Alguna vez el poeta
Demetrio Quiroz-Malca escribió que su
poesía tiene raíz humana, “nativa y universal”, es decir, situó
el hacer poético como el permanente desafío desde un aquí localizado y una
estructura que se abre a los trazos de lectores totales. Este es el tono de
Carlos Sánchez Vega, poeta de adhesión local, aunque de escritura e intensidad
universal. Para hablar del poeta, haré una breve presentación de su obra.
Poeta
narrador
En los últimos tiempos
Carlos Sánchez Vega ha sido reconocido básicamente como narrador. Esa es la
imagen que sus editores han difundido y que más o menos ha quedado. Nacido en
Cartavio (1944), desde donde escribe y transita por el mundo; su producción
narrativa tiene viejo linaje en una revista que publicó en la década del 70, me
refiero a Surco, en su época de estudiante ánimo la revista Literatura que deja constancia de los
cambios que se estaban produciendo en la escena cultural y literaria de
Trujillo. Son cinco libros los que ha publicado: dos poemarios, dos libros de
cuentos y una novela breve. Como
narrador maneja exactamente la condensación del exigente cuento (La excursión y otros relatos, 1975). Así,
incluso lo hace para los relatos que suscribe y recrea, pero que provienen de
los ancestros moches y han pervivido a lo largo del tiempo, me refiero a Entre duendes y luciérnagas (1999). Mi amigo Sultán (2003) es una novela breve,
una historia de aventuras, tierna y espectacular, entre la vida feliz y su opaca estancia en la
ciudad, una suerte de perro migrante, una novela cuyo éxito se debe a la forma
como está escrita. Sus relatos acusan la maestría de una historia elegida y el suspenso
que bien sabe aprovechar en la estructura de sus poemas.
Poesía
de Carlos Sánchez Vega
Seguramente una de las
características de la poesía liberteña sea su apego a lo social. Casi toda la
poesía del siglo XX y lo que va de este
siglo, en el caso de la poesía liberteña, se asocia al registro de la
sociedad, donde lo lírico se confunda
con lo épico. Rasgo que a la vez se
asocia con otro asunto, su claridad y su apego al verso directo. Pero la poética de lo social tiene diversos
matices: se confunde con la necesidad de registrar los avatares sociales como
protestas, contentamientos o disidencias y la palabra que ha supuesto diversas
maneras de posicionamiento del yo poético. Hay los que hablan desde fuera y
asumen la condición de demiurgos o los que,
desde adentro inventa la poesía de su tiempo, y entre ellos
elaboraciones intermedias que sugieren un fuerte contenido social.

La
fuerza de los días (1976) , su primer libro, tiene de tránsito
y renovación porque domina y sabe de los avatares poéticos que le preceden, y
de renovación porque su sitio privilegiado no es del sujeto lírico externo,
sino de aquel que habla desde y, se va distanciando del “uso correcto” del
castellano, hispánico en realidad (utilización
de presente indicativo, “Sabéis”; del imperativo-afirmativo, “Sabed”, del gusto
trujillano). Su palabra se universaliza
y apenas deja huellas de su lugar de enunciación: “Los sauces/palidecen/ de /
tristeza. / Las palanas/ se oxidan/ de cólera/ y / la alforjas/ se quedan
anémicas” (“Canto crepuscular de los
habitante telúricos”).
Es con Fuera del paraíso (1981) que alcanza
una voz propia y se emparenta con la poesía coloquial latinoamericana. Se trata
de una de las voces más audaces, pretexta para hacer escarnio de las
situaciones sociales que afronta, el sarcasmo y la parodia aparecen como una
huella definitoria de su poesía. Su tono
coloquial alcanza en su palabra musicalidad y ritmo, cuyos contornos generales
serán dos maneras de hacer poesía, aquella en las que aparece en primera
lectura el registro coloquial (1) y aquella donde el registro coloquial (2)
está supeditado a la voz lírica. Estas dos formas articulan la poesía del libro
de 1981. Fuera del paraíso como tal
ofrece una estructura inclusiva; está organizado en cuatro estancias: Ella;
Él; Nosotros; y Ella, él, nosotros. Lo paródico captura asuntos banales que
invaden la escena cotidiana de las mujer en común, aspiraciones no siempre
consumadas como síntoma de las frustraciones entre los varones y la de un
nosotros que se apunta para revelarse como colectivo, y como si esto fuera
insuficiente, hace explícito la
condición de género en la idea de nosotros, como una suerte de personalización
de los sujetos. El “Colofón” se anota
como una extensión utópica del poema. Debe advertirse también que a partir de
la segunda edición incluye varios poemas de su libro de 1976.
El registro coloquial
(1) asume un programa que tiene dos estancias enunciativa, la primera en la que
se plantea la situación y la segunda en la que se descalifica o hace escarnio
(“Murió con una angustia de veinte años/ sentado en un balcón”) –acaso en ello una viejo aprendizaje andino de
la copla cajamarquina. Si esa es la tendencia principal, hay otra serie de
poemas que desde lo coloquial (2) alcanza intensidad poética.
Poema:
“Criterio compartido”
Tenías
razón Arturo uno puede doblarse
por
el peso de la contienda cotidiana
salir
con furia a trazar el descontento
en
plazas y mercados vivir con la sombra
del
insomnio sobre la almohada y no saborear
el
amor que despierta cantando por la mañana
tenías
razón Arturo uno puede romper
el
silencio sumiso de las estaciones
tirando
piedras desde una barricada de mayo
o
incendiando carros con el verano en medio
de
la calle y no descubrir que los golpes
vienen
de arriba hacia abajo como una lluvia
agitada
por el viento tenías razón Arturo
la
vida es una competencia cotidiana
donde
la mejor defensa es el ataque.
Aparece en Fuera del paraíso, en el
tercer cuaderno, Nosotros, el yo
poético acusa un interlocutor (Arturo)
que pretexta la situación que se vive. Si el retrato es de un sujeto que
descifra los avatares sociales, deja entrever como este otro, abandona su
espacio personal, donde el rastro del yo casi se pierde. La ausencia de puntuación exige del lector
que acompañe a fluir lírico del poema, esto lo consigue a través de la anáfora,
esto es la repetición de un fragmento frasal (“tenías razón Arturo”) y cuyo
efecto será la contundencia poética. Insuficiente si no se repara el trabajo de
orfebre, entre el lenguaje cotidiano y como este lenguaje transparenta imágenes
y metáforas (“el silencio sumiso de las estaciones”).
Coda
La poesía sigue siendo,
esa representación paciente –a veces entusiasta- de las utopías que trasgredieron
nuestras propias creencias. La de Carlos Sánchez Vegas es una poesía que en el
balance de la poesía del 70 no ha sido incluida por los estudiosos académicos,
marginalidad que le da un sello especial: de una poesía que continuará vigente.
Una poesía que se gusta y que reclama su lugar en la poesía peruana, y que
llega contenida y desbordante a pesar del tiempo. Una poesía que sigue diciendo
y recordando la escena social y nos reitera, desde su plasma lírico, nuestra
condición humana.
Referencias:
Sánchez Vega, Carlos.
(1981) Fuera del paraíso. 2ª ed.
Lima: Lluvia Editores, 1996.
-----. La fuerza de los días. Trujillo:
Edigraf, 1976.
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