RUMBO al XI Encuentro Nacional de Escritores Manuel Jesús Baquerizo. Cajamarca, del 14 al 17 de noviembre 2012
APUNTES SOBRE EL PROCESO LITERARIO ACTUAL
Arturo Bolívar Barreto
El humus cultural de las últimas décadas en el Perú se ve
fundamentalmente marcado por las connotaciones y secuela que trajo la implantación
del neoliberalismo económico, efecto del nuevo ciclo de recesión del capitalismo global acentuado desde los 80 del
siglo pasado. En nuestro país fue impreso en los 90 tras un autogolpe de
estado. Es decir, el “ajuste estructural”, la liberalización desbocada y sin
regulación del capital privado - fundamentalismo
del mercado-, implementado desde el estado cooptado y privatizado por el
capital trasnacional y nacional monopólico.
Promovió no sólo el desamparo social, la corrupción, la violencia cotidiana
y la violencia oficial, sino la decadencia cultural y la entronización de la
ideología del egoísmo lapidario como valor.
Nada más que los nuevos tiempos de capitalismo unipolar y
posmoderno en todo el mundo: con la caída del Muro de Berlín, la
restricción de los Estados de Bienestar, el repliegue de los movimientos
sociales, se derrumbaron también los paradigmas histórico-culturales. Acendrado
además por la revolución tecnológica comunicacional (de magníficas
potencialidades en un mundo menos autodestructivo) que bajo sujeción
deshumanizante, uso operativista y automatizado para las necesidades del mercado,
ahondó la conducta masificada de lo fugaz, banal y procaz. No es que el
consumismo y la “cultura de masas” fuera novedosa en el capitalismo, sólo que
ahora se presentaba totalizante y excluyente.
De manera que este signo de la época no ha excluido naturalmente al
quehacer literario. Se ha manifestado, en general, en el mercado mundial, en
una dictadura de los bestsellers y la
literatura del bagaje esotérico y curativo del alma, promovidopor el marketing
como en las comidas rápidas. El individualismo no ha sido un antivalor. La
producción literaria en nuestro medio estuvo jalonada además -por la
peculiaridad interna- de desesperanza,
escepticismo, iconoclastia.
Las últimas décadas
En los 80 se revela más cuajado el nuevo rostro del Perú, un país
predominantemente urbano pero de influjo cultural andino tras las continuas
olas migratorias –campesinas, provincianas- a las ciudades, que, como en Lima,
van componiendo lapoblación mayoritaria.
Las mixturas (y creaciones) culturales citadinas como en la música, el baile, así
como la preservación de costumbres tradicionales y el aporte masivo y pujante
de trabajadores independientes y empresarios, así lo manifiestan.
Es todavía una década heredera del ascenso revolucionario del periodo
anterior (60-70).El crecimiento de la izquierda que se expresó en promisorios
desempeños electorales, además de su penetración en las organizaciones
sindicales y barrialesfue una manifestación de ello. Pero también fue una manifestación
de ello, o expresión de ese proceso político radical, los levantamientos
armados, principalmente de un partido.La violencia política marcaría, entonces,
también todo el periodo último, acentuando-por las características que había
tomado-, la tendencia al ostracismo de las organizaciones sociales y populares.
La circunstancia de que el levantamiento armado se había dado en el contexto de
un régimen retrógrado pero electoralmente elegido y especialmente por las
características autoritarias y excluyentes de la construcción ideológica y
política del principal partido alzado en armas, hacía improbable su triunfo político militar.Pero
esas características aislacionistas y no populares, contribuyeron a dar
legitimidad social –con los sectores sociales más atrasados- a la dictadura
civil neoliberal que se instauró en el
92. El cual había utilizado el fantasma y el miedo del terrorismo para su
continuidad hasta su caída, la que sedebió a la grandiosa e inocultable corrupción
y al atropello a los derechos humanos. No obstante, y por todo lo anterior, la
caída del gobierno que había instaurado el régimen neoliberal no significó el
cambio de esa política en los sucesivos gobiernos siguientes. En
otros países de América Latina el desprestigio y la caída de los regímenes
neoliberales habían dado paso a
gobiernos democráticos o revolucionarios, más o menos autónomos o de ruptura
con tales políticas y sus influjos
mundiales. Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, dan cuenta de ello.
Aquí la desmovilización social y la deslegitimación de las ideologías
revolucionarias o progresistas fueron más significativas. El mundo posmoderno,
y la dictadura neoliberal, se imponían mucho más redondamente que en otras
latitudes.
De manera que en este clima de desánimo colectivo, la literatura
comenzó a dar muestras de esteticismo y opciones individualizadoras,
especialmente desde la década de los 90. En la literatura urbana se acentúa una literatura que se ha alejado yade
cualquier reflexión esencial del proceso social, algunos que denotan talento
como las narrativas de Oscar Malca, Sergio Galarza u otros, pero que se ubican en eso que se ha
llamado realismo sucio. Exploración de lo oscuro y grotesco sin mediación,
donde los personajes expresan el embotamiento o hastío, las vivencias de la calle dura.
Con los autores mediáticamente mejor posicionados se difunde una
literatura light.
En poesía urbana, sostiene Luis Fernando Chueca, la característica de
la década, que se extiende al 2000, es, ningún planteamiento poético dominante,
el espacio sub-urbano y el poeta maldito-urbano, coloquialismo y cotidianidad;
veta culturalista; desrealización del lirismo extremo; lenguaje que tiende al
barroquismo por su recargamiento o, en su defecto,la libertad total de la
palabra (LFCH, Una lectura de la poesía peruana de los noventa).
No obstante, la manifestación literaria más promisoria ha provenido de
las crecientes provincias costeñas, andinas y
amazónicas de todo el país, en una suerte de proactivo y moderno
regionalismo.(Las grandes ciudades, como Lima, se insertan también en este
proceso literario emergente con la mencionada literatura urbano- marginal. En
el caso de Lima aún como referente,
tanto por su convergencia social cuanto por su intenso movimiento editorial y
cultural). Ha constituido una irrupciónliteraria expresada enmúltiples
movimientos literarios, foros, encuentros, promoción cultural, que, acompañada
por la autogestión de editoriales pequeñas y la nueva tecnología,han facilitado
el acceso y la difusión depublicaciones que trasuntan una vitalidad social y
humana, algunas de las cuales merecerían
mayor atención. Visiones nuevas
del mundo amazónico, los cambios del mundo andino, urbano y campesino, la violencia política, las nuevas
situaciones en los conglomerados de las ciudades, etc. Todavía segmentados en sus propios universos, autores y obras que muchas veces quedan en el
anonimato. Eclosión literaria que coloca en el protagonismo, más notoriamente
que antes, a sectores medios y medios bajos (una gran cantidad de maestros de
escuela). Por ello son el sustrato donde debiera germinar quizá la nueva
literatura que demandan los tiempos y que represente toda la dinámica social
del Perú emergente, del Perú integral, tarea que dejó planteada José María
Arguedas.
Precisamente factor fundamental para la revitalización cultural y
literaria, en este caso de raíz andina, ha sido el influjo de la obra,
vigente, estudiada y difundida, de José María Arguedas, convertido en verdadero
héroe cultural. Ha inspirado la temática andina en general cuanto la
enriquecida por la implacable insurgencia armada de los 80.
Paralela a aquella emergencia de autores que en distintas regiones
asumen las nuevas temáticas, en el 2000 se genera un boom de grandes
editoriales que internacionalizan, a través de premios y la promoción debida, especialmente a autores de las clases medias y
altas vinculados a ellas, que retoman temáticas explorables y explotables como
el de la violencia armada pero, junto con la exigencia en lo técnico formal, hacen un tratamiento truculento o policial del
tema, tanto por el sustrato de sus propias ideologías cuanto por la demanda del mercado editorial. Santiago
Roncagliolo, Alonso Cueto son algunos de
los exponentes de estas expresiones literarias que, quizá por la carencia
todavía de una crítica literaria profunda, esencial, y polemista, que hace
falta, no permite se desnudeplenamente la limitación de esta literatura.
En la narrativa propiamente andina actual –que es parte de esa
emergencia literaria de espectro nacional- podemos distinguir finamente a dos
vertientes. Una popular, regional, caracterizada por la textura realista de los relatos, transida de
elementos de la tradición cultural de las distintas regiones de las que
provienen. Las de más directa connotación
ideológica y política han trabajado el tema de la violencia armada, con
esa misma textura realista y, a veces,
preservando la oralidad y el
sentimiento andino. Otras reflejando más la contemporaneidad mestiza y
citadina. Y aunque restringidas al exclusivo ámbito del conflicto armado y, en general, con cierta desesperanza, dan un
mensaje diáfano de la denuncia y condena política, contra las fuerzas del orden o las
fuerzas subversivas, vistas como lapidarias
e incompatibles con las necesidades campesinas.
La narrativa andina y la
“ficcionalización del relato”
La otra vertiente de lanarrativa andinaha sido la más visible –autores
provincianos de sectores medios y medios altos, y del mundo universitario-, que
ha sobresalido tanto por la estructura formal vanguardista de sus obras –
incluso con influencia del boom latinoamericano anterior, Rulfo, García
Márquez, Scorza-, cuanto por la atención
académica que sus relatos o novelas, temáticamente centradas, en general, en la
violencia armada, han deparado. (Oscar Colchado, Enrique Rosas, Zein Zorrilla, Dante
Castro, son algunos representantes).
Atendemos especialmente a esta vertiente puesa pesar de la innegable cualificación técnico formal–o
quizá por acendrar en ello como veremos- no sólo no ha alcanzado a representar
una narrativa que se consustancie con el devenir histórico, que reclamamos, sino
que ha tenido una mirada restrictiva del referente social o, en los peores
casos, retrospectiva. Y esto acontrapelo
de lo que sería la continuación del legado de Arguedas o Scorza. Continúan la exploración de la cosmovisión
andina en la nueva situación y, prolijos en el recurso técnico de lo ficcional,
facturan la realidad creada, ciertamente marcando distancia contra las dos fuerzas
beligerantes invasivas,pero, ante la implacable situación vivida, el discurso
narrativo se vuelca hacia el mundo mágico tradicionalque es tratado con fuerte
acento. Aunque la cosmovisión andina se presenta como factor de resistencia
cultural y social, no hay, sin embargo,sobre aquellos fundamentos una prospectiva histórica alentadora (en algunos
casos sólo de sesgo mesiánico). Esta carencia pareciera ser cubierta por los
elementos literarios discursivos que se sobreponen a la historia. El compromiso
parece restringirse a la construcción literaria y el hacerse un
espacio en el mercado, reclamando inscribirse en el canon, en contrapunto con
los escritores ya clientes de los medios y de las mayores editoriales. Por eso aquella sonada polémica con los escritores
“criollos” tuvo una connotación de
cierto halo etnicista, ya superado, más
que de una aguerrida disputa ideológica de clase, en una época en donde la efervescencia
popular en lo literario, viene de todas las regiones y por supuesto de la costa
y de Lima, -de sus conos, de sus estratos bajos y de las clases medias-, y
donde lo “criollo”, si la referencia es por los escritores mimados de las
grandes editoriales, resulta una minoría que expresael orden establecido y la
ideología de la clase dominante en el Perú de hoy.Una verdadera altura de mirahubiera
propendidoa la lucha ideológica, cultural y política por un país y un mundo
distinto que permita la verdadera vía a
la liberación social y creadora.No únicamente, sobre el derecho del origen
andino, a ser prohijados, por esos mismos medios y trasnacionales del libro.
La característica que hemos
señalado de esta vertiente literaria
andina tiene mayor acabadoen los relatos de
Oscar Colchado, uno de los autores más reconocidos y publicados de esta
corriente: el eje que, en sus relatos, estructura el discurso narrativo es el
milenarismo indígena, que remite a una guerra de castas (blancos-indios). La
proyección social es mesiánica, apunta
hacia una vuelta al Tahuantinsuyo como en el indigenismo más tradicionalista. Esta
connotación tiene, naturalmente, desde la consustanciación histórica, un
carácter retrógrado en el proceso literario peruano.
La representación de la conflagración armada y la subversión
senderista, que está trayendo desolación al mundo andino, se ve, no obstante,
como una manifestación del milenarismo indígena pero, paradójicamente, hecho
por gente ajena, no por “netamente indios” o “naturales”. Y por eso devendría
errática. “Estos tiempos –dice Liborio, personaje de dimensión mitológica en la
novela Rosa Cuchillo- ya se estaba
viviendo con el Pachacuti: el gran cambio, la revolución. Sólo que esta
revolución era de mistis y no de los naturales. Era urgente hacerla de éstos
entonces. Tal vez los dioses permitieran que tú pudieras conducirla,
derivándola de este enfrentamiento de mistis pobres contra mistis ricos”.
La obra trasunta el mensaje de que el implacable autoritarismo
senderista y su acción errática, estaría
dado solamente por el hecho de que los levantados en armas son mestizos, (o “blancos”), “mistis” -en el sentido más extenso y racista
de la comprensión de este término- y no auténticos“naturales”. Y aunque aquellos
levantados en armas fueran“mistis” pobres
eso no los unimisma necesariamente, con el mundo autóctono,para ningún proyecto
social o histórico.
Aunque uno de los referentes literarios del autor es Arguedas, como en
casi todos los narradores andinos, es evidente la vueltamuy hacia atrás con
respecto al significado de la obra
arguediana. Toda la revelación mágica
indígena en Arguedas está transida por la tensión social concreta, es un
esfuerzo por entroncar el sentimiento y la cosmovisión indígena como defensa y
resistencia contra la opresión en la cotidianidad recurrente y en la proyección
histórica: la música, la danza, el canto, el grito de un animal, el
vuelo de un pájaro, el valor mítico de un río, son atributos de pervivencia y
lucha en el mundo opresivo, o cargados de simbología en función de la tensión social relatados. A pesar que la primera etapa de la narrativa
de JMA se da en el contexto social deltodavía supervivienteverticalismo
oligárquico y del de una percepción dualista de la vida peruana– indio-blanco, un
mundo indígena y otro costeño o criollo-y a pesar que su impronta emocional y doliente quechua, vivida desde la
infancia, haga que acendre en esta intimidad, su discurso narrativo es siempre un
esfuerzo, desde el inicio, por sustanciar la realidad indígena, en última
instancia, como conflictividad de clase.
Su recorrido literario no parte deaquel dualismo para retrotraerse finalmente hacia
proyectos mesiánicos o milenaristas, al contrario, como ha dicho ya la crítica,
su narrativa comienza con connotaciones de aquella interpretación y realidad de
herencia colonial, pero en constante esfuerzo por superarlo, de manera que sigue
un proceso de ensanchamiento del espacio geográfico y social consustanciada con
la realidad y con los procesos de cambio que sufre ésta.
Así, con palabras del propio Arguedas, sus relatos que se inician con Agua están referidas a la vida en una
aldea: “Allí no viven sino dos clases de gentes… el terrateniente, convencido
hasta la médula por la acción de los siglos, de su superioridad humana sobre
los indios… que han conservado con más ahínco
la unidad de su cultura…”. En Yawar
Fiesta ya la referencia es la capital de provincia, Puquio. Aquí la tensión se da entre los comuneros de
los cuatro ayllus de Puquio y los “principales” del pueblo; incluso el relato
evoca el despojo de tierras que estuvo en el origen de la conformación de esta
provincia, antes comunidad indígena.En Los
ríos profundos, aunque es de un desarrollo intimista, queahonda bellamente
en la visión mítica indígena, el espacio de la acción se ensancha hasta
cubrircapitales de departamento de la sierra sur y alcanzar la costa. Y siempre
transida de los elementos del conflicto social concreto. Si bien Ernesto,
el personaje principal, encarna aquella intimidad india y la nostalgia del
pasado y el pesimismo ante un presente cambiante y desintegrador del mundo indígena adoptado
como suyo, este factor es vivido de manera conflictiva y en la tensión por una
opción que reclama el futuro, la propia
cosmovisión india es presentada en función de la rebeldía , la defensa y la
resistencia contra la implacable opresión sobre ese mundo y, en su expresión
más global, en la lucha del pueblo de
Abancay contra los gamonales y el estado represor, la rebelión se muestra ahora
no como hecho individual sino como compromiso colectivo.En Todas las sangres y en El
zorro de arriba y el zorro de abajo el ideal es representar un proceso
totalizador del conflicto social, involucrando componentes que obedecen al
cambio de las estructuras tradicionales,
al proceso de urbanización y de “andinización” del Perú entero (expresión que
el propio Arguedas utiliza). Si bien aun estos textos están jalonados de la
nostalgia del pasado que Arguedas no llega desde su impronta subjetiva a
superar, también es cierto,como hemos dicho -y aquí radica el factor progresivo fundamental de su obra
literaria-, que toda su visión es, efectivamente, a entroncarla con la tensión universal y de clase.
Al contrario, en la obra de Colchado, dada las condiciones de la
expansión actual del mundo andino-en la propia conflagración armada están
involucrados naturalmente elementos sociales y culturales diversos-, se
comienza de un referente contextual relativamente amplio, pero el discurso narrativo propende a enclaustrarse hacia el marco estrecho de la
visión dualista y de la proposición
utópica y mesiánica definitiva. ¿Por qué se da este fenómeno que nos
retrotrae al indigenismo más protervo? Nos parece que es por la vocación
formalista que es el leitmotiv de su hacer literario.En Colchado hay una relaboración
de la cosmogonía andina tendiente a la construcción de un ultramundo, de dioses
y monstruos, un “olimpo andino”, con fuerte mixtura e influjo católico medieval,
trasmundo que corre paralelo al mundo narrativo de la tensión terrenal y cuyo vínculo con éste es
principalmente desde la perspectiva mesiánica. No es que el muestrario delos
dioses y demonios de ese trasmundo no se ajusten a la cosmogonía indígena –está
en la tradición oral y en la recopilación de mitos y leyendas- o que sea
arbitrario el fuerte componente católico, componente que viene fusionándose
desde la Colonia, sino que están presentados en una totalidadabstracta, más en la cosmovisión idealista católico
cristiano que en el animismo mágico materialista de la tradición indígena, veta
que sí exploró Arguedas.
“En el caso de Rosa Cuchillo
–dice Juan Carlos Galdo- la cosmogonía andina se presenta con un despliegue de
seres extraídos de los relatos populares. En la antesala al infierno merodean
los condenados. En los caminos de ultratumba se escuchan melodías andinas, los
castigos se ajustan a aquellos que se encuentran en los relatos populares; la
topografía refleja también a su referente andino: caudalosos ríos, árboles
nativos. Pero por otro lado toda la secuencia no sólo se inspira, sino se
ajusta a la estructura utilizada por Dante en La Divina Comedia. El limbo es el
TutayaqUkhuman. El Ukhu Pacha –o Supayhuasi- pasa a ocupar literalmente el
lugar del infierno; al purgatorio le corresponde el Auquimarca, el Janaq Pacha
corresponde al paraíso donde moran las almas materiales”. (Juan Carlos Galdo, Algunos aspectos de la narrativa regional
contemporánea).
La diferencia que hay entre la percepción mítica de Arguedas, que
acendra en el animismo antropológico y en la consiguiente relación armónica y
práctico vital con la naturaleza y con el entorno social, de la cosmovisión
indígena, y la percepción mítica de autores andinos contemporáneos como Oscar
Colchado, que privilegia un uso hiperbólico de la cosmogonía andina, en una
esfera ultramundana, que se separa de la tensión terrenal para unirse sólo desde
la retrospectiva utópica milenarista, es la diferencia que hay entre la
vocación reveladora de la realidad en Arguedas y la vocación formalista de aquéllos.
En José María Arguedas este realismo le obliga a admitir que sólo es
posible conocer al indio conociendotodo el contexto social que le rodea y
finalmente insertándolo en el contexto universal humano, que, como hemos visto, lleva a su narrativa a explorar espacios
geográficos paulatinamente más amplios y a la correspondiente complejidad de la
problemática social.Realismo cuya concepción formal (su inventiva expresiva,
lingüística) se funda enla pasión desveladora, la que está en el centro de su
interés literario explícito. Realismo por consiguiente integral donde lo formal
juega un papel fundamental pero ajustado al referente que revela.“Yo no acepto
que a eso (a la ficción literaria) se llame mentira…” O refiriéndose a la importancia
de la necesaria inventiva original de
los recursos expresivos cuando la tensión por sintonizar con la realidad
es auténtica: “Cuando un novelista es el continuador de una tradición
literaria, probablemente no tiene grandes problemas técnicos, pero cuando tiene
que revelar algo que no han dicho los demás, entonces tiene la necesidad de
crearse una técnica y esa necesidad de crear la nueva técnica es una consecuencia
de que no existe un instrumento ya hecho para revelar ese mundo. En mi caso, el
problema de la técnica ha sido una pelea con el lenguaje” (Varios, Primer encuentro de narradores peruanos).
Es sintomático que el propio personaje mítico protagónico, Liborio –en
Rosa Cuchillo-,sea distinto por ejemplo aun conun personaje indio, casi mítico,
Rendón Wilka, de la novela de Arguedas, personaje mucho más terrenal. Ciertamente
Wilka retorna a su identidadquechua, comunal, laque había dejado en su
experiencia citadina, pero el relato quiere expresar, con la muerte de éste,
que la colectividad indígenadebe y puede
manejarse por sí misma sin un caudillo; Liborio en cambio, es hijos de dioses,su
repliegue de la tierra, una vez muerto, no es a la comunidad indígena como
Rendón Wilka, es el retorno al ficcional antro paradisiaco andino donde se
espera vuelva a dirigir,cual el mesías, ahora sí, una rebelión de “naturales
netos”.
No obstante, nada de los recursos de la ficción serían sujeto de
reclamo si éstas ahondaran en la
complejidad del referente histórico social. No es este el caso, aquí la solución de continuidad histórica se remite
con exclusividad a la utopía milenaria.
“Cuando el `realismo mágico´ –dice el maestro Cornejo Polar-
corresponde a una actitud existencial, cuando tiene el poder de imponer el
culto de fe que lo hace posible, cuando no es un recurso más o menos
sofisticado tiene el rango y la aptitud suficiente para enfrentar con eficacia
la tarea de decir, con pasión y verdad, cómo es nuestra América” (ACP, La novela peruana). O cómo es la realidad nacional y la realidad global hoy.
Pero, ¿qué está en el sustento
de esa visión realista en Arguedas, que no es puramente intuitiva, o
solamente honesta, con la realidad que quiere anunciar? Lo que da
coherencia a su quehacer literario y propone la orientación principal, el norte
a que apunta la prospectiva de su
referente histórico social, y que
lo salva inclusive de la limitación de la tradición indigenista del que es
heredero, es la asunción de la doctrina socialista como avanzada ideológica y
del pensamiento moderno contemporáneo.
“La interpretación desde dentro del mundo andino –dice Arguedas-, y no
solamente del indio, no habría sido posible únicamente por el hecho de que
quienes así lo hicimos tuvimos la suerte de vivir con los indios, como los
indios, participando de sus dolores, de sus esperanzas, de su fe, de toda su
vida, ése es solamente un elemento. Yo declaro con todo júbilo que sin Amauta, la revista dirigida por
Mariátegui, no sería nada, que sin las doctrinas sociales difundidas después de
la primera guerra mundial tampoco habría sido nada” (Varios, Primer encuentro
de narradores peruanos).
Cuánto es decisiva la brújula ideológica para encaminarse hacia la
verdad social, hacia la prospectiva histórica y el compromiso con esa verdad,
lo demuestra la literatura honesta, progresiva de un autor, por eso mismo paradigmático, como
Arguedas.Y cuánto evita -esta postura acendrada en la vida misma y en el
compromiso con esa propulsión futura- que las fuentes profundas de nuestra
realidad no sean tomadas como mero pretexto para hacer literatura,entendida
como simple discurso ficcional, como se ha puesto de moda. “Será éste el
andamiaje ideológico –agrega Antonio Cornejo Polar- de la obra de Arguedas.
Funcionará no como canon artificial e impositivo que ejerce violencia sobre la
realidad para adecuarla a sus esquemas… sino, mucho más sutil y creadoramente,
como explicación última que, sin necesidad de explicitación constante, esclarece la índole y dinámica de
los sucesos, cosas y personas y que, con fluidez y audacia, sin dogmatismos, y
en consulta permanente con la identidad irrenunciable de sí mismo (`no mató en
mí lo mágico´), permite que el caos de la realidad encuentre un sentido: el `orden
permanente de las cosas´ ”. “(…) El aliento que Mariátegui brindó al movimiento
indigenista, su abierta crítica a los escritores que `explotan temas indígenas
por mero exotismo´ y su afirmación de la `consanguinidad íntima´ del indigenismo
con la ideología propugnada por Amauta,
son, también, aspectos que asocian la obra de Arguedas al movimiento dirigido
por Mariátegui” (ACP, La novela peruana).
De manera que el carácter utópico arcaico que MVLl recusa en la narrativa de JMA y que, como hemos visto antes
y ratificamos ahora, es injusta,sí se sustenta y justifica, lamentablemente, en
cambio, en la narrativa de un escritor
como Oscar Colchadocuya opción milenarista y pasatista es clara e inobjetable.
También es conveniente aclarar que esta vertiente
de la narrativa andina actual, centrada en la conflagración armada reciente y acendrada en la “modernización del relato”, no es
homogénea. Autores como Dante Castro proponen una narrativa de perspectiva
social más progresiva en tanto develan no
sólo la condición de víctimas de los componentes indígenas y campesinos, sino
la potencialidad de respuesta propia, de
resistencia y rebelión de éstos, ante la razzia destructivade las dos fuerzas exógenas
representadas por los militares y los insurrectos armados.
No obstante, una literatura consustanciada mejor con la situación conflictiva, de violencia
política y social de las últimas décadas en el país, no se habría detenido
solamente en representar los espacios -andinos o altoandinos- donde se dieron,
efectivamente, los principales enfrentamientos armados y la secuelatraumática (genocidios,
desintegración social, éxodo campesino), yaun con mirada retrospectiva como
algunos casos, sino que hubiera advertido que procesos activos han estado presentes en contextos más
amplios: desde el origen, con el hervor ideológico de izquierda, que fue parte
a su vez del ascenso revolucionario en todo el mundo y que fecundaron las
pasiones revolucionarias en las universidades de las principales ciudades de
provincia y de Lima, así como el crecimiento de las organizaciones sindicales
en las urbes y el campo, tanto como la organizaciones barriales en las grandes ciudades.
Que a su vez fortalecieron movimientos y
partidos más o menos constituidos, unos de avance gremial y “legal” y otro (u otros) decidiendo
el alzamiento armado. Ambas tendencias,
el que acendraba su trabajo en organización gremial social, y electoral, como el que había decidido la vía armada, estaban compuestas de centenas de militantes
jóvenes idealistas de izquierda, los mejores cuadros que con cierta abundancia
dio el periodo, unos alimentando las organizaciones gremiales y barriales y
otros alimentando al partido -y a otro movimiento armado que se alzó poco
después- que habían decidido la lucha armada (muchos jóvenes de aquella valiosa
generación, halló fatal fin en el genocidio de los penales del 86 que se dio en
Lima, como en otros que se dieron después).
De manera queel proceso de confrontación que se abrió a lo largo de todo
el periodo en que se mantuvo en pie la insurrección armada, se dio integralmente en todo el país, entrelos militantes de izquierda de las
organizaciones gremiales y barriales, los militantes del grupo armado
hegemonista –recuérdese la muerte de dirigentes sociales- y ambos enfrentados a las fuerzas represivas del estado –recuérdese
la desaparición y muerte de dirigentes sindicales, periodistas, estudiantes
etc.De manera que, paralelamente a los enfrentamientos armados en las
serranías, se daban enfrentamientos por ganar posicionesgremiales,
organizacionales,enfrentamientos de características violentistas y armadas, en
que se tradujo la lucha política. Un periodo difícil que le cupo resistir a los
sectores populares organizados, contrarios a las incursiones coercitivas y
políticamente excluyentes que llevaba adelante el principal grupo armado.
¿Es posible entender la
violencia vivida en la zona andina sin comprender la dinámica y dialéctica de fondo que estaba en el contexto político y social
nacional? Quizá era demasiado pedir, en las condiciones del periodo pasado, una
literatura (una narrativa) que represente el contexto completo de la violencia
política y consustancie las perspectivas y las tendencias.O quizá sea bien
indagar distintos relatos y expresiones literarias del periodo, de variados espacios
y tiempos, que den una visión integral del proceso vivido. Una visión que es incompleta o no se ha dado
en la literatura en la magnitud presupuesta.
***
El agotamiento del neoliberalismo global manifiesta los últimos años,con
su expresión de ciclos de crisis económica cada vez más continua ha producido
algunos efectos mundiales: ha traído
abajo gobiernos de ese signo en América
Latina,así comoha revivido movilizaciones radicales de protesta olvidadas hace décadas en países centrales (que ha alterado el modo de
vida de “ciudadanos del primer mundo” que tenían), ha actualizado también el
compromiso social de los intelectuales y de los escritores del mundo.
En nuestro país este fenómeno global se expresa en la resistencia contra
la expansión del modelo extractivista,
que, en su efecto inmediato, amenaza las
condiciones de vida de amplios espacios geográficos y poblacionales. La
respuesta ha dado como resultado un protagonismo de movimientos sociales de proyección
nacional y, naturalmente, de interconexión y solidaridad externa, pues, como
queda dicho, nuestra época es de la mundialización del conflicto social.
Y aquí, las consideraciones ideológicas que nos contaban la historia de
que ni la conducta del escritor y menos su obra literaria debía contaminarse de
los problemas políticos sociales -pues atentan contra la esencia artística-, está siendo
respondida con la contundencia que enseña la vida: ya alzan la voz, como intelectuales, como
ciudadanos, sumándose a la resistencia que reclama la existencia social, la
resistencia de los pueblos, espontáneamente, muchos de nuestros escritores -tan igual como en el resto del
mundo-, quizá para reactualizar una
literatura de valor apreciable.
Arturo Bolívar Barreto.- Escritor peruano. Autor de los relatos Gotita
e Historia singular del profesor
Rivasplata, así como de los ensayos Las
políticas culturales de Fujimori a García y ¿Mayores logros artísticos?
Literatura social versus literatura formalista en el Perú.