto y quinto, exhiben un hacer poesía
semejante. La reflexión sobre la palabra
aparece invocado en el título de uno de sus poemas: “El mundo (delgadita
palabra)”. Tal vez una característica adicional que debemos anotar es lo que
dijimos al inicio esta tensión entre una palabra moderna que se apega, no se
despeja, del mundo rural-citadino que lo rodea, la imágenes cubren ese
espacio. “Un cuy ciego cruza el parque
de la vida”:
En casa, en un rincón,
criamos unos animalitos
Que ni ellos saben
su nombre.
Y –ha parido la cuya
dos cobayos-
Cuenta abuela a los
invitados a la tristeza
-pero uno –dice- ha
nacido ciego, pobrecito.
Si la imagen tiene
aliento rural, la siguiente, no:
Y pienso, que estará haciendo con mi fotografía a esta hora?
(Claro, los lectores avisados, dirán a lo Vallejo, pero hay
que recordar que es el castellano del norte).
“De cómo algunos
pájaros viven fuera de la jaula”
Este primer poema (abarca toda la primera sección) tiene la
virtud de la ternura, del remanso de la cotidianidad del hogar y al mismo
tiempo la nostalgia, donde la apelación al pasado configura una historia
poblada de ausencias extensas: “Le gustaba trepar los eucaliptos”, “Paseaba por
los parques en camisa y sin paraguas”. Si el poeta asumió un voz distante habla
desde la tercera persona; esta aparece conversando con la segunda y luego, trazado
en la primera. Juego por lo demás interesante en la hechura poética:
La patria, bien lo
sé –decía atizando su cabellos-
es un himno de
quenas
interpretando a la
tierra sin semillas y sin agua.
Ya no voy a su
rodilla, mi antigua torre, mi faro,
mi telescopio
de donde oteaba el
piso rojo cereza de mi casa
poblado por juguetes imaginados y el tubo de lámpara que
derribé.
La voz poética, hace, en primer lugar alarde de su
coloquialidad con la alternancia de versos extensos y versos breves, y donde el
ritmo define la intensidad poética. El sentido del saber desestructura la dura
relación entre “himno de quenas” (tristeza, pena) y “tierra” (sequía, pobreza),
pero al mismo tiempo esta se asocia–en la siguiente estrofa- a la ausencia.
Entre el registro social y el registro íntimo. Si el yo habla de la 3ra. persona,
en esta instancia, el yo habla de sí para el otro virtual. Del tiempo ya ido
–poblado de ausencia- y cubierto de nostalgia, de una niñez feliz, pero ahora
poblada de ternezas. Una relectura de la casa como materia poética. El padre,
la madre, la “madre”, son ausencias que pesan en el trazo del poema: “Mis padres
eran árboles que confiaban sus secretos a los ríos” y arrancaban “estrellas
para que jueguen conmigo.”.
Las ausencias parecen atentar con los sentidos del poema, una
suerte de álbum de familia, el ahora de los recuerdos se contrapone a toda la
situación social. Y todo Quebrada las
alas se ubica como un libro representativo de la poesía peruana
contemporánea.
Referencia:
Medina Sánchez, Bethoven.
Quebradas las alas. Lima: Cuadernos del hipocampo, 1983.
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