Poesía quechua tradicional y J.M. Arguedas por Gonzalo Espino Relucé


Helicopteruykiwan seqoykamuy, atispaqa. Kunturkunapa, taksa, ñakay pawaq urpituchakunapa rapran chirapayaspa kancharimuchkan.[1]
J.M. Arguedas
La lectura de poesía de José María Arguedas reunidas en Katatay/ Temblar pasa por una cuidadosa lectura de lo que nuestro autor percibe en la tradición popular de la poesía quechua, es decir, aquella que estaba vinculada al canto. De allí la necesidad de reparar en aquellos textos que organizan la reflexión de poética y lo que más tarde será su poesía. De hecho uno queda sorprendido por la intensidad poética que en encuentra en los cuatro poemas: “Tupac Amaru kamaq taytanchisman (haylli-taki)/ A nuestro padre creador Tupac Amaru (himno-canto)” de 1962; “Iman Guayasamin/Que Guayasamín”, “Jetman, haylli/ Oda al jet”(1965) y “Huk Doctorkunaman Qayay/ Llamado a algunos doctores” (1966), tono que disminuy en los dos últimos poemas.

La poesía de Arguedas tiene de moderna, pero al hacerlo no renuncia a la tradición ancestral que muy bien conocía. Pero el verso tradicional le resulta insuficiente, por eso opta por el versículo y en su consistencia formal encontramos paralelismo y dísticos semánticos, a la par de un intenso diálogo entre cosmovisión del hombre andino y la naturaleza como metaforización.
Estas reflexiones la debemos a su condición de recopilador, en Canto Kechwa (1938) y Canciones y cuentos del pueblo quechua (1949) y en sus reflexiones publicadas en La Prensa de Buenos Aires entre 1938 y 1944. Arguedas sostiene que se trata de una poesía ampliamente conocida y que tiene diversos formatos. Estas a su vez están vinculadas con espacios y momentos de realización que tienen que ver con la vida cotidiana o con el calendario ritual. Recuerda también las enormes diferencias que en su trajinar como wakcha va encontrando en las haciendas, desde indios a quienes se les callaba indígenas a indios que se reunían en el patio a cantar o participaban de las fiestas.
En su lectura, Arguedas nos enseña que los textos no puede dejar de mirarse de cara a la historia, y por ello, a los procesos específicos que viven la cultura. En el momento en que escribe es de un fuerte racismo y de apertura del capital del mercado. El racismo es explicado históricamente, al hacerlo entiende que el proceso de emancipación solo significo un cambio de administrador pero de sensibilidad: "Pero la otra clasificación, la más bárbara e inflexible, siguió consolidada e imperante con todo vigor y siguió agrilletando la fuerza espiritual del país con la misma ceguera de los primero tiempos. Lo indio siguió siendo la marca y el distintivo de lo inferior y lo despreciable”
El segundo asunto la dominancia del espíritu indio cuya sensibilidad comprometía por igual a indios y mestizos, Arguedas dirá la “historia del wayno, (que) es la historia del pueblo andino”. Sensibilidad que se expresa en la poesía popular. Arguedas está atento a los cambios que se vienen produciendo. Es el periodo en que las aldeas sumergidas emergen, estamos pasando al tiempo de las aldeas conectadas. La capital del país, al igual que las principales capitales de provincias, se convierte en atractivas. La idea del progreso moviliza a las aldeas sumergidas. De esta suerte, era posible imaginar cambios en la ciudad, y por cierto, la andinación de las mayoría de ciudades del Perú a fines del siglo XX. Arguedas escribía por entonces: “Y esta multitud bajó con todos sus arreos, trajeron charango, kirkincho y bandurria, arpa y violín; celebraron su fiestas, desde cumpleaños hasta la pascua y el año nuevo, con wayno y canto indio; llenaron a veces los grandes jardines de alquiler, comenzaban las fiestas con tango y ‘one step’ y las remataban en tumulto, bailando y cantando wayno en grandes pandillas. Esta bajada de los serranos de Lima coincidió con la inquietud universal por lo folklórico; y en la capital del Perú la afición por lo folklórico fue de esa manera sustentada por la llegada de los hombres de la sierra que el folklore más rico del país desde su fuente viva y en su propia sangre.”

Por entonces, Arguedas distingue que en el wayno tradicional del esta apareciendo con autores de letras (v. g. Kilku Waraka), advierte que la música se mantiene, es en la letra donde se perciben los cambios. En los poemas, estos canciones, que publica en 1938 y en 1949, encontramos imágenes y metáforas que uno entiende como el hálito tradicional en la poesía moderna del autor de Todas las sangres. Son ese tipo de imágenes que conmociona, son parte de un proceso que supone musicalidad, sí, pero la materia poética es fundamentalmente significado, pero desde la condición de diablo feliz. He aquí un par de fragmentos poéticos[2] que invitamos leerlo en relación con el epígrafe:
Misitu piña turucha
chikchischay paraschay
cawalluytas wak'rark'unki
chikchischay paraschay.
Toro de ojos de sangre, toro felino,
tormenta de agua y de nieve
tú fuiste el que desangró a mi caballo,
(De “Chikchischay paraschay”)
Puku-puku k'esanpichus
mamallayk'a wachawark'an
pupu-puku k’ uña jina
tuta puchau wak'anaypak'.
O fui parido en el nido del pukupuku
para llorar en el díapara llorar en la noche
como el polluelo del pukupuku
apenas envuelto por el viento.
(De “Ork’on k’asan purinaypak”)

Referencias:
Arguedas, José María. (1985) Indios, mestizos y señores. 3ra. ed. Lima: Editorial Horizonte, 1989
-----. Cantos y cuentos quechuas. Lima: Munilibros, 1986
-----.Canciones y cuentos del pueblo quechua. Lima: Ed. Huascarán, 1949.

[1] “Pon en marcha tu helicóptero y sube aquí, si puedes. Las plumas de los cóndores, de los pequeños pájaros se han convertido en arco iris y alumbran.” en “Huk Doctorkunaman Qayay” de José María Arguedas.
[2] Tomado de Cantos y cuentos quechuas; pp. 58-59; 64-65.
Foto: Escuela Nacional de Folklore
(c) Gonzalo Espino Relucé (noviembre 2009).

1 comentario:

Sebastian Iglesias dijo...

Muy buen post, asi es, debemos comenzar a revalorar nuetras raíces y comenzar a difundirlas.