Celebración por la poesía de Hildebrando Pérez Grande (2) por Gonzalo Espino



Hildebrando Pérez Grande, poeta, maestro y amigo

Testimonio


En 1973 me encontré con dos volúmenes que me llamaron atención porque revelaba el estado de la poesía peruana –o mejor aún- la poesía que en Lima se consideraba como poesía peruana. Yo iba todos los jueves a las veladas literarias de la Universidad de Trujillo, y siempre pasaba por las librerías a mirar libros y escasamente, como se podrán imaginar, a comprar libros. Fue entonces que cogí uno aquellos dos volúmenes que firmaba Alberto Escobar, con el título de Antología de la poesía peruana (1973). Ya había leído un poema de Hildebrando Pérez en una publicación a mimeógrafo y en la que aparecían poemas de Manuel Scorza y Javier Heruad. Esto debido al entusiasmo de mi profesor de inglés, al poeta y pintor Luis Albitrez Mendo y al notable núcleo de profesores jóvenes que se agrupaban alrededor de la revista de poesía Colibrí y que traducían su entusiasmo en mi colegio secundario, el otrora Colegio Nacional Mixto Roma, en la vieja Tulape, de donde soy, en el valle Chicama para más señales.

Me quedé sorprendido por la forma como el poeta Hildebrando Pérez escribía, había algo que me llamaba enormemente la atención. Creo que era la sencillez de su palabra y la musicalidad envolvente de sus poemas. En ese instante no imaginé que años después conocería al poeta, digo poeta, primero, porque luego conocí al maestro y amigo. Cuando ingresé a San Marcos, tuve la suerte de tenerlo como mi maestro de Introducción a la literatura universal, un curso panorámico en el que nos empapábamos de poesía en cada una de sus clases, y, por cierto, íbamos al Taller de Poesía que codirigía. Eran los tiempos en que se publicaba Hipócrita Lector y los muchachos de La sagrada Familia, que más tarde devendría en Kloaca, andaban en el patio de letras imaginando los tonos y formas de su poesía, con el pliegue de realidad que resulta insospechablemente un punto al que todos -o casi todos- volvíamos para dar cuenta de nuestros poemas.

Hildebrando fue ese maestro que desde el Taller de Poesía alentaba nuestros trabajos, con su sencillez invitaba a leer más poesía y más poesía, y nos hacía ver desde otro lado el quehacer literario. Yo fui, recuerdo, su asistente en un proyecto de investigación. Estuve en contacto casi diario con su biblioteca, allí tuve posibilidad de leer libros inhallables de poesía. Asunto compartido con mi compañero de clases Jorge Luis Roncal. Hilde, el maestro y amigo, nos fue poniendo en contacto con eso que llamamos circuito literario al igual que nuestros otros maestros: Francisco Carrillo, Antonio Cornejo Polar, Raúl Bueno, Washington Delgado, Luis Fernando Vidal, Esther Castañeda, etc. etc.

Hice explícito mi deuda con Hildebrando en mi libro La literatura oral o la literatura de tradición oral (Lima: Pakarina Ediciones, 2010). Allí le rendí homenaje y reconocimiento como intelectual. Como todo lo maestro, se interesó en mi quehacer como crítico literario, que como se podrá apreciar la he destinado a atender las literaturas populares y las literaturas amerindias. Recuerdo que fue uno de mis trabajos sobre literatura andina que empecé en el curso que tenía a su cargo, me refiero a Literaturas Orales y Étnicas del Perú, un curso que siempre lo imaginó abierto. Fue asesor de mi tesis de licenciatura que la dediqué a Roma-Tulape y en la que trabajé el relato universal "La comadre y el compadre". En nuestras conversaciones él me recordaba la necesidad de ser directo, que tenía que ser preciso en el lenguaje y que evitara la palabra vacía, porque no se trataba de llenar cuartillas, si no decir lo justo y necesario, según el programa de investigación que seguía.

Era la época en que los escritores cuestionaban su condición de creadores para asociarla a la producción. Es decir éramos trabajadores de la literatura. Participábamos en diversas actividades, teníamos la firme creencia en que podía cambiar el destino de nuestra patria, eran parte de nuestras utopías y es, digo, militantemente, lo que explica nuestro apoyo a la huelga de los maestros a fines de los 70. Luego, entré a la docencia sanmarquina y soy su colega. En todo este tiempo, Hildebrando Pérez sigue siendo el maestro, maestro de la palabra sabia y de la actitud del hombre libre y de creencias firmes, de trayectoria impecable y dedicación honorable a la docencia. Celebro -y comparto esta nota- la iniciativa de valoración de su obra poética, que ya era una necesidad por que simplemente, Hidelbrando P erez Grande.



En la foto: Hildebrando Pérez Grande, Gonzalo Espino Relucé, Aymará del Llano, José Luis Ayala y Guisela Gonzalez, Coloquio sobre Efraín Miranda

Celebración por la poesía de Hildebrando Pérez Grande (1) por Gonzalo Espino


Este jueves 29 setiembre, la poesía está de fiesta. Celebramos Aguardiente de Hildebrando Pérez, en nuestra casa de estudios, en San Marcos. Voy a proponer primero algunas ideas para leer los poemas del libro que apareció por primera vez en 1978 y, luego, en la siguiente entrega, presentaré un breve testimonio.

(1)

Algunas ideas para leer la poesía de Hildebrando Pérez Grande

Si hay que imaginar al poeta, imaginémoslo como ha propuesto que lo leamos. Desde su libro mayor: Aguardiente. Poeta silencioso, fue cubriendo todo el periodo, sin necesidad de la bulla ni los escándalos o piruetas tardías. Siempre fue un poeta cuyo reconocimiento se labra en su propia palabra. Es con el premio Casa de las Américas (1978) que la poesía de Hildebrando Pérez circula en un espacio mucho más amplio. Es ese tipo de palabra trasgrede el tiempo. Su poesía pasa a ser entendida y comprendida como una voz clave en la poesía latinoamericana. Planteo a continuación algunos enunciados que pueden servir para la leer y discutir la poesía de Hildebrando Pérez Grande.

1. La poesía de Hildebrando Pérez empieza a conocerse en los 60, con Piélago. La asociación con el núcleo del 60 no parece necesariamente ser el indicador para situar su poesía y seguramente sería más interesante si esa trayectoria poética se mira de cara con lo que ocurre en la poesía latinoamericana que se lee en los 70. Lo cierto es que se trata de una poesía que vuelve sobre un trazo sencillo, pero con brillo de artesano.

2. Esto nos invita a pensar su poesía en varias líneas que a su vez lo asocio a las tradiciones que el poeta deja entre leer en sus poemas. La presencia de la tradición poética en lengua española como uno de los componentes intertextuales que aflora en su poesía (Generación del 28). Pero al mismo tiempo las tradiciones de la poesía del siglo XX, en especial de la tradición francesa. La voz poética que se instala en Aguardiente está necesariamente asociada a la conciencia de la letra como escritura.

3. Al mismo tiempo se trata de un lector disciplinado de la poesía y cuyas preferencias y devociones, los inscribe como como paratextos e intertextos que aparecen pegados a las estructura del poema y denotan, a su vez, la capacidad de leer diversas tradiciones y, al mismo tiempo, darles un giro inusitado o parodiarlas con lucidez, aun si se trata de una simple alusión, como ocurre en las dicciones que invitan a recordar a Charles Baudelaire en "Lobo gris", Aguardiente, forever:
Arrastran sin piedad tu corazón
Por las calles y hospitales. Las flores
Del mal incendian tu piel, tus bagatelas literarias.
Te dicen que el láser es un rayo milagros. Y

4. Pero estas tradiciones y los juegos intertextuales le son insuficientes para la calidad formal de su poesía. De esta suerte la poética de Aguardiente, forever se asocia a la tradición oral andina en sus más vastas tendencias. De un lado, a la tradición quechua cuyas resonancias se aprecian en Libro Uno, al mismo tiempo las formas que lleva a la letra y que tienen arraigo ancestral como la huaylinas o la forma yaraví, que se entrecruza en su palabra. Entonces, cuando hablamos del sitio de la poesía de Pérez Grande, tenemos que pensarlo como un sujeto moderno, que se imagina en la aldea global pero sin renunciar a las tradiciones ancestrales ni abandonar aquellas que corresponden a la poesía contemporánea.

5. Pero la idea de aldea global –o como se dice en estos días, transmedias- no debe obliterar una condición básica de su poesía. Su apego inevitable -e intenso- a la realidad de su época y que aspira a imaginar poblada de ternura y justicia. Por lo que deviene en testigo de su época. No es extraño encontrar en toda su poesía la queja anhelante de justicia o el rastro de la denuncia sin que ello opaque el lirismo y musicalidad que caracteriza a su poesía.

6. Esto me lleva a pensar en la poesía de Hildebrando Pérez como trazo testimonial que puede asombrarnos por la ternura que emerge de ella, pero al mismo tiempo la destemplanza que aparece frente a los acto de injusticia y desamor, inevitablemente aparecen pegada a la voz poética.

7. Los referentes y espacios de su poesía resultan insuficientes como refracción del entorno poetizado. El poeta ha cuidado que su poesía sea la palabra que dice siempre. Si desde referentes localizables puede abrirnos a la universalidad de su palabra, esta misma no se disiente de marcas o referentes globalizados, cuya poesía registra. Otras maneras que nos invita a leer su poesía como evento sensitivo y sensorial. De suerte que estamos ante un poeta de su tiempo y de una voz poética que lo trasgrede.


8. La palabra poética de Hildebrando está asociado a un empeño estético de ser palabra sincera. Estoy pensando en la relación que se percibe en toda su obra, entre escritura y sociedad, entre poesía y realidad. Es un mago de la palabra. Pero no del panfleto, sino de la poesía. La escritura poética de Hildebrando Pérez es de la palabra llana y sencilla para decir las cosas, pero palabra capaz de cogernos en el cogollo de nuestra ánima.

9. Como en toda la gran poesía, la voz poética de Hildebrando Pérez Grande no podía inhibirse de hablar de la propia poesía, sobre todo en los últimos poemas de Aguardiente, forever :
Solo se sabe que está en París y que muy pronto un aguacero
inesperado la cubrirá de espasmos y abismos y puentes y souvenirs.
Poesía eres tú, balbucea una voz templada por el vino (copiando
sin vergüenza al sevillano a quien todos los amantes saquean sin piedad).

Para más adelantes volver con otro tono, como quien recuerda al viejo Martín Adán, aunque distante de los caballeros andantes, en "Cangrejo":
¿Para qué la escritura bien labrada?
Poesía no dice nada, Amadis.
¿No dice nada?

Y que condensa en la pregunta -ya lo sé, eran enunciados, solo enunciados, me disculpo por ello- que hace la voz poética en "Gallo ciego":
¿Y entonces, dónde está la poesía?

Un gallo ciego ilumina la noche,
con el cuchillo limpio de su canto.

10. Si como lo leímos cuando ganó el premio Casa de las América (1978), que celebramos con entusiasmo camarada, esta misma poesía es la que se resiste al tiempo, precisamente, porque en la poesía de Hildebrando Pérez tiene la grandeza de la palabra que dice a los humanos más allá del encanto musical y los bordes formales por ser simplemente poesía (con todo el rigor de la propia palabra de Hildebrando Pérez).


Solo he deseado enunciar estas ideas para discutir y desarrollarlas con ocasión de la Celebración Poética que ofrecerá este jueves el departamento de Literatura de la Universidad de San Marcos. La Hildebrando Pérez, una voz poética que libra la batalla de la palabra, que dice intensidades, una voz que, pasado los años, sigue cautivando por esa limpieza y transparencia luminosa llamada poesía, que no es la que está callada.

Pérez Grande, Hildebrando. Aguardiente, forever. Lima: Hipocampo editores, 2007. (Colección Katatay) ISBN: 978-9972-2915-5-5

Literatura peruana en quechua, ¿una lectoría quechua? por Gonzalo Espino Relucé

Los más de 3 millones de hablantes quechuas permiten hablar ya no del coleccionistas de libros exóticos –y más precisamente, cosas de indios- y del lector académico, a tipo de lector, al menos eso muestra el éxito de la poesía quechua más recientes y el dato estadístico de un sujeto que accedió a la letra y que espera leer en su idioma lo que en el Perú seguimos llamando literatura peruana.
No es solo un asunto que llega desde la música, a través del huayno, sino que ha entrado en intersticios de la globalización como ha explicado Freddy Roncalla http://hawansuyo.blogspot.com/. Lo es también desde las imágenes que en el cine y la televisión aparecen en la lengua de indios modernos, desde la exitosa incursión de Magalli Solier a la esforzada, aunque esquemática, realización de El último guerrero chanka <http://www.youtube.com/watch?v=2jFAaHGxR5I&feature=related>, pasando por la exitosa presencia de cocina andina -y sus versiones para la exportación- (1) y esto como una asunto que está afectando de manera significativa los gustos alimentarios locales.

Si el estudio del quechua y la palabra quechua supuso el levantamiento un corpus literario en el siglo pasado, este se hizo de cara a la historia y se trabajó principalmente los textos más representativos de la situación colonial. La preocupación se centró en precisar los contornos de los códices coloniales, por ejemplo, en manos de don Teodoro Meneses que trabajó Ollanta o La muerte de Atahualpa, asunto también abordado por José María Arguedas, que le puso su ojo de etnógrafo en la poesía religiosa de la evangelización y al mismo tiempo le dedicó tiempo a traducir del quechua al español los textos.


Los estudios de la lengua y sus producciones textuales quechua permitieron ir organizando el corpus de la literatura quechua. En líneas generales podríamos decir que se trataba básicamente del trasvase de los textos quechuas a la lengua de la ciudad. Si en el pasado -como era de esperar- los quechuas -intelectuales de los 30 y 50, le pusieron atención a la producción discursiva quechua de la colonial, el siglo XXI que comenzó en la década del 90 le pone atención a lo que en la ciudad se llama literatura peruana.




Esto fue en parte el proyecto de un hombre quechua de la llamada generación del 50 don Porfirio Meneses narrador y filólogo quechua, que tradujo a nuestro poeta universal César Vallejo. Manuel Marticorena publicó en Iquitos traducciones de Los Heraldos Negros, pero sus versiones no llegaron al libro. Meneses, en cambio, encontró en la Universidad Villarreal, primero y luego, en uno de los editores más sensibles a los asuntos de nuestra cultura, me refiero a Miguel Ángel Rodríguez Rea, el auspicio necesario para la publicación de su traducción de Trilce. Si ya la escritura vallejiana es compleja no solo por su componente andino sino también por su fuerte carga innovadora y su imperativo de sentido, tenemos que imaginar que su tarea fue sumamente azarosa: difícil transición entre una lengua a otra, sobre todo en Trilce.

Lo cierto es que hay un déficit de traducciones de lo que en el país conocemos como literatura peruana y que no se ha traducido a las lenguas nacionales y es que no hay una política cultural ni menos educativa que haga de la literatura un elemento consustancial a la elaboración de una identidad comprendida como diversa y múltiple. La inversión en este rubro no pasa de ser, en términos educativo, un saludo a la bandera. Se pueden revisar los textos escolares como dato factual para ver que ocurre con la literatura peruana y como está ausente la idea de literaturas peruanas.
Este déficit es tan evidente que no se puede ocultar. No hay versiones de la literatura llamada peruana a las lenguas nacionales, ni en esta aparecen con fuerza las que proceden de las culturas andinas y amazónicas. No encontramos versiones quechuas de Inca Garcilaso de la Vega o Guamán Poma, si me voy a los inicios del siglo XVII o de Ciro Alegría, José María Arguedas, José Mará Eguren, César Vallejo y César Moro; Abraham Valdelomar o los Orkopata si menciono al núcleo de incios del siglo XX. Si bien Ricardo Palma, Alejandro Romualdo y Washington Delgado tienen versiones en las lenguas nacionales, los de Romualdo y Delgado los pocos poemas traducidos al quechua, no han alcanzado la difusión necesaria. La de Palma quedó como un afortunado esfuerzo de Falconí en la Universidad de Huancayo.

Sin duda, este déficit ha empezado a ser enfrentado por el más ambicioso proyecto realizado a la fecha y que corresponde al poeta runa Washington Córdova que ha puesto en circulación traduciones quechuas del cuento moderno canónico y a grupo de autores de lo más significativo de la literatura penúltima. Sus traducciones se empeñan en una cercanía entre el texto original y el texto que traslada al quechua, como ocurre por ejemplo con los relatos de Félix Huamán Cabrera (Ladraviento/ Wayraq Anyaynun). Ha traducido a los siguientes autores Abraham Valdelomar, César Vallejo y José María Arguedas; Óscar Colchado y Feliz Huamán Cabrera; Julián Pérez y Dante Castro.

Si este es más o menos el panorama, se anuncia la publicación del Tungsteno en la versión quechua de Washington Córdova y la más inquietante propuesta proviene más bien de las ladera la poesía, me refiero a la poeta Gloria Cáceres que ha traducido cuentos de José María Arguedas. De esto ya hablaremos en una proxima entrega.


Referencias:
Meneses, Porfirio:
Vallejo, César. Los Heraldo Negros, Yana kachapurikuna. Ed. Bilingüe. Trad. al quechua de Porfirio Meneses. Lima: Universidad Nacional Federico Villareal, 1997 (Biblioteca de la Cultura Quechua)
-----. Trilce Versión quechua de Porfirio Meneses. Lima: Universidad Ricardo Palma, 2008.

Córdova Huamán, Washington:
Arguedas, José María. El sueño del pongo/ Pongopa musquynin. La agonía de Rasu Ñiti/ Rasu Ñitipa wañuyni. Ed. bilingüe. Trad. quechua de Washington Córdova Huamán. Lima: Ed. San Marcos, 2007 (Colección Runasimi).
Castro, Dante. Pishtaco/ Nak’aq. Ed. bilingüe.Trad. quechua de Washington Córdova Huamán. Lima: Ed. San Marcos, 2010 (Colección Runasimi).
-----. Tiempo de dolor/ Ñakay pacha. Ed. bilingüe.Trad. quechua de Washington Córdova Huamán. Lima: Ed. San Marcos, 2007 (Colección Runasimi).
----- (y) Julián Pérez. Hijos del viento/ Wayrapa churinkuna. El ángel de la isla/ Isla angel. Ed. bilingüe. Trad. quechua de Washington Córdova Huamán. Lima: Ed. San Marcos, 2010 (Colección Runasimi)
Colchado Lucio, Óscar. Kuya kuya. Ed. bilingüe. Trad. quechua de Washington Córdova Huamán. Lima: Ed. San Marcos, 2007 (Colección Runasimi)
Huáman Cabrera, Félix. Ladraviento/ Wayraq Anyaynin. Ed. bilingüe.Trad. quechua de Washington Córdova Huamán. Lima: Ed. San Marcos, 2007 (Colección Runasimi).
-----. El toro que se perdió en la lluvia/ Paraparapi chinkaq toro. Ed. bilingüe.Trad. quechua de Washington Córdova Huamán. Lima: Ed. San Marcos, 2010 (Colección Runasimi).
Pérez, Julián. Muchacha de coposa cabellera/ Chukchasapa sipas. Historia de los amantes/ Iskay wayllukuqkunamanta willakuy.Trad. quechua de Washington Córdova Huamán. Lima: Ed. San Marcos, 2010 (Colección Runasimi).
Valdelomar, Abraham. El Caballero Carmelo. Trad. quechua de Washington Córdova Huamán. Lima: Ed. San Marcos, 2007 (Colección Runasimi).


(1) De ello, un tema central para la cocina novoandina es el rechazo a los transgénicos, para incidir en la producción orgánica. Aún no se ha dimensionado la importancia de los productos orgánicos y ecológicos en la economía nacional.









Aguardiente de Hildebrando Pérez por Esther Castañeda

El jueves 29 de setiembre se rendirá tributo al poeta y maestro Hildebrando Pérez Grande. Al poeta de fibra intensa y de aliento inmenso, de palabra sencilla y honda, simplemente Poeta. Este 29 en la Facultad de Letras será la Celebración Poética: Aguardiente, forever. Nuestra recordada Esther Castañeda, apenas salió Aguardiente, le dedica esta nota que apareció en la Revista de Crítica Literaria Latinamericana.


Pérez, Hildebrando: Aguardiente

(La Habana, Casa de las Américas, 1978, 77 p.)


Por: Esther Castañeda


Desde antiguo, la poesía había asumido una función social precisa: expresar los sentimientos de la comunidad. Luego, conjuntamente con el desarrollo de las condiciones de existencia, se destaca una voz y con ella las emociones individuales. Esta apertura de la poesía hacia los sentimientos colectivos como a los individuales (épica /lírica) se mantuvo en tanto las circunstancias socioeconómicas lo permitieron. Posteriormente diversos estadios implementaron a su turno, políticas que poco o nada tenían que ver con las aspiraciones de las mayorías y que entablaron el deseo de expresar poéticamente a la colectividad, relegando poco a poco estas tentativas al folklore. Actualmente, el sistema capitalista respalda y exacerba la identificación de poesía y mundo personal, difundiendo esta identificación como única vía para el poeta, mitificando así la subjetividad individual y desnaturalizando la amplitud y potencialidad de la poesía. Intentar por lo tanto en una sociedad no liberada aún de agobiantes dependencias culturales y económicas, que el ejercicio poético revela la historia, la resistencia popular, el anhelo de los pueblos por un cambio social, es una tarea difícil y encomiable al mismo tiempo. En estos afanes ubicamos el libro de Aguardiente de Hildebrando Pérez, premio Casa de las Américas 1977. Conocido por sus publicaciones en diversas revistas latinoamericanas reúne en este su primer poemario buena parte de su producción poética y gracias a una pulcra edición cubana podemos finalmente acercarnos a la poesía de este autor.
El poemario contiene dos libros:”Aguardiente” y “El cantar de Hildebrando”. Consideremos a “Aguardiente” en un primer nivel significativo, el que alude a la bebida enraizada en las costumbres del campesino, presente siempre en los acontecimientos más importantes de la comunidad. Bebida que logra estrechar los lazos comunales y que acelera y afianza la amistad con personas ajenas al lugar, pero cuya voluntad de participación e identificación es aceptada. En este sentido, el poeta llegó a declarar en cierta oportunidad que el “Aguardiente” facilito su ingreso al cariño y estima de los pobladores andinos. Teniendo esto presente, el que haya elegido como título general de poemario, el de este primer libro, puede deberse a la íntima complacencia por la integración lograda, que repercute no solo en su trabajo poético, sino en el plano humano. El poemario, en última instancia no sería más que una cálida invitación al público para una vinculación mas estrecha con la poesía de Hildebrando Pérez y sobre todo con el universo que porta.
En cuanto a “Cantar de Hildebrando”, si bien la presencia del “yo poético” es evidente, no se le puede considerar diametralmente opuesto al intento por asumir una voz colectiva, ya que buena parte de los poemas se nutren en la historia de la colectividad, propósito muchas veces sostenido por el poeta e implícito en su poesía. “Cantar de Hildebrando” no es más que otro registro de una misma voz, la de Hildebrando Pérez, profesor universitario infatigable en su identificación y apoyo a la lucha por las transformaciones sociales.
Volvamos al primer libro, “Aguardiente” dividido en tres secciones: "Quipus”, “Aguardiente” y “Retablo”. Los títulos aluden a elementos propios de la sierra peruana y a las funciones culturales que cumplen (religión, historia, festividades) y que apuntan a un objetivo preciso, la plasmación de un entorno común: el universo andino. Plasmación que utiliza diversos procedimientos que es necesario determinar; detengámonos brevemente en cada sección para asumir un espectro más completo de las intenciones del poeta.
En “Quipus” , se entrama la voluntad de un recorrido poético por lugares de referencialidad inmediata (Cusco, Andahuaylas, Juliaca, etc.) y el develamiento de contradicciones derivadas de la problemática campesina. Formalmente la perspectiva oscila entre una 3ra. Y 1ra. Persona del plural , la alternancia en diferentes poemas o a veces la conjunción en uno solo logra un efecto multiplicador de voces, como en los versos siguientes: “Para llegar a Pampas, basta cerrar los ojos/ o pulsar una guitarra. Pero no debemos confundirnos:/ la lámpara de carburo que nieva el cielo oscuro/ de los socavones no es sino un río de heridas y quebrantos/ y protestas. Hombres de manos laboriosas avanzan/ wifala gritando, wifalitay diciendo el sol/ es nuestro padre, ¿el sol es nuestro padre?”. A estas voces también se les une el “yo poético”, en poemas-huayno, en poemas- serenata de versos breves y ligeros que fijan aún más la atmosfera buscada: “palomita cuculí/ voy quenando,/ voy quenando./ Agüita limpia es mi pecho/ vas llameando”. El contrapunto de voces y perspectivas posiblemente corresponda a la consideración de que cada poema a manera de “nudo inmemorial” afirma su unidad, para así en conjunto ofrecer una mayor y cabal imagen del ámbito campesino. Con la insurgencia de una diferente visión de la realidad, de aquellos por ejemplo para quienes “Cusco es tierra o muerte”, se da cabida finalmente al sector siempre marginado y desposeído, el pueblo.
La sección que lleva como epígrafe “Aguardiente”, se liga plenamente a la estructura de una lírica sencilla, sin rebuscamiento, llegando a ser la mayoría de los poemas bellas canciones. “Muchacha de luz serrana,/ vasija de fuego y agua.// La gracia de tu mirada/ muchacha cordillerana,/ vuela como una campana/ muchacha de las retamas”. Se advierte la frescura o ingenuidad de la lírica popular en versos cortos, en la reiteración de las imágenes, en la búsqueda de una musicalidad sencilla y directa. El “yo poético” se desliza en la emoción ante la ausencia o desdén de la persona amada: “Quemare tu luto, tu falsía/ palomita. /Quemarás mi nieve, mi indolencia/ dueña mía./ Vuela, Poesías, vuela./ Vuela si quieres volar:/ cruza ríos/ pasacalles/ rompemuros/ habla/ por los que no pueden hablar./ Vuela Poesía vuela:/ vuela si quieres volar”. Pero el plano amoroso no agota el perfil del “tú” en el rol de amada, sino que trasciende éste al copartícipe de luchas y sacrificios. “Cerro de Pasco. Cerro/ carcelero. Cerro/ de espinas, cerro/ malagüero. Calabozo/ me da tu libertad/ me da mi pueblo.// Manan llanto mi cerreña./ Manan luto mi obrerita./ A la huelga estamos yendo./ ¡a la huelga compañera!”. La búsqueda de un complemento vitalmente íntegro se traduce poéticamente en continuas e intensas apelaciones.
En “retablo” el universo es otro, nombres de luchadores sociales encabezan ahora cada poema, luchadores que consagraron sus vidas a la lucha por un ideal. Si bien la temática aparentemente varía, la actitud básica del poeta permanece, la de revelar las contradicciones de una sociedad subdesarrollada. Es así, que los poemas de esta sección no quienes como Mariátegui, Heraud, Luis de la Puente, etc., se labraron un lugar en la vanguardia de los movimientos populares, sino el testimonio de una adhesión del poeta a las ideas que ellos asumieron. Creemos que el poeta al elegir el término “retablo”, no ha pensado en aquel retablo de dos pisos que marcaba la diferencia entre los dioses y el pueblo, sino en aquel otro en el que pueblo y creencias se unen en un espacio común. Entonces esta sección a manera de retablo poético reúne al pueblo con sus héroes populares y con la certidumbre de estar juntos en la lucha, que se expresa bien en los siguientes versos: “…Y una pancarta/ hecha añicos/ en la frente del enemigo, una consigna que vuela más/ rápido que la pólvora,/ una palabra unitaria dicha en cualquier plaza/ nos dicen que están vivos, que marchan con nosotros, que/ la danza continúa” .
La segunda parte del poemario comprende: “Cantar de Hildebrando”, “Romanzas” y “Cantar de amigos”, nos muestra un cambio de perspectiva, que sin perder la percepción de la realidad enfatiza al sujeto lírico (“yo”) y los rasgos de un intimismo citadino; en el plano formal, las estructuras poéticas se vinculan a una tradición académica, lo que trae como resultado una mayor complejidad en la elaboración poética. En “Cantar de Hildebrando”, el recuerdo de un pasado compartido, perennizado en el ánimo de quien vivió esos momentos intensamente, se hace presente: “La luz de todo lo perdido nos envuelve/ con el leve jazmín/ de la nostalgia. Sobre la dura corteza/ de los años, buscamos/ un amor, una palabra/ amiga, de los compañeros”. Y por momentos la acumulación del pasado se nimba de una angustia en la infatigable pregunta, que nos recuerda el viejo tópico latino del ubi sunt. Recuerdo y emoción contenidas, actitud dubitativa, cierto escepticismo, a fin de cuentas, características de las contradicciones internas del intelectual en una sociedad como la nuestra.
Finalmente en “Romanzas” y “Cantar de amigos” aparece otra tónica, los poemas a manera de instantáneas poéticas, juegan con escala cromático-musicales, consiguiendo efectos muy logrados. Poemas como “Mutatis Mutandis” y “Cantar de Alejandro”, constituyen una muestra del excelente dominio verbal del poeta, especialmente este último, donde reaparece el aliento colectivo, que desplaza el “yo poético” por un “nosotros” combatiente.
Aunque se advierte una escisión entre las dos partes del poemario, ambas devienen por distintas rutas y distintas maneras hacia un propósito especifico: la construcción, en la medida que la poesía lo permita, de una sociedad diferente y mejor. En este sentido la aparición de Aguardiente en el panorama de la poesía peruana significa su entroncamiento con una tradición poética que plantea no sólo el ingreso del mundo campesino y de sus héroes populares, sino la insurgencia de una clara opción social desplegada en poesía.




Foto tomada de

La Jiribilla, 535

Oscar Colchado, maestro de la palabra por Gonzalo Espino Relucé



Si un rasgo que caracteriza la literatura del siglo XX ha sido su carácter contradictorio y su condición de espacio de representaciones en franca querella, la escritura hegemónica fue disputada con las mejores letras provenientes de sistema inimaginables por la autorizada crítica canónica: llegó desde los bordes provincianos con un castellano que cuestionaba su propia estatuto y con una lengua que a lo largo de siglo concluyó definiéndose como sistema literario, me refiero a la literatura quechua.


Si el indio se puso de moda en el siglo XIX, este sería motivo que desembocará más adelante en lo que llamamos hoy día literatura andina. Primero fue una forma de representación solidaria que intentaba desde el centro inventariar al indio y su problemática. Un tipo de escritura que a la par alcanzó diversos tonos que se diferenciaba por sus referentes heterogéneos aunque igualmente ancestrales de la mirada indígena y comunitaria que evoca dos tipos de relatos enunciados por José María Arguedas y Ciro Alegría. Asunto que transitó entre el cuento, con características poéticas, como en el caso de Eleodoro Vicuña y una palabra modulada por un castellano límpido como sería la escritura de la primera novela de Manuel Scorza. Y alcanzará las complejidades de un virtuosismo de la palabra de andino moderno y universal como será la narrativa de Edgardo Rivera Martínez.


Escenarios discursivos que el debate de la crítica lo identificó como literatura indigenista en sus variadas aproximaciones. En los últimos tiempos se trata de una redefinición de lo que hasta ahora hemos entendido por indigenismo y cómo esta palabra solidaria se fue convirtiendo –pronto- en la representación de los propios actores o representantes de actores andinos como ocurre en la narrativa Oscar Colchado Lucio, Félix Huamán y Zein Zorrilla; Luis Nieto Degregori y Enrique Rosas Paravicino, Macedonio Villafan, etc. Y que bien podemos llamarla literatura andina como un sistema que tiene consistencia propia y que se inserta en una doble estatuto de circular en el mundo hegemónico y de ubicarse al mismo tiempo en el margen, y donde el tramado e hilo provienen de una memoria que se acerca al mito andino y popular.


Definitivamente no se podrá leer la literatura peruana y latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX sin palabra de Oscar Colchado Lucio, que le dió los contornos de lo que hoy llamamos literatura andina. Colchado entendió su escritura con la sabiduría de un maestro que decidió imaginar su escritura como el testamento de los andinos del callejón de Huaylas para el mundo. Una letra que va en español, pero que pertenece y corresponde al aliento y trama andina quechua y cuya sensibilidad se fue abriendo hasta convertir lo andino en una suerte de imagen movilizadora.


Si en su obra inicial encontramos una narrativa ágil y vivaz, me refiero a sus primeros cuentos en Alborada y a su primera novela La Tarde toros (1974), la de su madurez tiene el empeño de una escritura que está interesa en recrear el mundo andino desde situaciones que tocan el ahora, aunque en ella se crucen tiempos y miradas ancestrales que viven en el presente. Tal como se desprende de su obra narrativa que lo define como el maestro de la escritura andina: me refiero a Rosa cuchillo (1997), que venía hilando ya en Cordillera Negra (1985), Camino de zorro (1987), Hacia el Janaq Pacha (1989). Y los nuevos tratamientos que encontramos en La casa del cerro El Pino (2003).


Es insuficiente entenderlo desde esta lógica si no anotamos su narrativa que supuso una comprensión rápida por empatar con públicos mayoritarios, en edad escolar, para quienes produjo una saga de la más sabia literatura infantil del Perú y cuyo novela signo sería Cholito en los Andes mágicos (1986), cuyo protagonista, Cholito, le permitido trazar una suerte de mosaico identitario para el país. Su poesía es otro asunto la que se ha dicho poco.

Oscar Colchado, su escritura, su testamento creativo, se ha instalado en las letras peruanas como un discurso que se lee desde diversas aristas, Rosa chuchillo es la más leído. Novela que, sin duda, tendrá que leerse en un marco mayor, el de la literatura latinoamericana, este caso en su relación con la novelas de Néstor Taboada Terán. Y al mismo tiempo con los relatos de la violencia y novelas como Candela que candela (1988) de Felix Huamán y Retablo (2004) de Julián Pérez.


La obra de Oscar Colchado ha tocado las puerta de lo canónico y qué bueno que está batalla se esté ganando. La Academia ha empezado a estudiarlo en la última década, así se puede documentar en tres tesis de en San Marcos y una en la Villarreal. Dos de ellas están circulando como libros me refiero a Racionalidades en conflicto Cosmovisión andina (y violencia política) en Rosa Cuchillo de Óscar Colchado de Edtih Pérez Orozco y la Víctor Quiroz, El tinkuy postcolonial. Utopía, memoria y pensamietno andino en Rosa Cuchillo, trabajos académcios que por su rigor invitan al debate, exactamente para que lo andino no sea un adjetivo más ni una moda sino un sentido que con pausa de indio mestizo letrado moderno que mira la academia, sin concesiones. Mientras tanto, leeamos y gocemos de esa prosa que tiene que de intensidad poética, de andino y moderno, precisamente, porque, como decía Vallejo, nos "joden los cóndores".




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http://domingo-de-ramos.blogspot.com/2010/09/congreso-sobre-literatura-y-violencia.html