Los conquistadores encumbrados no solían casarse con mujeres de raza india, por
augusta que fuera la cuna de ellas, a no ser con hijas o hermanas de los
últimos soberano; y la pobre niña Isabel Chimpu Ocllo, vástago de un rama
menor y arruinada desde Atahualpa, mera sobrina de Huayna Cápac, hermana al
parecer desde muy temprano del auqui o Infante Huallpa Túpac, desposeída por
la invasión española de toda esperanza de recuperar su patrimonio y
jerarquía, no fue sino manceba del orgullosos Garcilaso, aunque es de
suponer que la es1timara y considerara excepcionalmente, pues leemos que hacía los honores de su casa, atendía a los huéspedes más calificados, y mantenía correspondencia de cumplimientos y cortesías con personajes como el Obispo fray Juan Solano y el caudillo realista D. Diego Centeno." (Riva-Agüero 1962: 9-10).
He dicho doble valoración. El profesor Riva-Agüero -no el facista- insiste en que es nuestro clásico y en eso tenemos que hacerle caso, no se equivocó:
"Mas toda esta materia poética, tan nueva e ingente, la ha tratado con una
discreción infalible, con una delicadeza, una lucidez y un buen gusto nativos"
(:56)"el Inca Garcilaso es el más perfecto representante y la más palmaria
demostración del tipo literario peruano" (:57)"Sin pretenderlo ni saberlo quizá, es como ellos un clásico, por la mesura y el delicado equilibrio" (:57)
El "desprestigiado" historiador Garcilaso de la Vega con este trabajo cobra importancia como narrador ya que es visualizado desde las galas de la escritura, más allá de lo episódico, por eso Riva-Agüero asigna a la escritura del Inca la "calidad de clásico", espíritu que lo concibe en términos retórico exactamente por "la regularidad de las proporciones, en la claridad lógica llevada hasta los sentimientos, en la nitidez de las representaciones e ideas, en el predominio de la razón analítica y discursiva y de la imaginación plástica; y como consecuencia, en el orden y aseo del lenguaje y en la pureza del gusto." (:58). Por lo que la vindicación se instala desde el retrato del héroe por un criollo y de la escritura como evento retórico y su consiguiente calificación de clásico, tal como lo percibe también Durand.
(c) Gonzalo Espino, abril 2009
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