La noche del día runa: violencia, nakaq, manchay manchay por Gonzalo Espino Relucé






Con la guerra interna[1] desparece el día del runa que era noche, el nakaq se posesiona de la ambigüedad metafórica de la noche. Nos explicamos. La noche era el día del runa, es decir, el tiempo andino, de los campesinos, donde los rituales y los dioses, las ternezas y la divinidades, retornaban para el encuentro vida y las celebraciones del quechua. Era la vida, momento de la expresión. Con la guerra interna el nakaq trajo el manchay manchay, el terror del tiempo de la guerra.

Juan Ansión y Jan Zsemiñki (1982) lo explican del siguiente modo: “El mundo dominante en la actualidad sería el de la anti-cultura de la noche, mientras el más poderoso para los runa (aunque dominado), sería el de la cultura, el día.” Lo explican a partir desde la tradición oral huamangina y de los dioses locales. Los wamanis “conversan y trasladan las riquezas de un cerro a otro durante la noche. Si de día actúan los hombres, los dioses tienen que actuar de noche. Sin duda es una noche de kay pacha.” La noche del misti es la noche de la anticultura, entonces, podemos preguntarnos por el sentido de la noche para el runa. Ambos antropólogos señalan: “La noche del Wamani es la noche del día (de la cultura) o sea noche buena, en la que actúa lo sagrado, en la que se rinde el culto también.”.

Este tiempo está definido por un tensión entre la cultura y la no-cultural, tensión que se expresaba también en un realidad marcada por la intensificación de la pobreza y la migración, como ha recordado Noriega (1995). La noche se asociaba entonces con el encuentro con los dioses y los seres del más acá (Landeo, Ansión), para entonces, el día de noche del runa era ese momento en que los quechuas podían expresar sus sentires, volver confiados a su ánima limpia e imaginar una vida mejor y simultáneamente se regocijaban con sus dioses, aun a sabiendas de que más allá de la cultura estaba el nakaq. Es este tiempo el que se trastocará con una intensidad donde la palabra casi no logra expresar lo que se siente, porque seguramente solo corresponde al cuerpo, al rostro a aquello que no se podía pronunciar. Este sentimiento entonces se va expresar como wanka, en el sentido observado por Jesús Lara: “Wanka: s. Obra teatral sobre tema históricos en el incakario. Elegía, canción con que el que honraban a los muertos.” Aludo al wanka como referencialidad de la muerte en los taki de los poetas quechuas contemporáneos.

Precisemos también la noción de naqak, ya dijimos que pertenece a la no-cultura, está asociado a la naturaleza e invade el ayllu, la comunidad. Este se posesiona, arrasa, ahora es su forma doble: militar o senderista. La noche sale de su ambigüedad y queda ceñida a la noche mala (“la noche de la noche”). La asociación de la noche con los nakaq, recuerdan el pasado inmediato “andaban con cuchillos largos y atacaban en sitios solitarios, silenciosos, propicios. Se visten de negro (tipo polaca) y atacan de noche”. Retornan, entonces, vuelven, se posesionan y convierte la noche en la noche de la noche, la noche mala, por eso recojo el planteamiento de 1982 de Ansión-Semiñski: el nakaq pertenece “al mundo de la ciudad, e inclusive de Lima o del extranjero” (Ansión 1985). De esta suerte los actores de la guerra internan se convierte en nakaq. Ambos extraños al ayllu, a la comunidad. Es el foráneo, el que trajo una ideología y práctica contraria a la organización y tradición andina. Actúan en la noche, se ponen pasamontañas, se pintan la cara, usan uniforme, atacan con sus armas, no tienen piedad. Se convierte en una realidad palpable.

Esta vez será SL o el Ejército que arrinconan, presionan, asesinan, matan, a los runakuna. El nakaq entonces será el guerrero del terror, sea senderista, sea de las fuerzas del orden. Ya no es el desarraigo por la pobreza, por la migración. Los pueblos se abandonan, quedan despoblados porque si no lo hacen, mueren. Así se vivió. Esto dio origen a una saga de poética que registra los sucesos de la guerra interna, y precisamente por su intensidad, los asocio a la wanka. El se wanka se identifica con la muerte del inca, ahora la muerte del runa. Así se entiende desde el pasado. El cancionero popular quecha lo equipa militares y senderistas son los mismos. Leamos:
Podersoña militarkuna
munaysapaña subersionkuna
taita mamaíta huañuchin villa florida pampari
mama taitaita huañuchin villa florida llaqtallapi [2]

Traen la muerte, con su poder ya, militares y subversivos traen la muerte (wañuchin), al padre, a la madre, en buena cuenta a la comunidad, a villa Florida.
Tayta mamallan maskaris musqa
Chulla wawanta manaña tarispa
Sun gullashansi, wege ñawinstinsi
Uma taytallay qonqallawankichu
Qonqurispa maquinta qiwispa ama
Taytallay qonqallawankichu[3]
(Yuyasun, 2003)[4]

Pérdida, ausencia, que hiere el alma, arranca el corazón, y esto desde el cantar popular. Si ayer fue la muerte del inca, ahora será la muerte del runa, del ser amado, del hermano, la hermana, el padre, la madre, que cae en manos de terrorismo, sea de sendero, sea del estado, del nuevo nakaq. La guerra interna produjo un sentimiento de terror, manchay manchay, con ello se vio en el desarraigo. El sentimiento de pena intensa que casi se ha olvida la alegría. Es la noche mala.

Referencias:
Noriega, Julio E. Buscando una tradición poética quechua en el Perú. Miami: Iberian Studies Institute – Norh South Centre University of Miami, 1995.
Yuyarisun Proyecto promovido por SER, Oxfam GB, DFID y la RCP.
Sitio dirigido por Sandro Venturo
Ansión, Juan (y) Jan Szemiñski. “Dioses y hombres de Huamanga” en Allpanchis phurinqa, nº 19, Instituto de Pastoral Anina, Cusco 1982; pp. 187-233.
Ansión, Juan. Desde el rincón de los muertos. El pensamiento mítico en Ayacucho. Lima: GREDES, 1987.
CVR Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Informe final. http://www.cverdad.org.pe/ifinal/


[1] La magnitud de la guerra interna se puede apreciar en la documentación en el Informe de la Verdad cuyas huellas no han sido cicatrizadas aún.
[2] “Los militares están abusivos / los subversivos eran poderosos / llevando a mi pobre padre / pueblo de Villa Florida” (Los 11 Mártires: Yuyasun 2003)
[3] “Su mamá y papá buscando a su / único hijo cuando no encuentra / su corazón, con lágrimas en los ojos / no me olvides Dios mío arrodillándome, / con la mano torciendo no díos mío / no me olvides”. Ibíd. (Yuyasun 2003)
[4] Su mamá y papá buscando a su / único hijo cuando no encuentra su corazón, con lágrimas en los ojos /no me olvides Dios mío arrodillándome, / con la mano torciendo no díos mío /no me olvides. Ibíd. (Yuyasun 2003)

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