Lhymen, llega poniendo agenda a la Academia

Lhymen, llega poniendo agenda a la Academia

Por: Gonzalo Espino Relucé


Las revistas literarias siempre fueron una aventura exactamente porque tienen mucho de iconoclasta o mucho de reiteración o las más de las veces, para suplir, espacios que no siempre resultan atractivos para publicar lo que uno crea y piensa o, simplemente, porque aquello que producimos, no entra en el formato de las elegancias de la lengua y del “dedito meñique”, esas formas ortodoxas del buen comportar en una sociedad que se nueve entre conservadores y liberales. Así entonces, las revistas resultaban simplemente instancias, momentos previos, estados de ánimos, que finalmente podrían ser interesantes pues han costado más de un dolor de cabeza para la reconstrucción de período como hicimos con 30 años de poesía peruana.

Lhymen tiene de la aventura como la invención científica. Su interés resulta de la insatisfacción con lo que se dice y hace en la modestísima comunidad científica de literatura al tiempo de una reflexión académica sostenida que se grafica con los años que han pasado. Cinco números en un periodo similar dan simplemente cuenta de la inteligencia y audacia de un grupo que ha puesto hace rato una agenda que los circuitos académicos no dejan de reconocer (piense en Rosa Cuchillo, en la literatura de la violencia, etc.). Por ello podemos decir, que es una revista que se ha convertido en una plataforma que da cuenta de lo que hoy se está producción culturalmente y acaso de aquello que será la agenda del debate. Asunto adicionalmente, acompañado por lo que llamaremos goce del artefacto impreso, es decir, las cualidades editoriales del impreso llamado Lhymen

Es una revista que ocupa ya un lugar calificado en el medio intelectual, lo que significa que es un referente para las investigaciones, para el estudio, etc. De suerte que es una revista que cumple la exigencia de las llamadas revistas indexada, esa comadre que circula en los circuitos académico y que aparece como una exigencia del sistema internacional, pues según estas, se hace urgente que la producción local se inserte en el circuito mundial, asunto del nada despreciable y que con seguridad, Lhymen lo podría cumplir. En todo caso, sí existe una demanda moderna que en nada se contrapone con el impreso, la idea de la accesibilidad del objeto impreso respecto a su conversión de objeto virtual que sugerimos se emprenda.

Me temo que me estoy extendiendo en una presentación en la que debo cuando menos, al ocioso lector, indicar que trae este número. De suerte que voy a permitir hacer una cala en artículo de Ulises J. Zevallos Aguilar, que aparece con el título “Gestión cultural en los Andes, Literatura quechua hoy”. El artículo propone una interesante hipótesis de trabajo: el renacimiento de la literatura quechua, “el renacimiento se puede rastrear en la organización de recitales de poesía, concursos de literatura y publicación de libros de literatura y traducciones al quechua” (:7) Para ello revisa lo que ha ocurrido en el Perú con las publicaciones que acusa como parte de las iniciativa gubernamental y privada (ONG, principalmente). Ciertamente, llama la atención en el caso de la Villarreal la forma como se ningunea el esfuerzo por crear una Biblioteca Cultura Quechua Contemporánea como esfuerzo único de Abelardo Oquendo (“quien, ha pedido de la Universidad Nacional Federico Villarreal, ha creado la Biblioteca”) sin que se repare en la valla burocrática ni en los esfuerzos político-culturales que concurrieron a tal decisión para alcanzar tal logro. Pone, Juan Zevallos atención a la poesía, género en que se ha desarrollado la literatura quechua contemporánea (:14) Lo asocia además a una condición moderna, que aquello que accedieron a la escritura, por lo menos en las dos últimas décadas, no han tenido necesidad de usar la máscara, cuestión sugerida por Noriega, sino identidades perfectamente asible, de suerte que Eduardo Ninmango, Dida Aguirre e Isaac Huamán se ubicarían en la dimensión de los quechuas pero con apego regional (reivindican “su identidad regional que una identidad étnica”; :15) y los dos últimos representantes, de la poesía quechua peruana Ch’aska Anka Ninawaman (Ch’askakachay, 2004) y Odi Gonzales (Tunupa, 2002) cuya identidad se levanta sobre “un esencialismo lingüístico y estratégico para marcar su identidad indígena”; :17). Y lo asocia luego a un pregunta, que nos parece, interesante para el debate público sobre la producción quechua: “¿De que forma la literatura quechua viva está involucrada o forma parte de un nuevo movimiento social indígena en el Perú? (:12) Luego examinará las dos entregas anunciadas en este presentación.

Hay, sinembargo, que advertir los límites de este tipo de propuesta, sobre todo cuando encontramos categorías que advierte de olvidados, me refiero a idea de “gestión cultural” que obvia uno central, el de la circulación del producción del artefacto cultural . Dicho olvido oculta, esconde, un asunto central: la precariedad del sistema de producción en general de la literatura peruana, y segundo, este mismo ocultamiento esconde la condición provinciana de dicha producción. Me explico:

1. Una vez publicado el libro, ¿cómo circula? En que circuito se instala este texto o más bien, se puede confirmar, una vez más el localismo de estas experiencias editoriales que impiden finalmente que el artefacto cultural circule y llegue a diversas esferas del mundo cultural y social. Todos sabemos que este tipo de literatura nos llega porque de alguna manera nos hemos convertido en algo si como iniciados. El asunto no es exclusivo de los y las escritores quechuas, lo es de todo el proceso de las literaturas peruanas donde la producción de materiales queda circunscrita a una lectoría regional (sobre el que volveré en la siguiente entrega).

Este número resulta de sumo interes para la comunidad andina ya que aparece las compilaciones del maestro Joaquín Ferrer Broncano, Jara Puklla en la palabra un destacado novelista y estudioso de la literatura quechua, me refiero a MarcosYauri Montero, “Rondas líricas en los Andes”; los resultados de investigaciones de tesis altamente calificadas y de un exquisito manejo del aparato teórico, me refiero Jorge Terán, “¿Desde dónde hablar? A propósito de la negociaciones en y por el espacio de la palabra”; Edith Pérez Orozco, “Categorías andinas. La comunicación interrumpida y la búsqueda del yananti en Rosa Cuchillo de Oscar Colchado Lucio”; y “Figuración de lo metafísico: una lectura del poema ‘Cronica de Boecio’ de Juan Ojeda”. Y por cierto, no puedo dejar de inquietarme por las ideas que ofrece José Morales Saravia “Poéticas emergentes en la poesía peruana” y los oportunos aportes teórico de Dorián Espezúa, “¿Qué hacemos con teórico que no hacen teoría?”

Haylli, kilqasta Lhymenpa, waykikuna. Haylli.

Gonzalo Espino
Santa Rosa, junio 2008.

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